Carmen Juan, 22, habitante física de la ciudad de Alicante, su natal, aunque con el alma en otra parte (no necesariamente española y sin duda variable). Estudiante de Humanidades, flautista titulada por el Conservatorio Profesional «Guitarrista José Tomás» de Alicante, apasionada de los poetas clásicos pero también de los contemporáneos, garabateadora de cuentos y versos y adoradora a nivel casi religioso de la buena fotografía. Todo eso y alguna cosa más que probablemente se le olvide enumerar.
¿Qué te sugiere Alicante?
La costa siempre tira mucho, pero el turismo de playa me agobia e incluso me molesta, por eso la prefiero en invierno, azul y gris, casi una ciudad-escarcha. A pesar de que no he vivido en ningún otro lugar (todavía), no la considero mía. No es que no me guste, es que me gustan más otras ciudades, y esto se debe con toda probabilidad a la vida cultural.
¿Qué piensas de la actualidad cultural en Alicante?
Lo cierto es que deja bastante que desear, y no es porque no se intente. De un tiempo a esta parte se han puesto en marcha iniciativas como las del centro cultural Las Cigarreras, con una programación más que interesante que acoge ciclos de conciertos, exposiciones y actividades originales, como jornadas de trueque o étnicas… O los ciclos de poesía que organiza el Instituto Juan Gil Albert… Pero, ¿qué es el Juan Gil Albert? ¿Dónde está? ¿Qué hace? Es un simple ejemplo, lo que quiero decir con esto es que existe un descarado desinterés por la difusión de la cultura. Las instituciones que las organizan hacen lo posible, claro, pero no hay (o no la suficiente) colaboración activa por parte de quienes deberían potenciarlas.
¿Y de la actualidad cultural en general?
Se dice que son tiempos difíciles para la cultura porque hay «cosas más importantes en las que pensar ahora», y se invierte menos y se obvia más, pero lo cierto es que la situación actual ha despertado muchos espíritus hambrientos de cambio que están dispuestos a transmitir sus ideas revolucionarias como mejor saben: a través del arte.
Y nacen galerías alternativas, editoriales que publican en cartón, blogs cooperativos o proyectos como Salitre. Es muy posible que, si en un futuro se sigue estudiando Historia (y hablo en condicional porque visto lo visto es posible que la exterminen de las aulas, ya saben, por conveniencia), esto sea de lo que se escriba sobre el arte.
¿Cómo ves la situación actual: crisis económica y política, ética y valores, pobreza y riqueza, globalización, conocimiento…?
Repetiré una expresión que me desagrada pero está en boca de todos: «estamos en tiempos de crisis» y parece que el desarrollo cultural no interesa. Es mejor, más cómodo, que no tengamos inquietudes, que no haya mentes abiertas, que no seamos creativos. Que no pensemos, en definitiva.
No desmiento los problemas económicos, pero crisis significa cambio, y tal vez esta explosión debería servir para hacernos reflexionar y reestructurar los sistemas sociales y políticos. Creo sinceramente que hay que «resetear». Y es aquí donde se da el problema. El ser humano tiende, por naturaleza y como cualquier animal, a mirar primero su ombligo. Quien posee el poder está muy bien donde está y no conviene que el pueblo se rebele. Así que cuanto menos piense…
¿Algunas propuestas para el cambio? Si piensas que es necesario, claro.
Por supuesto que pienso que un cambio es necesario. Estoy convencida de que el virus está en las raíces. No hay que fumigar o talar, hay que arrancar de cuajo, limpiar la tierra y volver a sembrar. No podemos salir a la calle un día de cada diez, pintar pancartas y gritar consignas ingeniosas y luego volver a casa, con un poco de suerte al trabajo… y quejarnos de lo mal que está todo. Un problema no se afronta a ritmo de batucada. Se afronta actuando, con o sin apoyo por parte de eso que un día malnombramos «altos cargos». Los altos cargos están fuera, en la calle. Los altos cargos somos nosotros, y debemos ser consecuentes con nuestras decisiones. Si decidimos aguantar, más nos vale el silencio, pero si nos quejamos… La solución está única y exclusivamente en nuestras manos.
[hr]