En este verano que está haciendo estallar todos los termómetros se acerca a nuestro rincón microrrelatista Margarita del Brezo (Valladolid, 1966). Vive en Ceuta y se define a sí misma como «psicóloga de profesión y por devoción. A ratos, cuentista. Siempre aprendiz». Dice tener los pies fríos, la imaginación escurridiza y un humor ambidiestro e inestable. Le gusta leer las líneas de la mano, estar en las nubes y hacer solitarios con las cartas que no llega a escribir.
Ha ganado diversos concursos de microrrelatos, como Cuentos de Navidad Revista Zenda, Colectivo Manuel J.Peláez (Zafra), Valentina Ventura (Zaragoza), Certamen de Microrrelatos Tudela de Duero (Valladolid), 100 Palabras para la Igualdad (Manzanares, Ciudad Real), Relatos del Mar Menor (Murcia), IX Concurso de Relatos de Viaje Moleskin, Érase Otra Vez… (Aragón Radio) y otros con textos que, al igual que los anteriores, pueden leerse en su blog escribirsobrelapuntadelai. También colabora en la revista digital «Profesor Jonk: revista de música, cine, libros y relatos de viajes sin destino» y algunas de sus historias han aparecido en antologías del género.
Su primer libro, Un bocado y medio, salió publicado en abril de 2023. De él se ha dicho, entre otras cosas: «En sus textos nos aguarda el bálsamo de una prosa sencilla, llena de encanto, y esa mirada humana que fotografía a seres que tal vez aparecen en viejos relatos o forman parte de los recuerdos de nuestra propia vida. Criaturas reales o imaginarias a las que creíamos conocer, pero que son otras si se cruzan con Margarita en su camino» (Patricia Esteban Erlés).
Margarita ha querido compartir con los lectores de Amanece Metrópolis los siguientes relatos de Un bocado y medio:
CAMBIO DE TURNO
Ya falta menos para que den las ocho. Hasta la habitación llega el barullo del cambio de turno. Pasos veloces en el pasillo que vienen y van. El sonido metálico de los carros. Puertas que se abren. Los grifos que gotean, el frufrú de las fregonas. Aroma a café y tazas que chocan con las prisas. Timbres; pastillas; el termómetro; la tensión; una sirena.
La reconozco detrás de la mascarilla. Me sonríe cuando me mira y me cuenta lo que hay más allá de la ventana.
—Hoy llueve —dice con su voz recién salida de un pentagrama—. Le ha salido una flor nueva al magnolio; y las cigüeñas han hecho otro nido en lo alto del campanario.
Me gusta escucharla. Y cómo se mueve. Y también su olor a espuma y sal. Dice que eso es porque viene a trabajar montada sobre un caballito de mar. Nos reímos a carcajadas. Luego promete enseñarme a nadar cuando llegue el verano. Y a contarles los brazos a las estrellas.
Hoy ha traído una caracola. Está muy desgastada y su color es como el de la arena mojada.
—Toma; tiene línea directa con mi casa —me susurra antes de colocarla bajo la almohada. Poco a poco mi pelo se llena de algas y empiezo a respirar tranquilamente bajo el agua.
MAGIA
Supo que había conseguido su mejor número de magia cuando en la grada vacía sonaron los aplausos.
PELÍCULA SENSIBLE
Siempre me ha gustado esta fotografía; tiene algo que no sé explicar. Al fondo, mis hermanos juegan al fútbol y celebran con alborozo cada gol que marcan entre dos troncos alineados que hacen de portería. Mi madre ojea una revista en la esquina inferior izquierda y yo aparezco en el centro haciendo muecas al objetivo.
Los días de lluvia todos corremos al coche a refugiarnos, incluido mi padre, que tapa la cámara con sus grandes manos para que no se estropee; la imagen queda entonces vacía a la espera de que escampe, y la habitación huele a hierba recién cortada. Con el buen tiempo, siempre aparece algún chico nuevo que suele ponerse de portero. Pero cuando más me gusta es en otoño: los marrones pierden su crudeza y en el pelo de mi madre aparecen cálidos reflejos dorados. Lo malo es que se caen las hojas de los árboles y tengo que soplar de vez en cuando para que se nos vea.
CELOS
Mamá dice que nos quiere a todos por igual, pero miente: a Dani se le aparece más veces que a los demás.