Dibujante e ilustrador barcelonés
A pesar de que su formación artística se resume a un curso de diseño gráfico, el dibujante Ärles Gayo demuestra con su obra que el arte no siempre está ligado a un título académico. Natural del barrio de Poblenou (Barcelona), este joven autodidacta ha optado por el trazo libre como representación más fiel de su identidad.
Una de las paradas que más marcó su vida fue su estancia en Cadaqués. Un antes y un después con una constante permanente: la expresión artística a través de cualquiera de sus manifestaciones. Ejemplo de ello son algunos de sus proyectos, como la portada del grupo “Inspira” y algunos carteles de conciertos. Sin embargo, se mantiene leal a su propio estilo y rechaza aquellos trabajos que se alejen de las historias que desea narrar. Esa voz que adquiere forma a través de un simple lapicero.
¿En qué se inspira para crear sus ilustraciones?
Tengo diferentes procesos. Normalmente me inspiro en mis temores a la vez que en mis ilusiones, en mi vida sentimental u onírica, en recuerdos imborrables que quedan tatuados en el alma y necesitas expresar de alguna manera. También, mediante símbolos o metáforas gráficas de lo que quiero decir al mundo, otras de experiencias personales. Estigmas perpetuos.
Intento conectar con esa inocencia que vamos perdiendo a cada paso que damos y que es importante conservar sin llegar a la ingenuidad. A veces, mientras camino o incluso cuando me encuentro entre amigos me vienen ideas, como si en ese momento actuara como antena receptora y desde ese punto lo voy expandiendo. Pienso en ello durante mi vida cotidiana hasta que llego a una conclusión: cuando siento que todo lo que figura en un mismo espacio interactúa al unísono con lo demás y se crea como una especie de universo paralelo.
Tal vez este paralelismo te haga sentirte alienado y perder el contacto con la realidad, pero siempre muestro una salida en mis ilustraciones, algo que dice que por muy compleja que sea la situación en la que te encuentras siempre hay un agujero por donde escapar, el cual siempre está muy cerca pero nos cuesta verlo.
Otras veces empiezo de forma impulsiva, sin tener una idea preconcebida y me dejo llevar y atrapar por lo espontáneo, que es igual de estimulante. El hecho de conectar con ese espacio donde el impulso de tu subconsciente te hace de guía y te lleva a algo que curiosamente siempre guarda una relación estrecha con algo real, algo que está pasando. Una voz que muchas veces creemos muda y que hay que aprender a escuchar. Todos estamos aprendiendo.
¿Algún referente que le haya influido?
No. Las cosas que hago ahora no dejan de ser una representación similar de lo que hacía a veces cuando era niño, pero en una versión expandida y con una determinada composición.
Nunca he sentido que la obra de otro artista me influyera en el momento de la gestación de una idea o en el de su desarrollo. Mientras he ido descubriendo a según qué artistas me he percatado de que alguno tenía cierta relación con mi estilo. A veces pienso que existen ciertos moldes neuronales establecidos y que eso hace que personas sin un lazo genético entre ellas compartan una forma de percibir el mundo o de expresarlo.
¿Cómo define su estilo? ¿Y cuál es el trazo de su esencia?
Difícil. Creo que está ligado al surrealismo y al grabado.
Intento que por muy barrocos o narrativos que sean los cuadros siempre se respire en ellos un aire de inocencia. Es decir, a pesar de lo complejo, sea agradable de apreciar y puedas descubrir detalles escondidos.
Me gustan los pequeños detalles en la vida, encontrarte con pequeñas sorpresas, aquellas que hacen que un momento sea más especial y marquen la diferencia entre un día u otro.
Con respecto al trazo de mi esencia, diría que es aquel que te viene dado de forma innata y que con las experiencias y obstáculos que vas superando se va definiendo como algo particular, como un distintivo. Algo muy personal que cada uno de nosotros lleva en su interior y hemos de intentar mantener y creer en ello, a pesar de las posibles críticas.
Dibujar es lo que más está ligado a mi forma natural de expresión. Y mi intención es aprender pero siempre con cuidado de no acabar cayendo en estándares o métodos prefijados. La esencia es esencial, valga la redundancia.
Sus ilustraciones recuerdan a El Bosco, ¿se lo habían dicho antes? ¿Con quién se siente identificado artísticamente?
Me lo han dicho varias veces. Y sí, estoy de acuerdo en que hay un lazo que nos une en la forma de transmitir lo que sentimos. A esto exactamente me refería antes cuando decía lo de los moldes neuronales o espirituales. Cada uno de nosotros somos únicos, pero por ejemplo, cuando conoces a gente nueva te das cuenta que con algunos de ellos sientes una conexión.
Estuve en el Museo del Prado admirando El Jardín de las Delicias, inmóvil. Durante una hora apreciando cada detalle. Una experiencia única. Para mí es un halago que me comparen con El Bosco. Lo extraño de todo ello es que sea alguien que vivió como quinientos años atrás. Fue un verdadero visionario.
