Recientemente Sepp Gumbrecht (Würzburg, 1948) en Lento Presente, su diagnóstico sobre los síntomas de nuestro tiempo histórico, nos ha hablado del presente extendido en que se ha convertido nuestra época, que ya no sabe imaginar un futuro diferente. A su modo de ver, la época de la aceleración moderna ha quedado atrás. Si la construcción temporal de la modernidad estuvo profundamente marcada por una asimetría entre lo que lo que el gran historiador alemán Reinhart Koselleck denominó como “espacio de experiencia” y “horizonte de expectativas», desde finales del siglo XX hemos dejado de tener la sensación de que el futuro está abierto. Más bien todo lo contrario. A pesar de que se ha disipado el miedo a una guerra nuclear, el escenario de apocalipsis, de extinción o de un futuro trágico para la humanidad está más presente que nunca en el imaginario colectivo.
Unos pocos hacen historia:
los más la sufren.
De tanto en tanto, quienes sufren la historia
tras sufrir demasiado
se exasperan, y eruptivamente
se echan a la calle a hacer historia:
son días de grandes borracheras
grandes carnicerías
grandes revoluciones.
Días que son horas y luego son minutos.
Después, quienes hacen historia
recuperan las posiciones
desde las que pueden hacer historia.
¿A ti qué te parece:
podemos desuncirnos de esta noria?
¡Futuralgia! Un título muy médico. Me gusta la entrada, expresa bien la tónica generalizada de desesperanza, pero habrá que quedarse con el final del artículo : «Sin embargo, y Riechmann lo sabe, siempre hay posibilidad para que nuevas gramáticas abran la puerta a un nuevo y esperanzador futuro…»
Saludos Blogueros Sr. Freder ^_^
Gracias Raquel, de eso se trata! Muchos abrazos.