Nuestra invitada de hoy es Patricia Collazo González, que nació en Argentina en 1967 y reside en Madrid desde 2001.
Profesionalmente se dedica a la informática.Sin embargo, es escritora desde que recuerda. Sabe que empezó a escribir aun antes de aprender a coger un lápiz. También sabe que ha sido siempre sinestésica, aunque no fuera consciente de que su forma de ver las palabras era singular y llevaba este nombre hasta alcanzada la edad adulta.
Ganadora de varios premios literarios en distintos géneros, que incluyen el relato y el microrrelato ―varias veces finalista anual del prestigioso Relatos en Cadena, ReC―, ha publicado en diversas antologías y también su propio libro de cuentos, Intermediarios abstenerse (Buenos Aires, 1997).
En 2019 la editorial Platero Coolbooks publica su libro de relatos Sinestesia general, una colección poco caprichosa de microrrelatos que se articulan alrededor de su visión caprichosa del mundo.
Actualmente sigue poniendo más y más letras en pie desde su página laletradepie.com.
Patricia ha querido compartir hoy con los lectores de Amanece Metrópolis una pequeña muestra de sus numerosos microrrelatos premiados o seleccionados en diversos certámenes:
Itinerantes
La casa ha comenzado a llenarse de hormigas, dice mi madre. Y nos mudamos de ciudad. Eso ocurre cada tres o cuatro meses. Mi hermana y yo hemos pasado por tantos colegios que ya no recordamos sus nombres.
Cuando nos instalamos, llama a mi tía y le dice que ya estamos a salvo. Pero nunca le quiere dar la nueva dirección. Te conviene no saberla, suele decirle. Como si las hormigas fueran capaces de sonsacársela para poder dar con nosotros de nuevo. Aunque tome tales precauciones, lo mismo da. Ellas terminan encontrándonos. Y toca recogerlo todo, cargar el coche y cambiar de amigos y de cole. Otra vez.
Finalista anual de Relatos en Cadena (ReC)
Epílogo azul
Los sorprendí a punto de sentarse a cenar. La fuente sobre la mesa estaba llena de perdices. Ella aún tenía ese brillo de estrellitas en la mirada y canturreaba las notas de un vals. Él había dejado la impecable chaqueta azul tirada con desidia sobre el sofá. Ella le sugirió que la colgara en su lugar. Él dijo desconocer cuál era tal sitio. Ella le explicó que su estatus de príncipe había caducado. Y que el azul de su sangre no lo eximía de sus obligaciones. Él, ofendido, hizo un comentario dando a entender que es evidente que un beso no hace princesa a nadie. A lo que ella replicó que el que nace rana, rana se queda. Él masculló un real insulto. Ella hizo añicos su zapato de cristal contra la mesa.
Cerré el libro. Nunca debí seguir leyendo más allá de la palabra Fin.
Finalista de Esta noche te cuento (ENTC)
Charlas de ascensor
Se me acumulan las lentejas desde que confesé a la vecina que echo de menos los guisos de mi madre. Se ha erigido en paladina legumbrera y cada día me toca el timbre con un táper lleno entre sus manos ajadas. Le digo que no debería molestarse y le devuelvo los recipientes vacíos. Ella permanece en el vestíbulo, como si no se atreviera a seguirme hasta la cocina. En realidad, se queda mirando la foto de mi padre colgada en la pared. Los ojos se le nublan. Cómo te le pareces, dice.
Y yo empiezo a entender por qué papá nunca quería comer lentejas en casa.
Segundo premio del VII Concurso de microrrelatos “Lenteja de Tierra de Campos”
Brecha idiomática
Mis vecindongos de al lado son insoportunables. Cada noche dispicurren a los gróticos. “Me marcho”, amenizca él, a lo que ella rospende: “Quédate”. Al día songuiente es ella la que grotica “Me marcho” mientras él suplicia angustoniado “Quédate”. Indentendibles.
Yo los escucheco porque es más adivertidoso que visionisar la tele. Al final, entre pitorros y flautingas, surrusos y gemidios, no nos durmitinamos hasta la madrugosca.
Por las mandañanas, me los cruzo en el elevandante. Siempre acaramelosos, sobandiantes, besoquiéndose hasta llegar a la vegeta bajonosa. Tengo que soliciantarles permósico para salir del elevandante. No los compriniendo. Será porque habloteramos distintos idiómicos.
Segundo premio en el VIII Concurso de Microrrelatos Calle del Sol
Bebé robado
Tan magos que eran los reyes y no había forma de que lo entendieran. Una y otra vez les había pedido que lo devolvieran a su verdadero padre, pero ellos, nada.
Uno llenaba el portal de olor a incienso para espantar los insectos. El otro apilaba lingotes de oro junto a su cuna, como si un neonato supiera armar juegos de construcción. Y el tercero, preguntaba a María y a José qué hacer con el otro elemento que acarreaban desde Oriente, pero todos desconocían qué diablos era la famosa mirra y para qué servía.
Lloró en varios idiomas, sin conseguir que se dieran por aludidos. “Estos no son mis verdaderos padres”, repitió tanto como pudo. Pero dio igual. Los reyes marcharon muy satisfechos a propagar la buena nueva.
Seleccionado en La Microbiblioteca