Hace casi diez años, este rincón emergió en un bosque en La Moraleja [Madrid, España] con una única misión: convertirse en un nido de amor de fin de semana para sus propietarios. No es moco de ningún pavo la mencionada misión. A elección de los propietarios quedará la respuesta sobre si se consiguió alcanzar tal ambicioso propósito. Un espacio para dejar a un lado las monotonías del día a día laboral de la semana caracterizado por un A+B+C, y dar paso a la pasión de fin de semana tan rica en A+Ç+Z+S+¿+%+[raíz cuadrada de infinito]… compleja donde las hayan.
Me lío. Carlos Arroyo, en colaboración con Manuel Pérez y Eleonora Guidotti, se propone generar un rincón sin límites angulosos. ¿Cómo hacer esto en medio de una arboleda? Subiéndose a un árbol. Pero hacer esto literalmente se convertiría en una aventura infantil poco creíble y a la vez poco habitable, así que decide construirse su propio árbol. Un biombo como límite difuso entre el exterior boscoso y el interior edulcorado . Así se describe y dibuja esta Casa del Amor a la que a todos nos encantaría escapar un fin de semana. Me da la impresión de que el momento mágico de la casa debe ocurrir durante las noches. Con el permiso todavía no concedido de Carlos Arroyo y su equipo… buen disfrute y buenas noches.
Como adelantaba, el arbolado que rodea el enclave tiene un papel muy importante para la puesta en escena de esta construcción. En fase de proyecto se tuvo en cuenta cada especie vegetal que habitaba la parcela de cara, imagino, a integrar «el rincón» de la manera más favorable posible entre tanta residencia pajarera y ardillera.
Con esta palabra se refiere al desarrollo que envuelve el nido de amor. Una piel que propone diferentes estadios de transparencia y opacidad según las estancias que recoge tras de sí. ¿Alcanzando a la vez una situación interior de espera bajo la sombra boscosa? Tal vez sí.
Se trata de la pieza estructural principal. De ahí su nombre asemejado al tronco de un gran árbol. ¿La metáfora llevada a su extremo? Tal vez también, pero sin falta de razón. Este pórtico no convencional, tiene una función articuladora tanto en el plano horizontal de las estancias, como en el plano vertical con el peso de los desplazamientos verticales en torno a él.
El siguiente paso cuenta la manera de reducir espacios no útiles para el amor en favor de la esencia de la casa. Hay quien hace el amor en la cocina, hay quien cocina de maravilla y así hace el amor, pero no cabe duda de que la cocina queda fuera de los escenarios más románticos. ¿Puede ser esta una explicación a la decisión de unir escalera y cocina en un único volumen ocupado? Quizás sí, dos pájaros de un tiro perfectamente matados. Me encanta aún más sabiendo lo que los usuarios «in love» de este teatro encuentran al continuar subiendo las escaleras. Pero eso viene más adelante.
Tenemos una piel frágil y matizada, una estructura principal protagonista, una escalera al cielo acompañada de una cocina y también… mucho amor. Faltan todavía algunos elementos húmedos. El baño, la sauna, el vestidor [no muy húmedo, no]… son algunos de los usos que se hacen volar dentro de la vivienda. Aparecen esta serie de cajas aterciopeladas desde la distancia, pelosas del todo cuando te acercas, que acogen cada una de estos espacios que todavía no habían aparecido en la descripción del rincón en el bosque. Ya puestos, a mi me habría encantado ver volando estas cajitas en unos tonos burdeos realmente sorprendentes. Si al interior se reflejan de esta manera tan amable, al exterior las cajas se disfrazan de vegetación durante todo el año. Más o menos verde en función de la estación en que se quiere amar.
Una terraza. No tiene más explicación que la de que toda vivienda unifamiliar… posee una. ¿Cómo dos enamorados no iban a poder disfrutar de un agradable domingo soleado gozando un zumo de naranja?
Lo prometido es deuda. Subir por esas escaleras no tiene precio y darse un baño en este jacuzzi tampoco. El jacuzzi es toda la casa, el bosque sobre ti, y tú sobre el bosque… y sobre tu pareja.
Me extrañaría que no hubierais echado en falta a estas alturas algo tan importante como el dormitorio, el nido de amor en todo su auge. El dormitorio se sitúa como final a la ascensión del árbol. Unas vistas de ensueño, la privacidad por fin lograda, amaneceres siempre especiales. Con un programa como el de esta vivienda, no encuentro una manera más elegante y sincera de ponerle el punto y final a esta vivienda para enamorados, La Casa del Amor.
Me apetecía contaros este proyecto que, pese a sus diez años de antigüedad, creo que pone énfasis en la realidad sincera del usuario. Un programa para dos personas, toda la vivienda como un único espacio privado, el símil de la privacidad con las muñequitas rusas: una parcela dentro de un bosque poblado, la casa del amor en el interior de ese bosque profundo, el dormitorio para descansar la pasión… en el fondo de esa casa.
PD: No dejéis de ver de manera ampliada los mini-esquemas de ahí arriba que he sacado de la web del estudio de Carlos Arroyo, son enormemente ilustrantes.