En esta ocasión recorreremos buena parte de Alemania en un viaje que, después de aterrizar en el aeropuerto de Basilea -compartido entre Suiza, Francia y Alemania-, nos llevará primero a Estrasburgo en Francia, para después atravesar la Selva Negra alemana, nos acercará al lago Constanza, intentaremos visitar uno de los castillos que inspiró a Disney en su Castillo de la Fantasía para acabar en Múnich desde donde arribaremos a un terrible lugar que, desgraciadamente, forma parte de nuestra reciente historia.
1º. Día. Hoy escribo desde Estrasburgo, donde se radica el Consejo de Europa y una de las sedes del Parlamento Europeo. Sí, ese que votamos de cuando en cuando, no sabemos bien cómo funciona y menos aún si sirve para algo. Pero Estrasburgo es mucho más que eso. Patrimonio de la Humanidad desde 1988, es una hermosa ciudad que se remonta hasta la época romana y que cuenta con un casco antiguo realmente atractivo que se nos antoja de lo más apetecible de disfrutar.
En la frontera con Alemania, con la que le une una larga historia de encuentros y desencuentros, Estrasburgo es la ciudad francesa que sirve de entrada y punto estratégico para recorrer la Selva Negra alemana. Esperemos que el tiempo nos acompañe, aunque esta noche nada más llegar nos ha caído un pequeño chaparrón de agua y nieve, sin que a pesar de ello la temperatura resulte desagradable.
Una semana en la que vamos a recorrer estas tierras, en un genuino Ford Galaxy de alquiler con tal profusión de controles que se diría que conduces un avión de última generación… pero volando bajito. Y lo más importante, con la aportación de nuestro hijo que ha podido conjugar sus vacaciones en Inglaterra con las nuestras para pasar estos días con la familia.
2º. Día. Esperábamos encontrar algo de nieve pero nos hemos sorprendido tanto de la nevada que nos ha caído encima, como de la cantidad de nieve acumulada desde apenas unos 500 m de altitud. Un viejo amigo, conocedor de la zona, me había dicho que en el mes de Marzo sería difícil encontrarse con el paisaje teñido de blanco pero según nos han informado por aquí la nieve también ha llegado más tarde de lo habitual y es que cada vez parece más evidente que algo en el tiempo está cambiando.
Y lo ha hecho tanto que nos ha obligado a modificar nuestro itinerario previsto. Hemos llegado sin dificultad y ya en plena Selva Negra a la localidad de Sasbachwalden donde nos han atendido estupendamente en la oficina de Información. Aunque, eso sí, gracias al chico y su dominio del inglés que si no…
Sasbachwalden es un hermoso pueblo de unos 2.500 hab. que deja una imagen rotunda de las poblaciones que salpican los frondosos bosques germanos y estas montañas, no excesivamente altas, que se extienden hasta las estribaciones de los Alpes. Edificaciones profusamente decoradas, rayanas en lo barroco, pero tan coloridas y, sobre todo, diferentes a lo que estamos acostumbrados a ver, que nos han resultado tan llamativas como sorprendentes.
Nuestra atenta funcionaria nos ha advertido que la ruta prevista iba a ser muy complicada con la intensa nevada pero nos ha sugerido que culmináramos la segunda parte de nuestra etapa hasta la pequeña Seebach para contemplar el Lago Mummelsee de origen glaciar. Pues bien de Seebach, como podéis ver en las imágenes lo que es ver no hemos podido ver nada y lo que es el lago y sus aguas lo hemos visto convertido en un gigantesco cubito de hielo.
Pero ha resultado una mañana fantástica. Hemos almorzado en el original restaurante del hotel Mummelsee junto al lago del que toma el nombre. Y bajo una copiosa nevada hasta me he atrevido con el sendero que circunvala el lago. En verdad una experiencia de lo más emocionante para gentes de secano como nosotros y que ve la nieve como algo tan remoto y esporádico.
Tanto como circular con toda precaución en una carretera nevada y entre máquinas quita – nieves decididas a que el manto blanco sobre el asfalto no cause algún estropicio.
Así nos fuimos acercando a Baden Baden, por recomendación de nuestra interlocutora, que con sus más de 50.000 vecinos es una de las capitales de la Selva Negra. Bonita ciudad distribuida entre colinas y que es conocida por sus baños termales, alguno de ellos ocupando suntuosos edificios. Y claro, como no, comercios y más comercios entre los que regocijarse también un poco.
