De esas pocas veces que un proyecto, ya sea escultórico, arquitectónico o artístico, me recuerdan a una canción. Quizás algo sugestionado, pero así ha sido. Esta canción que aquí os enlazo, para los más curiosos, me ha venido a la mente tras conocer este proyecto. Que me falta el aire. Que me faltan razones. Que me falta pista para correr.
El colectivo barcelonés Penique Productions pensó que sería una buena idea lo de introducir grandes globos tamaño «descomunal» en el interior de espacios emblemáticos y/o cotidianos. Claro que sí. No es la primera vez que os cuento cuál es mi reacción ante este tipo de situaciones, pero os lo recuerdo. A mi siempre me viene a la mente un… ¿y por qué no?
El caso es que resulta, cuanto menos, impactante, especialmente por esa sensación de poder habitar el vacío, o el lleno más bien. Ese fotógrafo estaba lleno de aire, llenando el aire. Estos espacios quedan totalmente ceñidos. No mienten las imágenes. Creo que se trata de una prueba de fuego que se le podría hacer a todas aquellas arquitecturas o espacios en los que surja la duda sobre si son buenos o no, sobre si son puramente funcionales (algo que también es admirable), o por el contrario son también bonitos. Sería algo así como el efecto invertido de unas mallas sobre las piernas de un atleta. Ahí queda para la imaginación.
Mira que me gustan los sin-sentidos y el hablar por hablar. Os dejo por hoy esperando que vuestros sentidos hayan disfrutado cosa fina. Eso sí, por último os dejo con la mejor imagen de todas acompañada de su making of. Pura poesía.