Lo que vi, y no he estado sola hasta aquí, es que esas interesecciones entre política y cuidados existen y conforman una veta preciosa que integra una cosa y la otra: los cuidados se hacen políticos y la política se transforma en lugar de cuidados. Un lugar que produce afectos y realidades sin dejar de producirnos como sujetos más felices.
El reto es cuidar, sin ambages ni género. El reto es trabajar los vínculos. Hacerlo como práctica política del día a día, no reducirlo a una palabra vacía en discursos. Los cuidados son materia, son hediondos y sucios, son las atenciones a los cuerpos, a nuestras diferencias y vulnerabilidades que en verdad afectan a cada uno y una, de manera distribuida: tan inherentes a lo que somos como la función política.
Se pueden hacer patentes o no, se pueden mostrar en el trabajo común o practicarlos en grupos de cercanía. La estrategia, una de ellas, es tejer las redes potenciando una comunicad que se organiza durante toda la vida y no se suele llamar política, que a veces se conoce como «amistad».
Pero cuando falten del todo quizá estaremos tentadas de dar la espalda a todo esto.
Carolina León Trincheras permanentes · Intersecciones entre política y cuidados