Anotaciones de una profe primeriza

29 de agosto

Cojo por primera vez uno de los ferrocarriles que paran en Can Ros. Me hace ilusión ver el pueblo y el instituto antes del primer día. Tengo muchísimas ganas de empezar. Llego al «Rocío» ya bastante sudada, pero más emocionada que sudada. Este es el edificio donde está mi departamento, los ciclos en los que seré profe. Aquí vendré cada día. Ahora que no sé nada puedo fantasear, romantizar e imaginarlo todo. No hay nadie alrededor, son todo casitas y supongo que aún hace demasiado calor para que la gente haya salido a pasear. O quizás están en otra zona, parece bastante residencial. Lo solitario del momento me adentra aún más en un halo de cursilería de película. Me asomo y hago unas fotos y un vídeo, porque hay una pequeña bandera arco iris ondeando solitaria en un arbolito del patio.

Continúo mi camino cuesta arriba (muy, muy cuesta arriba) hacia el edificio principal del Gabriela Mistral. Llego casi jadeando, sudando por cada poro de la piel y alucinando de ese instituto en lo alto de un monte. Hay un señor mayor paseando un perrito que me mira entre curioso y desconfiado (normal, la verdad). Hago algunas fotos, me siento en un banco y me hago un selfie. Uno de esos selfies que haces porque quieres recordar tu cara de entusiasmo de ese minuto exacto.

9 de octubre

No sé cómo he podido tener tantísima suerte. No sólo apruebo las opos y consigo plaza, que ya fue increíble e inesperado, es que, además, me toca un centro maravilloso con compis increíbles. Siento que no tengo ni idea aunque ahora comprendo algunas cosas que podría haber ido adelantando las primeras semanas, cuando aún no habían comenzado las clases y veía a todes trabajando muchísimo y yo estaba medio en shock, sin saber por dónde comenzar. Tampoco me detengo en esto demasiado, me dejo llevar, entre estrés y disfrute, bajando la autoexigencia e intentando entender cómo hacerlo lo mejor posible. Equivocarme y cambiar, decir lo siento, aprender. Conoceros a todes, al alumnado, a mis compis. No tengo ni idea, efectivamente, pero ya soy más paciente, sé confiar en el tiempo. Y en que nunca se llega a saber del todo. Vas sabiendo… en gerundio.

21 de noviembre

Ser profe y tutora es algo bello, difícil y rarísimo. Todavía no me acostumbro. Hay muchos momentos en los que siento que salgo de mi cuerpo y me observo. Jeje hola no sé qué estoy haciendo, socorro, pero estoy bien. Por muchas programaciones, temas que te estudies, criterios de evaluación que incluyas, resultados de aprendizaje que sigas… En ninguno de todos esos documentos; ya sea el currículo, las leyes o los decretos está escrito quién eres, quién eres tú, de verdad, cuando entras en el aula. No eres una amiga, ni una tía, ni una madre, tampoco quieres ser una autoridad que aplica criterios y normas, que explica cosas, hace exámenes y corrige trabajos.

20 de diciembre

Han pasado cuatro meses aunque cada día entiendo menos las medidas del tiempo porque pasa rápido y a la vez pasan muchas cosas. Soy un poco reina de la anticipación que se esfuerza muchísimo en no serlo y por tanto en no pensar qué pasará, dónde estaremos el próximo curso. Este tiene ciertos ecos de burbuja-campamento en donde conoces gente chulísima y no quieres, no quieres, no quieres que se acabe; despedirte, volver a tu casa.

17 de febrero

La sensación de alegría de estar aquí y a la vez ir bastante perdida me lleva al curso de Facilitació en el món educatiu de Fil a l’agulla. Cada sesión y cada ejercicio es asomarse a una caja de pandora. Miro un ratito, me abruma la profundidad, el abismo, me dan vueltas las ideas, las reflexiones. La cierro. La guardo a buen recaudo. Ella espera por mí, espera a que vaya a mirar que es en realidad mirar dentro de mí para ver desde otros lugares, para ver más allá.

28 de febrero

Ayer acompañé a un grupo a hacer una implementación de una actividad con una de las asociaciones con las que colaboramos. Habían preparado unos bolos con garrafas de colores. Fuimos al parque. Nos movimos, hicimos bromas, nos reímos, nos pasamos la pelota, nos manchamos las manos de tierra. Pasó algo diferente.

Ayer en la tutoría preparamos la coreografía para la actuación de carnestoltes de hoy. Sudamos juntes y nos reímos y nos quedamos satisfechas. Paso la mañana de hoy como muchas otras, correteando de un lado a otro, preparando el disfraz, que no se me olvide nada. Estoy nerviosa y tengo muchísimas ganas. Llego al insti y ya se nota el ambiente de jijijaja, no paro quieta y estoy todo el rato distrayendo a M. que intenta enviar unos últimos emails. Me junto con les alumnes, ensayamos un poco más y terminamos de pintarnos y vestirnos. El baile sale genial, nos lo hemos pasado súper bien. Uf, estoy muy contenta.

Me meto en la cama a la 1:30 con un nivel muy alto de emociones. De repente me doy cuenta. Abro las notas del móvil ya llorando, mojándome las mejillas y la almohada, y escribo:  

Los bolos en el parque. El baile de carnaval. Entre tanto permanecer en la mente y pensar, y pensar, y pensar; aparecen el cuerpo, el movimiento y el contacto a sacudirme y a decirme mira nena, es que se te olvida que también eres un cuerpo en este contexto y que estas personitas también tienen cuerpos. Las preguntas y las reflexiones están genial y son necesarias, pero las cosas nunca son por sí solas. Hacía falta moverse, tocarse, bailar. Me da muchísima pena ver que queda muy poco curso y ser ahora consciente de que quiero a mis alumnes, sí, les quiero. Esa pequeña coreografía de menos de dos minutos ha unido y ha conectado de una forma que no entiendo pero que me tiene ahora mismo llorando a moco tendido.

Una nota para el futuro: que no se os olvide que tenemos cuerpos que pueden hacer mucho más de lo que creemos.