Kathryn, la cámara walkiria
A estas alturas del año, usted, usted y usted estarán hasta las narices de listas y recopilatorios del año en cine, música y literatura que a nadie le importan pero a las que todos nos entregamos. Además, se diga lo que se diga, las listas sirven de bien poco porque sus resultados finales arrojan los mismos títulos aquí y allá que además ya adivinábamos hace seis meses.
La alternativa es pasar de las listas generales y buscar en las listas particulares cosas que a uno se le hayan podido olvidar o razonamientos sugestivos respecto a lo que uno no estaba demasiado inclinado a ver.
Yo sabía perfectamente qué película era pero Detroit se me había ido por el sumidero del torrente de estímulos que nos asaetan día sí y día también. Tampoco había protagonizado el grueso de la listas, aunque para mi sorpresa algunas personas de ésas que siempre despiertan tu interés respecto a lo que comentan la habían destacado en lo más granado del año.
Y eso que Kathryn Bigelow no era en absoluto una desconocida pero a finales de verano vimos un tráiler tan poco prometedor que precipitó al limbo el incipiente estreno.
En tierra hostil y La noche más oscura la han lanzado, junto a Clint Eastwood, como los que quizás son los dos grandes cronistas de la violencia física y moral de un país como los Estados Unidos.
Antes de ello, Nanni Moretti nos había tenido inconscientemente alejados del cine de la Bigelow con las divertidas prevenciones lanzadas desde Aprile, una de sus piezas más divertidas. Otros, en silencio, ya advertían su soberbia narrativa.
Ambas películas junto a esa espectacular y tensa firmeza narrativa que te dejaba con los ojos abiertos como platos, despertaban no pocas dudas, junto a planos que sugerían el sinsentido de la violencia militar, otros la exhibían con una impudicia que lindaba con lo obsceno. No era fácil abstraerse de qué hacían en la realidad esos artificieros en Iraq ni sobre todo de cómo iba vestida Jessica Chastain para la tortura o el videojuego infame en el que se convierte la operación militar que da caza letal a Bin Laden.
Pero eso no es malo, uno da por hecho que el enfoque crítico de Bigelow es inapelable pero al mismo tiempo Clint y ella no son cineastas de blancos o negros y por eso creo que tienen más posibilidades de perdurar en la historia del cine americano que Michael Moore, que no me ofrece dudas y estoy completamente de acuerdo con él siempre.
Una noche en el motel Algiers
Detroit cuenta como bloque central de sus dos horas y veinte de duración el incidente que acabó con la muerte de tres chicos negros en el Motel Algiers de la ciudad, a manos de la policía, la noche del 25 de julio de 1967.
Previamente un prólogo nos ha contado el creciente fracaso social de las migraciones interiores de la población negra hacia zonas industrializadas, consumándose a pesar de los supuestos cambios una desigualdad racial perpetua ejecutada por patrullas de policías, muchos de ellos agresivos.
Antes de llegar al bloque central del incidente del Algiers, Bigelow te situa en los disturbios de una Detroit cuya población negra se rebela contra una desproporcionada intervención policial en la fiesta que celebra el regreso a casa de un veterano de Vietnam: “En Vietnam nunca me llamaron negrata”, reza un cartel de la fiesta.
Las cartas están muy claras y boca arriba desde el principio. Kathryn Bigelow ha hecho una película maniquea. Los negros son buenos y los blancos malísimos, bueno, no todos (hay lucha interna contra la corrupción, personajes que desaprueban lo que sucede…) pero básicamente es una película maniquea. No veo el problema, también lo son (afortunadamente) las películas sobre el Holocausto. Bigelow se revela como una excelente cineasta política. No va a reflexionar sobre los vidrios rotos por los negros, lo que pone sobre el tapete es una determinada estructura social racista de represión y paranoia, que como en el caso del cine de Eastwood es la que desata la tragedia.
Detroit no es una película sobre el Algiers sino sobre el racismo estructural de un país.
El bloque final narra el juicio a los policías. En algún momento tu lado más racionalista duda sobre si es correcto filmar una película dando por válida una versión de la Historia que los tribunales no han refrendado, por muy racistas que fueran o pudieran ser esos tribunales, cosa que no sabemos si ése en concreto lo fue, al final tienen que colocar un cartel aclaratorio para hacernos saber que ésa no es la versión validada por la Justicia.
No caeremos en el tópico de hablar de cine necesario pero sí creo que se trata de una película que se moja y habla alto y claro asumiendo riesgos, como el de fracasar en taquilla y ser olvidada en los principales premios. No sabemos si habla de más o habla de menos o haciendo esos juegos malabares con la palabra tan gratos a cierta crítica una blanca rica no debería hablar de racismo. Yo creo que de racismo puede hablar quien quiera y Kathryn Bigelow, con los ropajes de la tensión, con los ropajes de género que conoce, como han hecho tantos grandes, habla de forma excelente de un tema que no ha perdido candente actualidad.
Ficha técnica