Miniserie francesa de cuatro capítulos dirigida por Rodolphe Tissot y creada por Henri Helman y Georges-Marc Benamou en consonancia con los biopics que estamos acostumbrados a ver en las plataformas digitales.
Capítulos con duraciones que solo se distancian unos de otros en pocos minutos. Fluctúan entre los 46′ del primero, teniendo el segundo y tercero, “La cautiva de Noanth”, “La conquista de París” 52’, “Amores y traiciones” 49’ y un cuarto y último capítulo, “Un juicio para la historia” de 47’. De sencilla narrativa y guionada con eficacia, la trama horizontal empieza desarrollándose sin ambiciosas aspiraciones a perdurar con el tiempo. En menos de cuatro horas asistimos a la juventud de una persona-personaje, Aurora Dupin/George Sand, quien vivió en el siglo XIX en la Francia revolucionaria de 1830, luchando por la libertad personal y la justicia social; fue la primera mujer francesa en vivir exclusivamente de sus escritos, inteligente y libre. “La joven George Sand” carece de complejidad narrativa, lo que no evita la tendencia a expandirse en el tiempo, soportando cantidad de secuencias reiterativas e irrelevantes —sírvanos de ejemplo sus paseos a caballo por los alrededores de su casa— dejando relegado lo trascendente. Simplificar la historia con menos elementos hubiera dado la posibilidad a un mayor interés por parte del espectador por conocer a otros personajes. No todos los episodios poseen la misma fuerza narrativa y fílmica, siendo el segundo, “La conquista de París”, clave para conocer la sociedad de la época, los inconvenientes y convenientes de las personas que se pasean por la vida de la protagonista, personajes secundarios débilmente perfilados debido a los cortes secuenciales, condenados a tener un perfil bajo, que se suple por el movimiento y la acción a los que las series nos tienen acostumbrados en desmerecimiento de los argumentos. Efectiva en sus limitaciones, parece concebida primordialmente como vehículo de lucimiento de su actriz protagonista, Nine d’Urso.

En la primera imagen de la serie vemos cómo Aurore Dupin, escritora del siglo XIX, escribe en un cuaderno de notas todo lo que una voz en off nos hace llegar. El conflicto desarrollado de manera violenta y apresurada se nos muestra en los contornos de su vida. Un marido alcohólico y abusador ostenta el título de barón Dudevant, quien, gracias a su matrimonio con Aurore Dupin, no solo se gasta su fortuna; además, no quiere concederle la separación. A cambio, ella posee el título de baronesa Dudevant consorte. El desenlace de ese conflicto tiene nombre de poeta, Jules Sandeau. Hombre joven y atractivo, quien desata la pasión de esta y sus deseos de viajar a París para entrar en contacto con los cenáculos de los escritores más relevantes del momento. Un apasionado encuentro en los alrededores de la casa familiar con Jules Sandeau propiciará amenazas de muerte.
Llegados a este punto, la narración de los acontecimientos se define en función de los deseos de la protagonista. Comienzan a hacerse visibles los personajes que serán fundamentales en la defensa de su identidad creativa. Una situación va a cambiar de manera rotunda su vida. Como el contexto histórico lo requiere, estamos en el siglo XIX en París, donde los novelistas, los editores, los periodistas y los mecenas culturales crean un hervidero de sueños y posibilidades. Hablamos de Balzac, quien le dice a la protagonista que su novela “tiene un estilo elegante y firme”. Latouche, director del periódico “Figaro”, en el encuentro, late la condición de mujer y la imposibilidad de ser escritora en un mundo dominado por hombres, donde no es posible cuestionar la posición de la mujer y su dedicación a la familia. Ante el reto, tiene lugar la convicción de cambiar de sexo para obtener posibilidades sociales nuevas. La simpleza de que una mujer vista pantalones conlleva la detención por parte de la policía. En este giro de guion podemos encontrar a modo de espejo a su propio antagonista, que es ella misma. Factor muy interesante dentro del argumento y la estética de la serie porque, a partir de este momento, Aurore Dupin se pasa a convertir en George Sand y a vestir ropa de hombre en todas las circunstancias sociales que lo requieran. Dos conflictos principales, pues, el que mantiene con su marido y la nueva versión de sí misma. Aquí el espectador ve claramente cómo la protagonista intenta ganarle terreno a la adversidad. Bernard Renault, editor, aparece como otro personaje secundario fundamental en la trama de la serie. Su madre, de quien descubrimos que es una costurera. Aparición de François Buloz, director de la “Revue des Deux Mondes”, Prosper Mérimée y Charles Augustin Sainte-Beuve —crítico literario y escritor francés—, Victor Hugo como director de una obra de teatro que interpreta Marie Dorval. Encuentro que destapa la caja de los truenos al iniciar una relación lésbica con la misma. Con esta situación empezamos a pensar si todo va a seguir por un camino hacia el éxito o la protagonista se encuentra con un gran obstáculo a derribar. Uno de los momentos más interesantes de la serie tiene lugar con la lectura de uno de sus libros, donde veremos la significación que George Sand adquiere en los distintos grupos sociales presentes. La aparición de amantes es sorprendente: Prosper Mérimée, su amante fallido; Alfred de Musset, con quien vivió una relación tumultuosa y apasionada. Viajó con él a Italia y regresó desencantada y enferma. Llevándola a su peor momento, perdemos la certeza de que pueda ganar sus batallas. En este punto los espectadores nos llenamos de dudas. Su posible derrota nos desalienta.

El cuarto capítulo de la serie, titulado “Un juicio para la historia”, juicio pionero para obtener el divorcio y la custodia de sus hijos, alcanza el clímax con los acontecimientos que se narran y las soluciones a nivel individual y social que llegan de manera coherente, muy a pesar de los tiempos y los inconvenientes. La resolución de conflictos y los pasos delante de Aurore Dupin/George Sand constituyeron un avance muy importante en el proceso de liberación de las mujeres.