Estoy encantado con el re-boom de la novela policiaca en español que, sobre todo desde el otro lado del charco inunda librerías, ferias del libro y también la gran pantalla. Parece que quedan atrás las parodias (Bolaño, Osvaldo Soriano, Torrente) de un género que regresa con todos sus elementos clásicos de intriga y misterio.
Anoche comenzaba el otoño cuando salía del cine de ver Betibú, una producción hispano-argentina que adaptaba a la gran pantalla la novela homónima de Claudia Piñeiro con la sensación de haber visto una buena película policial en el que final apunta hacia nuevas historias: el crimen como punta del iceberg.
Haddock Films es la productora de las exitosas El secreto de sus ojos y Tesis sobre un homicidio, dirigidas ambas por la excelente interpretación de Ricardo Darín, al cual eché mucho de menos durante todo el metraje. Como ese amor pasado, enganchado al recuerdo, que te impide disfrutar de los amores presentes. Por favor, Darín, manifiéstate, regresa pronto donde quiera que te hayas metido. Que luego viene José Coronado a hacer tu papel y nos pasamos la película pensando en ti.
Ni José Coronado ni Alberto Amman, con su bigote hípster y su acento impostado, brillan a la altura de Mercedes Morán, una escritora de novela negra en crisis que se enfrenta a la investigación del asesinato de un conocido empresario porteño, y de Daniel Fanego, un viejo periodista de policiales del diario El Tribuno desplazado por la dirección. Por favor, Darín, que gran pareja harían en escena mano a mano, ironía tras ironía.
La historia no voy a desvelar, para que os gastéis unas eurillos en el cine, ahora que llegan las tormentas y cierran las playas. Ana Cohan y Miguel Cohan adaptan con una fotografía creativa notable la historia de una escritora con el típico síndrome de no, ya no escribo más. Lorenzo, director del tribuno y examante de Nurit Iscar, Betibú, convence a la narradora para escribir una columna sobre el crimen, instalándose en la casa colindante a la del asesinato. Un lugar común en el género, un casa abandonada en una urbanización fresa donde ocurren cosas extrañas. Un vecino sospechoso, un comisario incompetente y una foto del pasado de la que han ido desapareciendo todos sus miembros. Detrás la sombra de una organización mayor, con intereses inmobiliarios oscuros, que hacen de los crímenes una anécdota.
El desenlace, inesperado y abrupto, habla de un guion bien adaptado y de una estrategia visual y comercial excelente. Acaban rompiéndole las pelotas al espectador, lo cual, aunque duela, no deja de ser un gustazo. Si llueve vean Betibú, que el cine argentino siempre ofrece gotas de talento que dan para alegrar la semana.