Vuelta a Estrasburgo y parada en el espectacular edificio del Parlamento Europeo.
3º. Día. Estrasburgo cuenta con algo menos de medio millón de habitantes y es la capital de la región francesa de Alsacia. Hoy hemos dedicado el día a recorrer sus calles y visitar, al menos lo hemos intentado, algunos de sus monumentos más emblemáticos.
Estrasburgo, como la mayor parte de las ciudades europeas allende de los Pirineos, mantiene ese sabor a sus tradiciones y a su historia y lo hace entre tiendas de alimentación de las de toda la vida, ferreterías de mostrador de madera y cadenas de supermercados y boutiques de marcas de las que vemos en todas partes.
Pero también Estrasburgo comete los mismos errores que vemos en otros lados. La mayor parte de sus iglesias, las que guardan la historia de su ciudad y de sus gentes, se encuentran cerradas la mayor parte del día.
Así, después de un paseo por Les ponts couverts que en su día sí que estuvieron cubiertos y la presa Vaubam, de hecho una de las murallas de la ciudad medieval sobre el río Ill un afluente del Rin, alcanzamos la catedral a mediodía tras darnos portazo la Église Saint-Pierre-le-Jeune, una de las más interesantes de la ciudad, y pasear entre los curiosos tenderetes de un mercado al aire libre de la Place Broglie con un buen surtido de pescaderías, carnicerías y charcuterías incluidas. Justo al lado del Hotel de Ville, el ayuntamiento de la ciudad, el Banco de Francia y el Teatro Municipal.
La Catedral de Notre Dame de Estrasburgo, tiene una portada realmente impresionante. La torre principal con sus 142 m de altura fue hasta el SXIX la más alta del mundo. De un estilo gótico muy pronunciado su exterior resulta mucho más espectacular que su interior. El pórtico está profusamente decorado y la calidad de sus representaciones ya de por sí satisface la visita. El interior del edificio destaca por sus enormes vidrieras, un colorido órgano del SXVIII y un original Reloj Astronómico. También es cierto que nos hemos topado con el presbiterio tapado por completo para algún tipo de espectáculo por lo que no hemos podido hacer un recorrido más completo por tan magnífico edificio.
En la misma plaza se encuentra otra de las construcciones más emblemáticas de Estrasburgo: La Maison Kammerzell. Una casa de estilo gótico, casi barroco diría yo, reconvertida hoy en un lujoso hotel y restaurante.
Almuerzo, vuelta a casa a descansar un rato y dejar atrás una molesta lluvia que si no por intensidad sí que lo es por persistente.
Por la tarde nos hemos decidido a ver, aunque sea por lo original, el moderno anillo que en forma de bóveda circunvala la Estación Central de ferrocarril de Estrasburgo. Mañana, vuelta a Alemania.
4º. Día. Hoy hemos abandonado definitivamente Estrasburgo para adentrarnos en tierras germanas. Nuestra primera parada ha ido a recalar en la bulliciosa Friburgo de Brisgovia que con sus 220.000 habitantes, de ellos varias decenas de miles de estudiantes y según dicen con el mejor clima de Alemania la convierten en una ciudad de lo más animada.
Y así nos la encontramos con un interesante mercadillo de abastos en la plaza de su majestuosa catedral, como si estuviéramos en plena Edad Media. De un rojizo acentuado, como la de Estrasburgo, el exterior de la catedral destaca más que su interior aunque éste también esté largamente flanqueado por coloridas vidrieras. Pero su exterior gótico avanzado, está atiborrado de gárgolas, esculturas y representaciones bíblicas, lo que le da un aspecto casi enigmático. El pórtico principal policromado y profusamente decorado la hace todavía más interesante tanto como la magnífica torre que corona el templo a más de 100 m de altura.
Nos han llamado la atención en Friburgo sus famosos arroyuelos, unos pequeños canales artificiales que conducían el agua potable por toda la ciudad desde el SXIII y se mantienen desde entonces. Un paseo por sus animadas calles entre sus numerosos tranvías y vuelta a la carretera atravesando las montañas más altas de la Selva Negra.
