Hablar abiertamente de menstruación y ciclo menstrual sigue siendo un tanto extraño en los tiempos que corren.
Sí que es cierto que el uso de la copa menstrual y otros productos alternativos a las compresas y los tampones desechables está promoviendo que el contacto con nuestra sangre sea una manera de adentrarnos en el amplio y fascinante mundo del autoconocimiento a través del ciclo menstrual.
Pero todavía queda mucho camino por recorrer.
Cuando algunas personas me preguntan a qué me dedico y les cuento que estoy impulsando un movimiento de cultura menstrual que se llama La Caravana Roja me suelen devolver miradas de asombro y extrañeza pero también en muchos casos de interés por saber más.
Cultura… ¿Menstrual?
Sí, la Cultura Menstrual sigue estando invisibilizada y es un campo de conocimiento que gira en torno a las creencias, prácticas, saberes y hábitos que tienen que ver con el ciclo menstrual en las diferentes sociedades.
La menstruación sigue siendo un tabú y en este momento hay millones de mujeres en el mundo que están siendo discriminadas y violentadas por este proceso fisiológico de nuestros cuerpos cuya presencia no es ni más ni menos que un síntoma de salud.
¿No te parece increíble que el hecho de menstruar genere tanta controversia?
Cuando empecé a conocerme a través del ciclo menstrual observándome y llevando un registro de lo que me pasaba a nivel físico, emocional y mental en las diferentes fases fue revelador puesto que por primera vez fui consciente de la falta de información que tenía sobre mi propio cuerpo.
En mi mente se sucedían recuerdos de cómo lxs profesionales, y por tanto portadores del conocimiento que también me correspondía, hacían y deshacían sin tener en cuenta mi opinión, mi necesidad y mi deseo.
Por ejemplo:
Ginecólogxs queriendo que tomara la pastilla anticonceptiva sólo porque sí.
Las explicaciones en el colegio sobre el sistema reproductivo de una manera fría y cuadriculada.
Revistas para adolescentes que trataban el tema de la menstruación como un obstáculo para llevar a cabo los planes de ligar en la playa con el chico más guay del instituto que resultó ser un maltratador en potencia.
O la bendita frase sobre la llegada de la mujertez cuando me vino la menstruación por primera vez y no entendía qué significaba eso de ser una mujer.
Aprendimos desde muy pequeñas que la menstruación tiene que doler porque es lo normal.
Y muchas de nosotras crecimos sintiendo tremendos dolores menstruales. Quizá incluso acompañados de mareos, fiebre y angustia. En estos casos, nuestro cuerpo trataba y trata de decirnos algo. Entonces, lxs profesionales y también personas de nuestro entorno más cercano nos sueltan que eso es lo normal.
Pero, ¿Sabes qué?
La menstruación no tiene por qué doler.
Esta información es clave.
Durante la menstruación es normal sentirnos más hinchadas o con cierta pesadez y molestia en la zona del útero pero estas sensaciones tienen que ver con el intenso trabajo que nuestro cuerpo está realizando en esta fase del ciclo menstrual y no nos tiene por qué dejar postradas en la cama.
Si realmente entendemos cómo funciona nuestro cuerpo, lo que nos sienta bien y lo que no, nos quitamos la culpa de en medio y empezamos a conocernos realmente… estamos tomando las riendas de nuestra vida y también cuidando nuestra salud pues vivirnos en este sistema productivo, lineal y patriarcal nos enferma y también nos mata lentamente.
Y en esto consiste la creación y difusión de la Cultura Menstrual.
En generar fuentes de información acerca del ciclo menstrual para que se convierta en una herramienta de autoconocimiento y autocuidado que nos ayude a descubrir nuestro poder cíclico y aprender a utilizarlo en nuestro día a día.
Es también una buena alternativa para empezar a deshacernos de los tabús que nos han transmitido sobre nuestro cuerpo, sexualidad y menstruación para ser las verdaderas guardianas de nuestro placer, autocuidado y nuestra salud. Es también un camino de vuelta al cuerpo que parte de la recuperación de un saber que nos fue arrebatado hace mucho tiempo. Se trata de cuestionar de manera crítica, personal y colectiva las cadenas que nos impusieron con el fin de mantenernos anestesiadas para romperlas y convertirlas en polvo.
La Cultura Menstrual nos ofrece alternativas para acercarnos a nuestro ciclo menstrual como una puerta que se abre para empezar a entendernos, aceptarnos y respetarnos.
Nos permite acompañar de manera positiva a niñas y adolescentes en su primera menstruación para ir derribando la vergüenza y el rechazo hacia sus cuerpos tal y como nosotras lo sufrimos.
También nos propone el uso de productos de higiene menstrual sin químicos, respetuosos con el medio ambiente y más asequibles económicamente.
Por último, nos invita a generar estrategias personales y colectivas para despatologizar nuestros cuerpos y a erradicar los anuncios de compresas en los que aparece la supuesta sangre menstrual con ese líquido azul que, por supuesto, no nos representa.
Por eso la Cultura Menstrual es una revolución feminista.
También diversa y necesaria.