Voy a referirme a la película, y así título el artículo, como El sueño de Ellis. El absurdo, y van, titulo en castellano que ha recibido una obra que el 99% de la cinefilia conoce como The immigrant. No sólo fue estrenada en Cannes durante mayo de 2013, sino que una gran cantidad de personas ya la han visto por distintos medios antes del, una vez más y van, surrealista estreno en España a finales de junio de 2014. Las descargas existen, y que uno lo lamente no hacen que existan menos, y no hay industria menos reactiva a los cambios tecnológicos que la de la distribución cinematográfica española. Pero es que además antes del estreno la película podía comprarse a precios módicos en tiendas virtuales extranjeras que no ofrecen peor servicio ni mayores dificultades que las tiendas virtuales españolas.
Me refiero a ella como El sueño de Ellis para que el 1% que no la conocía la localice en cartelera con facilidad porque recomiendo encarecidamente su visionado. Que lo que venga a continuación no sea en esencia positivo no significa que sea tan ciego como para creer que no es una película recomendable o que pueda gustar, dadas sobre todo las numerosísimas críticas entusiastas que ha recibido.
James Gray es uno de los directores USA más admirados, justamente, y que prometen a pesar de no prodigarse demasiado, una mejor carrera en los próximos tiempos. Su categoría excede estas líneas pero hay un elemento en su cine que catapulta especialmente el culto hacia su figura y que estoy seguro que ha condicionado para bien o para mal la concepción y ejecución de una película como ésta. La añoranza por un cine USA de los 70, no dirigido a adolescentes descerebrados, un cine en el que cabía un público maduro con otros intereses dramáticos que los superhéroes o la comedia romántica y/o hormonal. No pocas veces Gray ha sido celebrado como estandarte y promesa de resurrección de este cine en un verdadero páramo en el cine americano comercial de amplio alcance.
No sé si Gray, el director de Two lovers (mi película USA favorita de este siglo junto a El nuevo mundo), es de los que cometen el tremendo error de leer lo que se escribe sobre él, pero ha trabajado en El sueño de Ellis muy, excesiva y deliberadamente en esta dirección. Y no es que la película sea un homenaje mimético y desangelado a un cierto cine, sus problemas son otros, pero su concepción visual, partiendo de títulos señeros como El padrino II, fundamentalmente, empieza y acaba en sí misma, encontrándose la película con serios problemas sobre a dónde va o qué está contando.
Se supone que el film es un melodrama, y se supone que el libreto de un melodrama no ofrece una profunda introspección psicológica de los personajes. No es falta de profundidad lo que le reprocho a la obra, sino que el guión de James Gray y Ric Menello es un verdadero obstáculo, por torpe y chirriante, para que luzcan los logros de la espléndida puesta en escena de James Gray.
Gray parte del aparato visual del Nueva York al que llega Vito Corleone y no lo copia vilmente. Hace su propio trabajo, dándole una personalidad al espacio, a los ambientes, vestuario y todo el aparato de producción que pareciera que lo ha inventado él perfectamente. Notabilísima es la fuerza que cobra la guarida en la que el personaje de Bruno refugia a Ewa, (el uso de la pantalla ancha tomando relieve puertas, marcos y distintas estancias), o cómo esa Nueva York, las calles del barrio judío (ahí surge Leone), el teatro de Bruno, la isla de Ellis o el parque, se convierten en verdaderos personajes de la película.
Probablemente es eso con lo que habría que quedarse de la película y no juzgarla por la calidad de su libreto. El problema es qué sucede cuando tú escribes un libreto que no es que sea folletinesco, porque sería entonces lo que debe ser, no es que sea grandilocuente o ridículo, que es una apuesta suicida aceptable, es que es demasiado lento y polvoriento, dando vueltas en círculo sobre sí mismo de manera agotadora , y para colmo dificultando la comprensión de la obra por su propia indefinición y por la nefasta labor del reparto.
Se puede entender que un libreto folletinesco esté al servicio o se funda limpiamente con la narrativa visual de un gran melodrama, pero es que la pesadez del guión de The immigrant eclipsa su narrativa completamente. Ewa es un personaje cuya rocosa voluntad mezclada con una candidez que no aminoran los trágicos acontecimientos intenta pasarse por un personaje complejo, cuando simplemente es un personaje que mantiene férreo un objetivo durante dos horas y no evoluciona, crece madura, ni mejora ni empeora durante esas dos horas. Bruno es una especie de villano al que se le van añadiendo capas de insólita humanidad hasta que él mismo tiene que recordar hacia el final de la película que no deja de ser un villano bastante siniestro. No es tanto jugar a la ambigüedad o a la complejidad (nuevo intento) como a que una narrativa errática decida olvidar lo que el personaje es. Y el peor del triángulo es Orlando el mago, al que se supone un personaje bueno, un poco en la línea de Chaplin, pero tan cargante y repelente, que nunca acabas de tener claro si la película está criticando este tipo de heroísmo o simplemente el personaje está mal definido.
Tampoco ayuda, como decía en absoluto, los haceres del triángulo protagonista. Marion Cotillard es una sublime presencia cuando es eso lo que se requiere. Puede estar al servicio de vestuarios (Enemigos públicos, Origen), guiones divertidos (Medianoche en París) o ideas de cierto calado sobre la vida (De óxido y hueso), pero se muestra incapaz de aportar nada como actriz a una película que tampoco se lo pone fácil. Joaquin Phoenix está pasado de vueltas, pero es que yo en su caso tampoco entendería lo que pide su personaje. Y el más desconcertante es Jeremy Renner como Orlando el mago, porque es que resulta imposible saber si con su mediocre interpretación arruina el diseño del personaje o si el fatídico diseño del personaje hacía imposible interpretarlo de alguna manera.
FINALE
La cuestión es si basta entender las formas del cine de los 70 y ser capaz de retomarlas con la categoría con las que la retoma Gray para hacer una película de verdadera valía. El plano final de El sueño de Ellis / The immigrant es maravilloso, de una expresividad narrativa sublime, pero todo está al servicio de un verdadero petardo. Para que el libreto no tenga la suficiente importancia hay que ser sutil para no darle una aparatosidad impertinente. Gray naufraga en una peripecia humana de cartón piedra que pasa por ambigua o poética pero que no se me puede antojar peor escrita. No la trataría como una decepción, esa tensión entre la puesta en escena segura de si misma y la indefinición del libreto no deja de convertirla en un potente objeto discutible. Siempre que pase hay que saludar con alborozo a esas películas que no están teledirigidas a lo que va a pensar toda su audiencia. La tensión en la propia película y la tensión entre comentarios positivos y los negativos (menos) que voy leyendo, hacen a este film imprescindible en el espacio de lo motivador y de lo imprevisible.
[…] el plano final, Sandra (una excepcional y siempre convincente Marion Cotillard) abandona la escena poco a poco, en una mañana de lunes luminoso su rostro aparece con un deje de […]
[…] para mucho. Para aburrirse y para saltar en la butaca de emoción. James Gray remonta el vuelo de The immigrant y a las imágenes no se las come la puerilidad del libreto. Pero lo que verdaderamente queda es que […]