El señor Juan y yo vamos a iniciar una nueva pequeña sección que nos parece de lo más interesante. A ella irán asociadas también algunas más de manera paralela, pero bueno, eso es algo que dejaremos a vuestro descubrimiento. Hoy estoy aquí porque quiero compartir una anécdota que me hizo reír mucho. Para quien no le haga reír, cuando menos será curiosa espero, jeje.
Os pongo en situación.
Debía correr el miércoles de la pasada semana. Mi acompañante (arquitecto de profesión) y yo (arquitecto en deseo) caminábamos por las callejuelas de Burgos saliendo de la obra en la que nos encontrábamos. Acabábamos de tener un pequeño encuentro con uno de los operarios que se encargaban de la puesta en obra de la resina que iba a conformar el pavimento continuo del proyecto.
– Tú no te preocupes, que la resina va a quedar bien. El vidrio hace de tope, y sino, la silicona hará de barrera. No te preocupes hombre – decía el operario una y otra vez.
– No, no. ¿Cómo va a quedar la resina en contacto con el vidrio? Que no, que no, tiene que ser otra opción. Esto así va a salir una mierda. Claro que me preocupo…
– Que sí… que esto va a quedar bien, aquí luego no se nota nada la junta entre el pavimento y el vidrio, va a quedar a tope. No va a pasar nada.
– Que no de verdad esto hay que hacerlo de otra manera, aunque no lleve más tiempo. Pero no puede quedar la junta así vista, y el vidrio no puede quedarse atrapado por la resina. Vamos a hacerlo bien.
Esta reproducción no es del todo fiel, pero creo que pone en situación. Fue mucha mayor la insistencia del operario jefe del que hablamos. Y sin duda, la conclusión genérica de esta situación tan concreta, fue la que mi acompañante me hizo a la salida de la obra.
– Ffff, estos optimistas peligrosos son un problema. Si les dejas, acaban con el trabajo de meses.
Y en este caso llevaba razón. De cada operario se pueden aprender mil cosas, pero con los optimistas peligrosos, hay que llevar mucho cuidado.