A solo unos 40 km de Friburgo, parada en Titisee-Neustadt una de las estaciones de esquí más conocidas de Alemania, además de importante ciudad balneario gracias a sus aguas termales y que acompaña un precioso lago. Es aquí, en medio de una copiosa nevada, donde hemos decidido almorzar después de dar un breve paseo por las orillas heladas del lago y como es de suponer disfrutar de lo lindo de tan singular paisaje.
Continuamos nuestro viaje, bajo la cada vez más abundante nevada, por una serpenteante pero magnífica carretera entre campos cubiertos de un interminable manto blanco. Hasta que, sin dejar de nevar, alcanzamos nuestro destino a última hora de la tarde: Friedrichshafen, casi en la misma orilla del lago Constanza.
Esperemos que mañana, antes de seguir nuestro periplo, el tiempo nos permita disfrutar de tan maravilloso paisaje.
5º. Día. Vale la pena un breve comentario acerca de la enorme riqueza de estas tierras en lo que a regiones vinícolas se refiere. Lo cierto es que tanto la Alsacia francesa, como toda la Selva Negra e incluso el sur de Baviera, esta regado por hectáreas y hectáreas de viñedos cuyos caldos son muy reconocidos entre los aficionados a la cultura del vino. Como ese no es nuestro caso no le hemos prestado mucha atención a ello pero sí que es cierto que se aprecia el interés por éste en las numerosas tiendas especializadas y su presencia en bares y restaurantes.
Hoy ha sido un día realmente espectacular. Después de abandonar nuestro singular hotel en Friedrichshafen, la fortuna nos ha acompañado y nos ha amanecido un día claro y soleado. De este modo nos hemos dirigido a la isla de Lindau en el Lago Constanza. Unida por un puente a su orilla, la ciudad vieja de Lindau constituye una hermosa villa costera que a la vista de la infraestructura existente debe ser un importante destino turístico veraniego. Sin duda, una de las cosas que más llama la atención, además de sus callejuelas y sus bellos hoteles frente al puerto, son el imponente faro y la enorme estatua del León de Baviera que vigila la entrada al mismo.
Vuelta a la carretera camino del Castillo de Luis II de Baviera en los Alpes Bávaros. No podíamos imaginar que los pocos más de 100 km que distan de Lindau a Füssen en cuyas proximidades se encuentra el castillo y otros tantos más hasta nuestro alojamiento en Augsburgo íbamos a recorrerlos rodeados por el mismo manto blanco desde que prácticamente salimos de Estrasburgo. Sí que ha llegado también tarde aquí la nieve este año pero en lo que a nosotros respecta y en especial en un día tan claro como este será un entrañable recuerdo que guardaremos para siempre.
Pero todo no puede salir a sabor de boca y a pesar de la ilusión que habíamos puesto en ello nos hemos dado con las taquillas del impresionante Castillo de Neuschwanstein en las mismísimas narices. Parece ser que como en otros monumentos tan emblemáticos como este las entradas hay que sacarlas con antelación y solo se ponen a la venta en el día unas pocas a primera hora de la mañana.
Si bien ello ha supuesto un cierto desencanto de principio la espectacularidad del marco en el que se enclava la formidable edificación es ya de por sí suficiente para dar casi por cumplida la visita. No se puede ascender en coche hasta el castillo y ello supone una larga y empinada caminata o recurrir al transporte público así que tuvimos que conformarnos con ascender al Castillo de Hohenschwangau, construido por el padre de Luis II. Este último por su parte acabaría superándolo con creces con una edificación tan singular como la de Neuschwanstein que por su rareza y otras excentricidades le acabaría proporcionando el apodo del rey loco.
Almuerzo de lo más tradicional en unos de los numerosos restaurantes al pie de ambos castillos y retomamos nuevamente la ruta camino de Augsburgo que será nuestra base para visitar la cercana Múnich.
De momento frío a nuestra llegada en esta ciudad fundada por los romanos pero a buen recaudo en nuestro magnífico alojamiento, un dúplex completamente equipado.
6º. Día. Hace años que descubrimos los tours gratuitos de Sandeman’s New Europe. En muchas ciudades europeas esta empresa opera con personas de habla hispana que te ofrecen un recorrido guiado de unas tres horas, por las zonas más emblemáticas de las mismas. Y solo por la voluntad ya que se trata de autónomos que perciben una comisión en función de los integrantes del grupo y la cantidad recaudada. Suele tratarse de estudiantes que de forma muy amena te cuentan la historia de la ciudad, la de sus personajes más célebres y de sus monumentos más importantes, además de informarte de cualquier otro aspecto de la misma que se les requiera.
