¿Alguna vez nos hemos planteado realmente como sería nuestro espacio ideal para vivir? Y con esta pregunta me refiero a plantearnos si los espacios que hemos habitado desde pequeños se ajustan realmente a nuestras nuevas necesidades. A cómo nos hemos formado como personas y cómo se estructura nuestra vida. Me explico.
2015, España. Seguimos apostando, «elite» económica aparte, por desarrollar modelos de vivienda estándar, basados simplemente en su número de habitaciones, baños y por supuesto su correspondiente salón-comedor y cocina, todo ello debidamente compartimentado. Sería interesante conocer la relación entre número de viviendas que se comercializan ajustándose a este estándar comercial y cuantas viviendas se han planteado desde el punto de vista de la forma de habitar. Seguramente estaríamos hablando de un porcentaje brutal a favor del estándar comercial. ¿Qué implicaciones tiene esto?
Me gustaría conocer vuestros planteamientos, pero el mío, y que viene relacionado con la primera pregunta, tiene que ver con que acabamos convirtiéndonos en habitantes estándar, forzados a modificar la vivienda desde la escala del mobiliario, sin poder optar a configurar espacios realmente atractivos para nuestra manera de habitar, para nuestra manera de organizar nuestros objetos, para nuestra manera de socializar, para nuestra vida. ¿Acaso deberían vivir igual una persona que se reúne con amigos constantemente en su vivienda y cuyo interés por las relaciones estables es nulo que otra que apenas aparece por casa para dormir? ¿Debería ser igual de importante el cuarto de baño para todos?
Evidentemente no. La imagen que encabeza el texto se trata de un proyecto del arquitecto Philippe Rahm, conocido como «Domestic Astronomy«. En él observamos lo básico de una vivienda. Aparece la bañera, inodoro, cama, un espacio plano que podría considerarse como el salón y otro con un fregadero que haría las veces de cocina. Este espacio podría ser habitado por un individuo obseso por estar a la temperatura idónea en cada espacio y mientras realiza la actividad propia de cada uno de ellos, que busque optimizar al máximo tanto su espacio como la energía que gasta para acondicionarlo. Alguien a quien no le importa pasar con lo justo y necesario y que disfruta habitando un lugar donde tiene acceso a todo y sabe que todo se encuentra en perfectas condiciones térmicas.
Este ejemplo, aunque radical, nos enseña que cualquier planteamiento, cualquier detalle puede ser tratado de tal manera que desarrolle un espacio, una vivienda que se adapte perfectamente a cualquier situación vital. A través de diversos ejemplos iré haciendo preguntas clave para que juntos podamos ir construyendo cómo sería el espacio ideal para nuestra manera de habitar, ese espacio que debemos reclamar como propio y que, como también veremos más adelante, conllevaría cambios de los modelos de desarrollo habitacionales actuales, los cuales pondremos también en crisis. Ha llegado el momento de habitar y dejar de impro-habitar.
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[…] 1. ¿Habitamos o impro-habitamos? […]