La tarde va cayendo y una aromática brisa marina juguetea con la cortina. Un silencio acogedor, pero a la vez molesto, les envuelve. El tocadiscos ha dejado de sonar. Ella está de pie eligiendo un disco y él sentado en la cama entre las sábanas que horas antes acogían los susurrantes gemidos de placer. Los dos, desnudos, se miran con semblante serio. Hace unos meses pusieron punto final a su relación. Una relación en la que no dejaron espacio para el amor y el compromiso. Ella se acerca y acaricia el tatuaje de su brazo mientras tararea la canción que acaba de poner. Él se levanta y la abraza. La luz anaranjada del atardecer se desliza por sus cuerpos mientras bailan y se besan.