Nuestros viernes microrrelatistas reciben hoy a Francesc Barberá Pascual, nacido en Algemesí (Valencia) en 1979. Actualmente reside en Benissa (Alicante). Es psicólogo especialista en relaciones afectivas y masculinidades.
Francesc nos dice que escribe por una cuestión de principios: siempre ha preferido crear a destruir. Sus microrrelatos han obtenido diversos premios y menciones en certámenes literarios, destacando que fue el ganador de la XII edición del concurso La Microbiblioteca en la categoría en castellano. Es autor del libro de hiperbreves El hombre que cabía en la palma de su mano (Unaria, 2017). Os preguntaréis por qué os he reunido aquí, su segundo libro, contiene una rigurosa selección de los microrrelatos escritos a lo largo de una década.
Francesc ha elegido los siguientes relatos de Os preguntaréis por qué os he reunido aquí para compartir con los lectores de Amanece Metrópolis:
Nydia
En la copa de un árbol se ubica Nydia, la ciudad nido. Sus calles, cubiertas de musgo, hojas y plumas, se entrelazan y se ramifican hasta el infinito. Vengas de donde vengas, en Nydia vas a encontrar cobijo. Sus habitantes te acogerán, no sin antes recordarte que puedes marcharte en cualquier momento. Si decides quedarte, debes tener en cuenta que la ciudad es efímera. Pero no te preocupes: siempre podrás refugiarte en sus árboles, porque del interior de sus nidos cada cierto tiempo emerge una nueva ciudad.
La petición
Me echaron de la casa de empeños al contarles que traía una máquina capaz de reducir objetos y personas. Supone un riesgo, pero me gusta tomarme este tipo de licencias antes de proceder. Una vez fuera, esperé a que no pasara nadie, apunté la máquina hacia la fachada y accioné el rayo láser. En cuanto la tienda se encogió, la metí en una bolsa y me marché. Al llegar a casa, abrí la vitrina que protege la ciudad que, desde hace años, les estoy construyendo, y coloqué la casa de empeños, tal y como me pidieron, entre el tanatorio y la oficina de objetos perdidos.
Tradiciones
En casa siempre hemos tenido una gran fascinación por la muerte. Es algo que nos han inculcado desde pequeñas. Cuando alguien de nuestra familia se va al otro barrio, lo celebramos por todo lo alto. Por eso, cuando mi padre anunció que le quedaban tres semanas de vida, nos alegramos mucho. Inmediatamente, empezamos a organizar la gran fiesta. Días después, cuando ya lo teníamos todo preparado, nos llamaron del hospital para decirnos que se trataba de un error y que no se iba a morir. Menos mal que, al enterarse de la noticia, a mi madre le dio un infarto.
Atrocidades
Me acerco con mucho cuidado para no despertarla. Le susurro al oído lo primero que se me ocurre. Al principio, algo agradable. Pero, poco a poco, voy añadiendo algún elemento que la incomode. Le cuento, por ejemplo, que tiene los pies llenos de moscas mientras le doy toquecitos con mis dedos para que crea que las está sintiendo. Luego le pido que visualice a un bebé posando sus manitas sobre una mesa. Y a su lado, alguien sosteniendo un martillo a punto de golpeárselas. La observo, con atención, a la espera de algún gesto que me indique que está integrando mi relato en su sueño. Cuando me aseguro de que es así, empiezo a golpear la mesita con la fuerza justa para no despertarla. Le digo que es el sonido de los martillazos que le están destrozando los dedos al bebé. En el momento en el que a ella se le escapa una lágrima, decido que tengo que parar. En ese instante me despierto y la veo, justo a mi lado, susurrándome atrocidades al oído.
Marmapilak
La lengua que se habla en Marmapilak está compuesta por una única palabra. La manera en la que se pronuncia determina sus diferentes significados. Las combinaciones son infinitas. Lo habitual es alargar algunas de sus vocales o consonantes (a veces se tarda varios minutos en pronunciar la palabra entera); si, además, se dice susurrando, gritando, con la voz ronca o la boca pequeña, el significado puede cambiar por completo. Aunque resulte increíble, no hay malentendidos en Marmapilak: si alguien entiende algo por error, se asume como válido de inmediato. Importa más la confusión o el humor que la coherencia: en caso de duda entre dos acepciones, se da preferencia a la más absurda o surrealista. A la gente de Marmapilak no le interesa de dónde viene la palabra, sino adónde te lleva. Se puede apreciar, sobre todo, en el lenguaje escrito que depende totalmente de la interpretación de la persona que lee. Por eso, en la literatura de Marmapilak no hay grandes obras, hay grandes lecturas. En cualquier caso, cada cierto tiempo, por cansancio, eligen otra palabra y reinventan su lenguaje desde cero.