Hulu ha anunciado que el 28 de abril tendrá lugar el estreno de la cuarta temporada del Cuento de la Criada, serie basada en la novela de Margaret Atwood. Imprescindible feminista, nos plantea una sociedad distópica fundamentalista, donde las mujeres han perdido sus libertades y derechos para ser un mero accesorio de lo masculino y dedicarse a la satisfacción de voluntad del patriarcado. Segmentadas en diversos grupos sociales, están obligadas a cumplir con un rol estricto del engranaje social, que a su vez «trata de solucionar» un gran problema: la infertilidad masiva. La sociedad es prácticamente infértil y hay muy pocos nacimientos de niños y niñas sanos.
El peso de la trama se acompaña de un lenguaje audiovisual casi impoluto, en el que la simbología del color tiene reservado un papel clave. Cada grupo social femenino viste de su color asignado, que lejos está de ser azaroso.
Las esposas, que son las mujeres situadas en escalafón más alto del orden social y las compañeras de los comandantes, visten de azul. Se trata de mujeres de «moral pura» que ya pertenecían a clases sociales altas antes del golpe de estado. Ese azul verdoso de sus ropas simboliza la pureza y virginidad, pero también nos da algún mensaje más. Como el mar, refleja el secretismo de las profundidades. Todas aquellas sombras que se quedan en los hogares que custodian. Al tratarse de un tono más bien, frío y poco alegre podría estar asimismo asociado con la depresión. Este fenómeno se ve con nitidez a través del personaje de Serena en la tercera temporada. Y es que, aunque privilegiadas, las esposas tampoco escapan del nuevo opresivo y brutal orden social.
Dentro de las mujeres que el sistema califica como legítimas también se encuentran las Marthas, un rol parecido a la tradicional ama de llaves o servicio doméstico. Suele tratarse de mujeres que pertenecían a clases sociales bajas y por su puesto infértiles. El gris verdoso es el color elegido para ellas. Un color apagado, carente de vida, opuesto al rojo que en este contexto representa la infertilidad.
Es precisamente el color rojo el que está reservado a las criadas, las fértiles, las bendecidas con la capacidad de albergar vida a pesar de sus pecados. Además de representar la fertilidad, el color rojo del vestuario puede recordar a aquella letra escarlata que tenían que llevar bordada en el pecho las pecadoras, vinculando una vez más el sexo, en esta ocasión ni si quiera es consentido, al pecado. Infantilizadas, apeladas constantemente como «niñas», aunque son consideradas legítimas – gracias a la gracia de dar vida que Dios les ha otorgado- son arrebatadas totalmente de la legitimidad sobre su cuerpo.
Del control de las criadas se encargan las tías, que ya creían en Gilead antes de su creación y cuyo deber es educarlas, supervisarlas y a ejercer la violencia – física, porque la psicológica es constante – en el caso que fuera necesario. Estas visten de marrón, que suele asociarse a emociones desagradables o a la insensibilidad.
Todo este empleo del color contribuye a la creación de un lenguaje simbólico presente durante toda la serie al compás del cual se desenvuelve la trama, que puede ser tomada como una distopía, pero también como una metáfora no tan distópica.
Con su mirada.