En esta octava edición del Festival de Cine por Mujeres, su inauguración tuvo algo especial: la actuación de la compañía catalana Castanets BCN y, posteriormente, la proyección de Vie privée de Rebecca Zlotowski, que se estrenará el próximo día 12 de diciembre. Tiene como protagonista a Jodie Foster, que encarna a una psicóloga que hace que la culpabilidad por la muerte de un paciente se embarque en una investigación sobre el suceso a la par que ella misma. Una cinta en la que cuesta entrar hasta la segunda mitad, que en su conjunto narrativo empasta y hace que todo cuadre para ser un film llevadero.
Dentro de la Sección Oficial Internacional, destacar dos títulos, primero Happy Birthday de Sarah Goher, ganadora de la sección. Sorprende la forma de retratar y relatar el amor/amistad versus el clasismo, desde la protagonista, una niña que trabaja en la casa de una familia acomodada y que se ve relegada en una celebración. Desde la infancia hasta los adultos y los quebrantos de la sociedad por no aceptar lo supuestamente establecido entre escalas sociales. Es dinámica y al mismo tiempo aporta la emotividad suficiente para empatizar con esa niña que juega a ser feliz simplemente, sin pensar nada más. Siguiendo en la estela de la infancia, estuvo programada Gioia mia de Margherita Spampinato, donde un niño cambia el día a día y sus juegos contemporáneos de los móviles por el convivir con su tía abuela y su forma estricta de vivir. Un drama lleno de comedia, pero sin entrar en extravagancias, que nos deja entrever las generaciones, los primeros amores, las diferencias generacionales y la importancia de la libertad en la infancia para poder soñar. Alpha de Julia Ducournau fue la última película del festival, y sería el segundo título de la directora francesa, ya que también tuvo Crudo, en Focus Francia. En ambas películas, la directora ahonda en la adolescencia, en la familia y en las distopías, todo con una base real, pero finalmente sobrevuela por fuentes casi apocalípticas, aunque sean meramente emocionales.

La sección española a concurso ha sido una de las más disfrutables, sobre todo porque hace un repaso tanto por títulos que han destacado mucho como por muchos otros que se nos pueden haber escapado de la cartelera. Directoras ya, por decir de alguna manera, consagradas en nuestro cine, como Celia Rico, con La buena letra, retratando una etapa y unas mujeres que tuvieron que convivir con su resignación por lo dado por el sistema y por la época enmarcada, unas mujeres que servían, pero no vivían. Los domingos de Alauda Ruiz de Azúa, que como siempre busca encontrar en sus diálogos una conversación después de su visionado, un ahondar en dos mundos tan dispares como es la creencia en la Iglesia como el estar totalmente en contra, sin medias tintas. Aporta dos miradas totalmente diferentes entre las dos protagonistas principales, tía y sobrina. Y por último, en este trío de directoras, que tanto han resaltado en los últimos años, está Carla Simón con Romería, cerrando su trilogía de la familia. Puede que sea su trabajo más personal, y que, por medio de lo que le hubiera gustado conocer, muestra a una joven en busca de algo burocrático que tiene que pasar por lo emocional al conocer a su familia. Muchos tintes dramáticos que muestran una generación donde se escondieron muchas etapas por los tabúes del momento.
Destacar a Ángela Cervantes en dos títulos: La furia y Lo que queda de ti, la primera abogando por parte de la directora Gemma Blasco por distintas situaciones tras una agresión sexual recibida, y cómo reaccionan quienes están alrededor. La familia también es protagonista en Lo que queda de ti, pero aquí Gala Gracia dibuja la lucha por no perder los orígenes y mostrar la España vaciada.
Jone, a veces de Sara Fantova rodada en la Semana Grande de Bilbao, donde se refleja muy bien el ambiente, algo que se destacó en el debate posterior. Ver cómo la vida rebusca en poner al límite a las personas donde el amor y la responsabilidad se dan la mano y tienen que buscar el equilibrio. La buena suerte, Gracia Querejeta, una cinta que flojea al querer abordar demasiados géneros, y que tiene la bondad de reunir diferentes estilos de vida y de personalidades. Desde la soledad de los dos personajes llega a muchas aristas y muchos escenarios dispares. Ruido de Ingride Santos es una búsqueda de la conversión de lo negativo en positivo. Destaca por mostrar las oportunidades y las ganas de luchar por lo que se quiere. Muestra el porqué de la música del rap, de su entorno.
Los pases especiales fueron para Fin de fiesta de Elena Manrique, una comedia jugosa, y que busca el equilibrio entre las escalas sociales. Tres adioses de Isabel Coixet con tres episodios, tres espacios temporales de las relaciones, de los vaivenes y de cómo las circunstancias hacen que todo cambie. Destacar la fotografía, la forma tan sensorial y emotiva, pero también decir que está un tanto estirada en el metraje. La directora deja entrever en su narrativa su poso melancólico que posee su filmografía. Por último, Dolores Ibárruri. La Pasionaria de Amparo Climent, un documental bien llevado, y que se me antoja necesario para conocer nuestra historia. Mujeres con una lucha por una sociedad, en toda su extensión de la palabra, más justa.

Palmarés: Happy Birthday, de la directora egipcia Sarah Goher; Sorda, de Eva Libertad, y Una quinta portuguesa, de Avelina Prat, y mención especial del Jurado Internacional, Jakobs Ross, de Katalin Gödrös.
También me gustaría dos títulos: Mikado de Baya Kasmi por su mirada de supervivencia de los protagonistas y una búsqueda de un mundo mejor de lo que tenían, y Village Music de Lina Wang por mostrar una cultura tanto musical como vital que nos es tan distante, pero que fuerza a pensar en el diálogo entre la gente más cercana, y dejar de lado el individualismo, y lo hace desde una cinta casi documental de unos músicos uigures en el corazón del desierto de Taklamakan.
Cada una de las películas del festival tiene ese carácter crítico con la sociedad, de ver la evolución de nuestra sociedad desde miradas distintas, pero con el mismo prisma, la necesidad de evolución sin olvidar las raíces.