Quería esconderse entre las luces, que nadie ni viera ni sintiera su presencia entre los árboles. Quería ser inmune al tiempo y al espacio. Quería pasar desapercibida entre los vivos, y entre los muertos, ser un ente que todo lo sintiera, pero sin pensar, luego existir. Quería ser de esos colores otoñales, alumbrados por las luces, donde el ocre cobra su sentido, donde la noche es luz, y el día se esconde. Quería ser noche siempre y verse arropada en el frío de la época, sintiendo el acogimiento de las hojas como manos sinceras. Quería transmitir lo que sentía sin oprimir ni oprimirse. Quería, simplemente quería.