El número 22 de la colección de poesía ilustrada de Cangrejo pistolero, editado en octubre de 2013, habla de la extrañeza de las cosas que nos ocurren. Inma Luna (Madrid, 1966) continúa su trayectoria literaria con la edición de este Cosas extrañas que sin embargo ocurren, que es el fin de una poética comenzada con Nada para cenar (2006) y El círculo de Newton (2007) y delimitada definitivamente en los últimos libros, No estoy limpia (2011) y Existir no es otra cosa que estar fuera (2012).
Las Cosas extrañas que sin embargo ocurren, ilustrado por Angelino Carracedo, es un golpe de cotidianidad lírica en el que suena con voz potente el tintineo de la resistencia personal y los anhelos de la rutina. Versos para rescatar el día a día, para escribir los problemas y los minutos de dicha, para extrañar al padre, para atravesar salas de espera, para tomar el primer café de la mañana.
El poema que da título al poemario, y que lo inicia, narra con pedazos de surrealismo un día cualquiera, presta atención a los sucesos extraños de la normalidad e introduce al lector en el mundo personal de una experiencia vivida que casi es una resistencia. Aunque Inma lo llama lo insólito, aquello que está debajo del alquitrán y busca la superficie, lo cierto es que la poética redunda en lo que está visible, en la lucha del sujeto con los obstáculos de lo rutinario. Una pareja soñando el horario de un trabajo, persiguiendo las migas del mantel en una casa de alquiler, tirados en la balsa: “éramos dos y parecíamos el mundo, ése que imaginamos”.
Inma Luna presenta un imaginario de lo privado, asaeteado por una sociedad en crisis que saca sangre, que firma despidos tomando un bollo y un café, en el que afloran leitmotivs familiares, la preocupación por la hija, la enfermedad del padre, salas de hospital que resultan un ring de boxeo, los números rojos o la resignación de quien tiene lo justo, de quien ansia otro mundo sabiendo que no existe: “agradecer que todo sea posible”.
La poética del poemario la define muy bien la cita de Albert Lladó: “Inspiración: respiración consistente en respirar cotidianidad para espirar poesía”. Inma Luna cuenta historias, relata las modulaciones de una paria que reclama revolución cosmética, soltarse la melena, desbocar los moños y las conciencias en “Apologías del pelo revuelto”. Esa cotidianidad habla con un verso claro, de dicción larga y endecasílabos que acaban por desfigurarse en el torrente de la prosa poética. Hay espacio en ese rincón para el imaginario literario, para las lecturas de hospital y los símbolos metaliterarios, cuando la voz del sujeto recuerda a Kundera y la crudeza de la muerta, cuando recuerda al Fogg de Paul Aster.
Inma Luna y la poética de la necesidad: nadar entre tigres, navegar contra el peso del presente, contra la ausencia de otro futuro. Hay mucho de nosotros en estas Cosas extrañas que sin embargo ocurren, mucho de navegar contracorriente y de vivir al día, de maldecir las dificultades y disfrutar del espacio de lo íntimo. Así ha empezado la segunda década del siglo XXI, así lo narra Inma Luna, como en el poema, la mujer más feliz de su vida.