Por eso, en cuanto supimos que en Múnich podíamos contar con ese servicio, sin dudarlo, tomamos el tren desde Augsburgo a la capital bávara, para en poco más de una hora encaramarnos en la Marienplatz donde contactamos enseguida con los chicos de Sandeman’s. Nuestra guía hoy ha sido Patricia, una divertida madrileña que vino hace tres años y medio a Múnich… por amor y desde entonces se dedica a contar la historia de la ciudad a los turistas.
Marienplatz ó Plaza de María, es el centro neurálgico de Múnich, donde se encuentran el Ayuntamiento viejo, el nuevo y confluyen las principales arterias comerciales. Aparte de la espectacularidad de los edificios, a determinadas horas, el carillón del reloj del Ayuntamiento nuevo, ofrece un curioso desfile de figuras a tamaño natural que simulan una boda tradicional bávara concentrando en la plaza a numerosos curiosos.
Después de presenciar la original escena y haber escuchado de Patricia, nuestra guía, los avatares de la ciudad desde su fundación en el SXII, nos encaminamos a la Catedral de Nuestra Señora que, por mucho que se empeñen los muniqueses, nada tiene que ver con su homóloga de París.
Tras la visita a la catedral nos trasladamos, a escasos minutos, a Odeonplatz, otra de las paradas imprescindibles en Múnich. De triste recuerdo fue aquí donde tuvo uno de sus puntos de partida el partido nazi alemán y desde donde Adolf Hitler exacerbaba a la multitud conmemorándolo todos los años hasta el inicio de la guerra en 1939. A pesar de que todavía mantiene arraigada sus raíces el actual movimiento neonazi, según nos contó nuestra guía, en Alemania están prohibidas cualquier significación, identificación y exteriorización de cualquiera de sus símbolos.
Después de relatarnos algunos detalles escabrosos de los sucesos acaecidos en la plaza y su entorno a cuenta de los horrores del nazismo, nuestra simpática interlocutora cambió radicalmente de registro para trasladarnos hasta la celebérrima Cervecería Hofbräuhaus. Su historia se remonta al SXVI aunque destruida por los bombardeos aliados, lo que vemos ahora es una reproducción de aquella. Patricia, realmente nos hizo reír contándonos la curiosa manera en que la historia de Múnich, Baviera y en general de Alemania va íntimamente ligada a la de la cerveza.
Después de almorzar en otra cervecería, claro está ya que la Hofbräuhaus hace del uso y abuso moneda de cambio habitual entre los ensimismados turistas, una vez finalizado el tour y por recomendación de Patricia nos dirigimos prestos a visitar la Iglesia de los Teatinos, conocida como la iglesia blanca y a juicio de muchos la más bonita de Múnich. Y es que en verdad resulta de lo más original, diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en este tipo de edificaciones religiosas del SXVII ya que su interior se encuentra profusamente tupido de un barroco trabajado en estuco blanco, algo realmente raro de ver.
Terminamos nuestro paseo muniqués con una visita al mercado al aire libre que queda junto al Ayuntamiento viejo, un capuchino en una popular cafetería pastelería de la ciudad y vuelta a Augsburgo donde por cierto, nada más llegar, nos hemos encontrado con otra copiosa nevada.
7º. Día. Esta mañana Augsburgo amaneció bajo un fino manto de nieve pero con un día claro y soleado. Hoy era un día especial y quizá por eso, conforme nos íbamos aproximando a nuestro destino, el azul del cielo iba transformándose en un frío y apagado tono grisáceo como si se tratara de un presagio.
Dachau es un pequeño pueblo apenas a 13 km de Múnich que conforme a los Acuerdos de Versalles que ponían fin a la 1° Guerra Mundial había perdido su mayor riqueza, una fábrica de pólvora que daba trabajo al grueso de la población. Aprovechando lo que quedaba de aquellas instalaciones en 1933 el nazismo, tras alcanzar al poder, dio a luz en las mismas al primer campo de concentración de Alemania. Y que serviría como modelo de experimentación para los futuros campos de exterminio.