Tal vez sea con él con quien me sienta más identificado artísticamente.
Presta atención a su barrio natal, Poblenou, ¿qué consecuencias tuvo para su formación artística haberse criado allí?
El barrio de Poblenou ha sufrido muchos cambios. En la época en que mis abuelos vivían allí, durante la segunda república, Poblenou era un barrio republicano y anarquista. La crisis social y económica de este período ocasionó conflictos laborales.
Durante la guerra civil fue un barrio donde trabajaban los principales dirigentes anarcosindicalistas y tomaron parte activamente para detener la rebelión fascista. Hubo bombardeos, hambre y frío. Supongo que todos estos recuerdos se transmiten a través de la educación o de la genética.
Fue el barrio con la mayor área de concentración industrial de Cataluña. Por ello, sufrió una constante transformación, entre las fábricas y las obras constantes. Sin olvidar lo que supusieron las Olimpiadas del 92.
Por un motivo u otro, todo este ruido de fondo se nos ha metido en la piel a todos los que hemos crecido en este ambiente. Creo que mis dibujos contienen algo de este ruido, incluso cuando no me tocó vivirlo.
Es un lugar en el que se respira algo familiar. Está muy cercano al mar y siempre lo veré como una zona muy carismática de Barcelona y muy mía.
Y trasladándonos a Girona, ¿de qué forma supuso un antes y un después su etapa en Cadaqués?
En Cadaqués las cosas suceden a una velocidad y a una intensidad muy diferente a la de la ciudad. Y no porque sea más tranquilo.
No tengo ninguna duda al respecto cuando se dice que hay algo mágico en él. No solo por su belleza, sino por algo subyacente e impalpable que te atrapa al instante. Ese algo te envuelve en una burbuja donde el tiempo siempre suma, nunca resta.
Esta relación estrecha con el pueblo y con las formas únicas de su naturaleza. Todo ello me ha quedado marcado.
Durante aquel tiempo allí me sentí liberado de historias que arrastraba y me hizo creer más en mí mismo. A veces cuando pienso en ello lo recuerdo como si recordara un sueño, pero muy largo.
Su formación es autodidacta, ¿en qué momento comenzó y por qué?
Siempre me ha gustado dibujar pero hace relativamente poco que empecé a acabar lo que empezaba. Amigos y familiares me animaban a que le dedicara más tiempo. Y ahora en este punto no sabría vivir sin ello.
No he ido a una escuela, a mi ritmo he ido aprendiendo cosas. Y me encanta saber que aún me queda muchísimo por aprender. A todos nos queda mucho por aprender.
¿Cómo evoluciona ese aprendizaje?
Muy bien. A veces pasa un tiempo hasta que no vuelves a detenerte y a mirar los primeros trabajos que hacías y te das cuenta de que ha habido una evolución. Está claro que cuando más te dedicas a algo, mejor lo haces. Y esto mismo ocurre con cualquier disciplina.
En algunas de sus ilustraciones se repite la imagen del observador protegido por un aura que se mantiene pendiente de la imagen, ¿qué significado tiene?
Sí, es el espectador que proviene del mundo real, es el agujero por donde podemos colarnos en caso de que nos perdiéramos demasiado. Un brazo al que agarrarse.
Por otra parte, es algo que puedes descubrir como espectador, pequeños universos dentro del mismo.
¿Tienen nombre propio esos observadores o son fruto de su imaginación?
Sí, todos ellos tienen nombre propio. Son personajes que guardan relación con el momento concreto en el que me encontraba cuando realizaba la ilustración. Todos son familiares, amigos o artistas. Son como la banda sonora del cuadro.
¿En qué proyecto está trabajando actualmente? ¿Qué guarda para el futuro?
Ahora me encuentro acabando un cuadro que se llamará ‘Vivint de Petits Miracles’, es más sencillo que los demás y viene a explicar la situación en que nos encontramos muchos de nosotros: viviendo de pequeños milagros.
También estoy acabando uno que tendrá el tamaño más grande de todos los que hecho hasta ahora y que continuará con la línea actual. En él, aparecerá una amiga mía haciendo de modelo.
Cuando haga la exposición de esta serie en blanco y negro he pensado de probar con el color. El resto llegará sobre la marcha.
¿Cómo considera que se encuentra el panorama de la cultura en general y en su disciplina en particular?
Los recortes brutales que están sufriendo los sectores culturales como la literatura, el teatro o la música son fruto de que se infravalore el arte.
La cultura es un bien humano, libre y para todos. No se trata de un “capricho”, como afirman algunos. ¿Cómo hacer que las instituciones le den la importancia que se merece? Difícil. Ahora se respira este halo de psico-drama colectivo en este aspecto.
De todas formas, pienso que no está todo perdido. Es cuestión de confianza y constancia. Para explicar esto, siempre pienso en esa frase del gran Groucho Marx que dice: – Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas-.
[hr]
carlesgayo@gmail.com