La editorial Salto de Página sigue apostando por la nueva narrativa española en su Colección Púrpura, esta vez en forma de antología, Bajo treinta (Madrid, 2013), en la que Juan Gómez Bárcena selecciona y prologa una colección de catorce narraciones de otros tantos escritores españoles que no han superado todavía los treinta.
El proyecto surge, como cuenta en el prólogo Juan Gómez Bárcena, también narrador (Los que duermen, Salto de Página, 2012), con la voluntad dar voz a un grupo emergente de narradores ausentes de los catálogos de los grandes sellos editoriales en español, una narrativa de autores jóvenes que por desconocida tiende a considerarse de peor calidad o simplemente, a ignorarse.
No es fácil ser joven en estos tiempos convulsos para lo profesional, y la generación de los 80 se enfrenta a una encrucijada me atrevería a decir que decisiva para las delimitaciones de nuestro futuro. Si en otros ámbitos de la sociedad, más accesibles al gran público, como el deporte, la moda o incluso la música, el talento ha llevado al éxito a nuestros compañeros de aulas, la visibilidad de la generación mejor formada de este país tiene todavía una losa sobre la espalda en el camino intelectual, una espada de Damocles apuntándonos en cada esquina con el dedo acusador hacia quien tiene todavía la vida por delante. Te llaman porvenir, porque no vienes nunca, como decía el poeta.
La voluntad de Gómez Bárcena en la colección de relatos y capítulos de novela es precisamente señalar a una generación capaz también de postular a la modernidad desde las humanidades, desde el arte, desde la literatura, con la confianza de quienes escriben el presente sin esperar a que llegue su momento. Bajo treinta no reúne catorce currículums brillantes de futuras promesas, sino que establece un camino que ya está siendo recorrido por autores con trayectorias incipientes, sí, pero propias, personales, presentes. Esa es quizá la pregunta de una generación, cómo dar el golpe, cómo volcar una formación intelectual amplia y en funcionamiento constante ante los discursos de la desesperanza y las actuaciones de la depresión, generalmente disparados desde aquellos que sostienen el poder y se resisten a depositar la confianza en la nueva generación. Y en las páginas de Bajo treinta tenemos un buen ejemplo, una salida del laberinto para el talento y la calidad de un imaginario preparado para sacarnos del embrollo moral de este inicio de siglo XXI.
Como toda antología, la elección fragmentaria de autores y relatos aleja al lector de las mitologías personales de obras que en muchos de los narradores presentes son ya consistentes. Aunque termine destacando la sensación de pertenencia de los relatos que presenta, no hay en la propuesta del antólogo una voluntad estética de creación de grupo o etiqueta literaria, como acostumbran las antologías canónicas y las definiciones de generación, sino que se plantea como una nómina heterogénea de propuestas literarias unidas exclusivamente por el arbitrario criterio de la edad. Relatos cortos, capítulos de novelas, actos teatrales recorren las páginas de la antología con temas diversos y preocupaciones centrales como las relaciones adictivas de Leonardo, de Guillermo Aguirre o “Piedras” de Cristian Crusta, o las vinculaciones familiares de “Yo mataré monstruos por ti” de Víctor Balcells, “Los hombres que miran” de Irene Cuevas o el fragmento de Belfondo, de Jenn Díaz. Realismo mágico, realismo sucio, realismo desgarrador, serie B, narrativa fantástica presentan resultados estéticos en muchos momentos encontrados, pero que no se olvidan de unos tópicos de época que emergen en la inconciencia de la narración y que configuran el universo literario de los narradores de menos de treinta años.
Una generación sin generación y una propuesta literaria con catorce propuestas literarias y una insistencia en el individualismo estético de la postmodernidad, sobre la que dicho sea de paso, estoy de acuerdo. Aunque a veces quien escribe se plantea si ese puñado de nombres, si ese puñado de tópicos y definiciones necesarias para conformar un imaginario de época, de grupo, de estética, del que siempre huimos como emblema de que hemos matado a nuestros padres, no acabará siendo la solución para establecer definitivamente el valor intelectual real del imaginario literario que se postula en las páginas de Bajo treinta, una muestra excelente de las posibilidades de la literatura de quienes comenzaron a construir sus mitologías con las Olimpiadas de Barcelona 92. Hay que gritar por algún lado, matar monstruos por ellos, o como en el relato de Matías Candeira, meter la mano de aquel que quiere rebajarte el sueldo en una triturada de papel, como quien habla del tiempo, del tiempo que queremos.
Relatos y autores:
- Guillermo Aguirre, Capítulo V, Leonardo
- Víctor Balcells, Yo mataré monstruos por ti
- Matías Candeira, En la antesala
- Irene Cuevas, Los hombres que miran
- Cristian Crusat, Piedras
- Aixa de la Cruz, Romperse
- Jenn Díaz, La viuda
- María Folguera, Verlaine hijo
- Julio Fuertes Tarín, Una deslumbrante muestra de esplendor heterogéneo
- Marta González Luque, Vietnam
- Cristina Morales, Yo no iba a venir
- Aloma Rodríguez, Delfines
- Almudena Sánchez, Cualquier cosa viva
- Juan Soto Ivars, La última obra de arte