Dachau fue el penúltimo campo liberado por los aliados en 1945 y en aquellos fatídicos 12 años pasaron por sus barracones más de 200 mil personas de toda clase y condición. Se estima que más de 41.000 de ellas murieron asesinadas, fruto de las condiciones de vida, las terribles torturas y de sus macabros experimentos. Hasta 70.000 se eleva la cifra si se mira más allá de la liberación del campo entre las víctimas de sus secuelas.
Los habitantes de la pequeña Dachau, cuyas calles lindaban a las mismas vallas del campo, permanecieron impasibles desde el primer día a la tragedia que se vivía a solo unos metros de sus casas. Los aliados, a modo de castigo, les obligaron a acudir al campo, recoger las montañas de cadáveres hacinados desde que los hornos se habían quedado sin combustible y después de asearlos enterrarlos en los alrededores.
También junto al campo, en unas instalaciones que en su día fueron utilizadas para entrenamiento de las temibles SS, en una macabra vuelta de tuerca de la historia son utilizadas en la actualidad para entrenamiento de la policía antidisturbios bávara.
Dachau, como monumento al horror, nunca ha sido ocultado y por eso en Alemania es obligatorio que durante la etapa escolar sea visitado alguno de estos tristes vestigios de nuestro pasado más reciente. Mientras en el Valle de los Caídos en Madrid uno se estremece con el susurro de los muertos, en Dachau los gritos de terror de sus condenados corta el viento frio que atraviesa su memorial desolado. Uno y otro, como otros tantos, deberían permanecer para siempre en nuestra memoria.
Como resumen de nuestra visita de hoy recordar la leyenda que a modo de inscripción se mostraba a los reclusos a su llegada a los Campos: El trabajo os hará libres. Y la de un monumento erigido frente a las cámaras de gas y los hornos crematorios de Dachau en cuyo pedestal puede leerse: Todo esto queda en recuerdo de los muertos y en una advertencia para los vivos.
8º. Día. La tarde de ayer decidimos pasarla en nuestra ciudad de acogida para visitar la Catedral de Augsburgo y la Basílica de St. Ulrich y Sta. Afra. En verdad dos edificios colosales y francamente interesantes.
Ambos templos como el resto que hemos visitado en tierras germanas difieren de forma sensible a los que estamos acostumbrados a ver en España, Italia o Francia. Por lo general suelen ser bastante eclécticos, es decir combinan varios estilos, del gótico en adelante pero, al margen de que algunos sufrieran importantes remodelaciones tras los bombardeos de la guerra, muchos de ellos tienen singulares anexos y aportaciones probablemente debido a la influencia de la Reforma Protestante a partir del SXVI.
Hoy, hemos madrugado para dejar al chico en el aeropuerto de Múnich, donde tomaba su vuelo directo de regreso a Bristol. ¡Hasta pronto! Nosotros nos hemos dirigido a Stuttgart salida de nuestro vuelo de regreso a Madrid.
Como quiera que teníamos tiempo suficiente nos hemos desviado hasta Ludwigsburg, donde se encuentra el imponente Palacio Real de Wurtemberg. Como no teníamos para más nos hemos limitado a pasear por sus inmensos jardines que por cierto estaban siendo replantados, supongo que cara a la inminente llegada de la primavera.
Por fin llegamos al aeropuerto de Stuttgart y vuelta a Madrid, desde donde termino estas líneas y toda esta serie dedicada a nuestra última escapada. Casi 1.300 km de recorrido por el corazón de Alemania desde Estrasburgo en la vecina Francia, nuestra entrada a la Selva Negra. Friburgo, el lago Constanza, el castillo del rey loco, Augsburgo, Múnich, la historia del nazismo en Dachau y todo ello, la mayor parte del tiempo, rodeados de un espectacular e inolvidable manto de nieve.
Hasta la próxima.
Tuve la misma (mala) suerte de no haber descubierto que tenía que comprar las entradas para el castillo de Neuschwanstein hasta estar ahí mismo (¬¬), pero bueno, supongo que es la clase de cosa que se quedan para tener una excusa para volver.
Me gustó mucho este artículo, me hizo recordar cosas de mi viaje por Alemania, a pesar no haber sido por la Selva Negra propiamente. Enhorabuena.
Saludos!