François Ozon es uno de esos pocos directores que se encuentran en la posición más envidiable donde un creador con necesidades mundanas puede estar, ese lugar que permite seguir jugando y experimentando con tu arte como te dé la gana y aún así tener un éxito comercial y económico casi asegurado, cómoda distribución internacional en salas y la financiación del siguiente proyecto (al menos uno al año) asegurados.
Pero no todo es tan sencillo, para llegar y luego mantener esa posición laboral y creativa privilegiada hay que equilibrar tus ganas de jugar y experimentar con tu ya adquirida imagen. Es decir, no despistar a tu público habitual pero tampoco aburrirte repitiendo una y otra vez tu último éxito. Quizás sea por esto por lo que, después del éxito de Frantz (2016), ese equilibrado y elegante remake de Remordimiento (1932) de Lubitsch, en blanco y negro y de narración clásica y emocional, apta y disfrutable para todos los públicos, el francés ha vuelvo con El amante doble. Al igual que le ocurrió con En la casa (2012), a la que siguió Joven y bonita (2013), el rostro y la presencia de Marine Vacth vuelve a despertar cierta oscuridad malsana dentro del cine de Ozon. Y es que, como el director de Swimming pool (2003) ha asegurado repetidas veces, si hay algo que la belleza de esta actriz y modelo transmite es misterio, uno tranquilo e imperturbable, invencible y atrayente.
Si en Joven y bonita, su primera película con el director, la joven actriz encarnaba a una adolescente que exploraba los límites de su cuerpo, de su identidad y su libertad adulta mediante una prostitución sin más objetivo ni función práctica que el ejercicio de su voluntad, su personaje en El amante doble parece haberla llevado al otro extremo para llegar al mismo sitio. Más madura y perdido ya ese aire adolescente de Joven y bonita, El amante doble empieza con un pequeño prólogo donde Ozon resume este cambio de su actriz, cuya exploración física y espiritual sigue siendo el objetivo principal, mediante un primer plano de ella, mirando a cámara, mientras le cortan la melena. Después, seguirá la exploración, primero física mediante un examen ginecológico donde Ozon se acerca al cuerpo de su protagonista hasta hacer confluir en una atrevida elipsis su ojo y su vagina, abierta y destensándose tras la utilización de una herramienta propia de la revisión médica a la que está siendo sometida. Su dolor no parece físico, por lo tanto Ozon la dirige hacía el psicólogo. “Hace años era modelo, también tuve algunas relaciones” dice la protagonista mientras no podemos evitar pensar que podía haber terminado añadido, “en nuestra película anterior…”.
El argumento a partir de entonces es una continua desviación, un juego de espejos argumental donde la distinción entre fantasía alucinada y realidad se diluye cada vez más en la narrativa mediante un juego de amantes (dos psicólogos gemelos de personalidad opuesta encarnados por Jérémie Renier), descubrimientos y mentiras que suponen, más que un camino hacia una revelación que de sentido a la trama, un ejemplo de incongruencia explicativa coherente con el misterio adyacente a su protagonista. Y es que, al contrario que en Joven y bonita donde veíamos los actos de la segura protagonista pero nunca sus intenciones, en El amante doble se nos enseña por completo su mente, ahora convertida en una personalidad insegura y cambiante, cercana al delirio pese a su teórica y aparente madurez. Una mente acompañada de un cuerpo que Ozon examina y destripa de forma más profunda (literalmente) que nunca.

En consecuencia, la segunda película de Ozon y Marine Vacth parece una caída hacia el abismo, como en la célebre alucinación de Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958), el cuerpo de su protagonista cae como una sombra absorbida por la espiral del misterio, sin que lleguemos a conocerla. Y es que, al igual que saber el truco de magia le quita todo la gracia al mismo, quizás sea en ese incongruente y arriesgado misterio inexplicable y, puede que sí, injustificable, donde Ozon sabe que está la verdadera atracción de su cine. Desesperante para los que buscan respuestas o sentido alguno, una historia de amor o cierta emotividad, El amante doble es puro, auténtico y siempre confuso misterio.
Ficha técnica