El hoyo es una cinta nada contemplativa, ni siquiera tenue en su fondo, es totalmente directa, con unos diálogos que describen la sociedad mucho más allá del materialismo y el capitalismo.
Va directamente al grano del clasismo, de las escalas sociales, y de los diversos comportamientos cuando se varía de uno a otro. Una descripción total de cómo se puede subir o bajar pero con dignidad, pero al mismo tiempo cómo se pierde la vida en ello en otros casos.
Una construcción de hormigón hermética, a primera vista, donde no se sabe el número de niveles que existe, un vacío entre plantas que hacer ver el abismo sin fin. Dos personas en cada nivel que deben convivir al menos un mes, y una plataforma con platos de comida que va descendiendo y que va menguando a medida que baja. ¿Llegará la comida al final? ¿Cómo sobreviven los que están al final de ese pozo sin fondo visual?
Los diálogos aquí imperan desde la primera escena, con personajes sombríos, tristes y melancólicos en busca de una razón por saber porque están o no en un nivel distintos al resto de los que habitan en un zulo, aunque las dimensiones sean distintas.
Porque al final Galder Gaztelu-Urrutia mete a toda la humanidad en ese hoyo, en ese edificio hueco pero ocupado que es la sociedad, que se jacta de hacernos partícipes de un sorteo que es caer o no en una clase social, lleno o no de privilegios, para poder sobrevivir o no al día a día.
Una cinta que puede enmarcarse en el drama, El hoyo, donde la crítica es su razón de ser, y la búsqueda de la equidad en el género humano es lo más importante a destacar como reclamo de una vida justa y al mismo tiempo digna.
El hoyo (The Plarform) de Galder Gaztelu-Urrutia inauguró la pasada edición de la 30 Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, además de haber estado presente en Sitges este año.
El comienzo de la película es con una frase que contiene la palabra Obvio y que se repite durante casi la mitad de la cinta, ese significado que le da empaque al fondo, como parece que admitimos como normal algo que no lo es. Esa evidencia ante lo que uno se revela, pero finalmente sigue igual, enfatiza cada una de las frases y al personaje que posee esa fuerza en esa palabra, para demostrar que ya está todo dicho o no, pero ahí queda.
Destacar en la parte interpretativa a Iván Massagué y a Zorion Eguileor un duelo interpretativo de alto nivel, que por momentos nos hacen creer que están en toda una obra teatral, algo a lo que Zorion está más que acostumbrado en su carrera. De hecho el guion en un principio se creó para el teatro, pero con el tiempo se necesitaba otro espacio para recrear lo que los guionistas David Desola y Pedro Rivero plantean en todo su conjunto.