Fardou Keuning nació en Haarlem, Países Bajos en 1984. Fardou ha estudio Bellas Artes en Ámsterdam y ha hecho residencias artísticas en Brasil, Argentina y África. Vive desde hace 3 años en España: Ontinyent, Madrid y ahora en La Marina, Elche.
La artista holandesa trabaja la figuración humana desde una perspectiva muy especial. Sus creaciones adquieren forma y sentido en una especie de ritual creado por ella misma. Las criaturas que conforman esta escena observan mientras el espectador es observado por ellas. La magia del arte se produce de forma inversa.
¿Cómo funciona el arte para tí?
Durante mis estudios en la Academia de Bellas Artes y hablando con gente sobre arte me di cuenta que para muchos algo es arte o artístico cuando les hace sentir emociones, cuando la obra les transmite energía. Algunos de los ejemplos que he escuchado: La Mona Lisa que me mira intensamente. El color del los cuadros de Rothko que me emocionan, que me hacen sentir calor en el corazón. Por ello, cómo artistas, intentamos que un retrato sea más que un imagen de una cara hecho de pintura encima de tela. Aspiramos a que la obra tenga alma. Que los espectadores sientan emociones y que la obra transcienda el material y la artesanía, con los cuales a sido creada. Que valga el esfuerzo de conservarla en un Museo. Y el Museo para mi es un templo, un mausoleo, una catacumba.
¿Dónde encuentras tu inspiración?
He viajado mucho en mi vida y el arte «primitivo» siempre me ha llamado mucho la atención. Me parece que para entender el arte hay que remontarse al comienzo, como si lo inicial representase el estado más puro, más honesto, más mágico del arte. Los dibujos en las rocas de Kondoa, Tanzania, me transmitieron precisamente esa belleza.
La filosofía del animismo me ayudó más tarde a entenderlo aún mejor y a un nivel más profundo. Como artista también siento que el material tiene alma. Una obra se convierta en arte cuando, no solo el creador, sino también el público hayan sido tocados por la misma, cuando el artista haya sido capaz de darle vida al material, a la materia. Por ello comparo al artista con un chamán. El chamán que transciende dimensiones no sólo con su tiempo y dedicación, sino también usando rituales. El performance es el ritual para mí. Durante mi viaje a Salvador de Bahía (Brasil) tuve la oportunidad de conocer el candomblé. No sólo la filosofía y la mística, pero también la estética del Vodoo se ha convertido en una gran fuente de inspiración para mi trabajo. Cómo se puede observar en la ropa que uso para vestir a la mujer. El tejido glitter cubierto con tierra roja es semejante a lo que he visto el la colección de objetos Vodoo haitiano de Marianne Lehmann.
¿Porqué tus figuras no suelen estar completas?
Mis figuras no suelen estar enteras. Algunas no tienen brazos, o les faltan las manos o los pies. Últimamente estoy dejando más partes del cuerpo sin terminar, para que la imaginación del observador le de el acabado. La obra «La Malinche» de Jimmie Durham, me hizo realizar cuanto me gusta si la obra deja espacio para la imaginación. Cómo cuando en mí niñez me encontraba con un abrigo colgado en un perchero de tal forma, que me podía imaginar que había alguien en él aún vestido. Me llegaba a imaginar hasta su voz. Actualmente son las hojas de la agave americana las que me permiten imaginar figuras, personalidades, en fin, criaturas.
¿Cómo acompañas tus instalaciones?
La inclusión del alivio cómico, o comíc relief como se dice en el mundo de la dramaturgia, es importante para mis instalaciones. Creo que hace falta un toque de color y humor para poder aceptar la brutalidad y fealdad que nos rodea y que también es parte de nuestro realidad. Esa es la razón por la cual amo al artista James Ensor y sus cuadros llenos de colores, máscaras y el miedo y la fealdad que en ellos puedes encontrar. Me gusta pensar que mi taller se parece a menudo a un cuadro de Ensor, con las máscaras y los trajes repartidos por el suelo.
¿Qué es lo que te atrae de la escultura?
Siempre he sentido la necesidad de crear en tres dimensiones y a escala real. Tengo la sensación que así mis obras, son más vivas y que se pueden enfrentar, e incluso confrontar mejor. Por primera vez he creado esculturas de tamaño real con la intencionalidad de colgarlas en la pared.
¿Cómo llegaste a hacer instalaciones?
El espacio es muy importe para mis figuras. Requieren de un ambiente adecuado. Es mi manera de respetar su dignidad. Las trato y las cuido cómo unas figuras religiosas. Aparte del ambiente adecuado y respetuoso, yo también les ofrezco comida, bebida, olores, luz y sonidos. La instalación pues, tiene en un segundo plano la finalidad de ofrecer una experiencia para los visitantes. He aprendiendo mucho sobre las instalaciones fijándome en el arte de Kienholz. Comparto con él, el amor por las calaveras, alfombras, lámparas y antigüedades en general.
¿Qué es lo que más te influye actualmente?
En este preciso momento me encuentro principalmente rodeada de mujeres en todas sus facetas. Hablamos de la fragilidad, de los amores y las penas. Eso se ve reflejado en la composición actual de mi obra, donde las mujeres predominan.
Cuentanos acerca de tus últimas intervenciones
La última instalación fue en la residencia de artistas artnground donde encontré el lugar perfecto para mis creaciones. En su interior conserva un aljibe de cuello de botella que conectaba con el inframundo, allí coloqué mis piezas que rápidamente tomaron sentido en aquella especie de catacumba. Me inspiraron las de los monjes capuchinos de Palermo donde podía ofrecer a mis criaturas un hogar similar.
La próxima será en el evento Arte y Campo organizado por Villasonora donde Fardou nos invita a contemplar sus criaturas en una instalación subterránea, cuya visión se contempla desde el zenit de la bodega acristalada. Keuning interpreta la hoja seca de la pita como una representación del hueso humano, en cuyas formas hace recordar codos, piernas y caderas. Un conjunto de piezas humanas que suplican la transformación en un nuevo cuerpo, en una nueva existencia.
¿Como has encontrado con una comunidad artística en tu nuevo lugar de residencia ?
Recientemente, una amiga me contó sobre las cuevas en Rojales y, ahí lo encontré, un regalo del destino tan cerca de casa. Las paredes blancas, sin esquinas. Un espacio tranquilo, silencioso. Una catacumba, un mausoleo, una casa. Un sitio donde preservar el amor. Un lugar donde conservar los recuerdos y sentimientos de una vida. Me fascina la fragilidad de la materia. Algo que se hace evidente en los cuerpos que envejecen, que se debilitan y finalmente decaen. Considero que el ser consciente de lo finito de nuestras vidas y de nuestros cuerpos, aunque a veces sea doloroso, puede llegar a intensificar el amor por la vida.
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