Nadie podía imaginar hace sólo unas semanas, a pesar de las noticias procedentes de China y salvo los habituales agoreros, que la situación de alarma desatada por el coronavirus iba a llegar tan lejos como ha llegado.
No vamos a hablar en cualquier caso sobre lo ya conocido en el ámbito sanitario, ni de la actuación del gobierno en una situación inédita por la que en cualquier caso hubiese sido criticado tanto por pasarse de frenada, como de haberse quedado a verlas venir, como de actuar a impulsos o de forma precipitada.
Ni en definitiva de todo aquello que tenga que ver con nuestra denostada clase política, independientemente de su color y condición, ávida de buscar réditos a cualquier precio y en cualquier ocasión. Todos han cometido errores, tanto en el gobierno -como principal responsable-, como en la oposición pero eso ahora no toca, lo que toca es remar todos en la misma dirección que, cuando pase esto ¡que pasará!, ya tendremos tiempo de analizar lo ocurrido.
Sólo quería dedicar ahora unas cuantas líneas para hacer una llamada a la cordura a todos aquellos que se dedican a infectar las redes sociales a base de bulos y mentiras, interesadas o no, para despertar inquietudes, malestar, odio y un sin fin de reproches entre la ciudadanía.
A esta última por creerse casi a pie juntillas todo tipo de bulos y dar credibilidad a los mismos por mucho que otros nos empeñemos en desmentirlos. A los que han hecho de las redes sociales y de los chats de whatsapp su único medio de comunicación veraz. A los que nunca se han interesado por otros medios que, respetando su propio punto de vista, intentan ofrecer una información segura de los acontecimientos al margen de su orientación política, sin que esto pueda exculparles tampoco de sus, en ocasiones, manifiestos errores.
El Brexit o como una nación puede abandonar la Unión Europea en base a una gigantesca mentira, la llegada al poder de tipos como Jair Bolsonaro, Donald Trump y Boris Johnson en países tan relevantes como Brasil, EE.UU. y el Reino Unido o los continuos reproches, cuando no apaleamientos verbales o físicos, a la población inmigrante son consecuencia directa, día sí y otro también, de dar toda la credibilidad a una información o a una cadena de whatsapp sin contrastar y tras la que se esconde un perfil falso cuando no una firma inexistente.
Y en el caso del COVID-19 no iba a ser menos. Si ya de por sí estamos sobreexpuestos a todo un gigantesco volumen de información sobre un fenómeno que está trayendo enormes repercusiones a escala planetaria, no sólo y con eso nos llegan continuamente mensajes en cualquier formato que lo único que hacen es alentar la desinformación y el miedo. Un miedo que, como es sabido, puede llegar a causar más daño que la propia enfermedad.
Todos sabemos que la crisis del coronavirus pasará, esperemos que más pronto que tarde, y que, a mí el primero, nos ha sorprendido mucho más de lo que en un principio creíamos. Pero me temo que la inmundicia humana no aprenderá de ello y que las mentiras, vengan de donde vengan, atenten contra quien atenten, seguirán infectando la mente de muchas personas con consecuencias fatales para la convivencia cuando no para el devenir del conjunto de la humanidad.