La Fundación SGAE presenta Programado por… Pilar Palomero, que tendrá lugar del 25 al 29 de junio en La Sala Berlanga. El ciclo ha tenido ediciones anteriores, programados por Isabel Coixet, Cesc Gay, Alberto Rodríguez, Neus Ballús o Daniel Monzón.
Cada ciclo se centra en un tema o concepto, en esta ocasión son cinco títulos que han influido en la carrera de la directora ganadora de dos Premios Goya por Las niñas.
Los espigadores y la espigadora, de Agnes Vardá, dice que es la película que le dio el impulso para ser la creadora que es hoy en día. La ciénaga de Lucrecia Martel, cuya atmósfera fantasmagórica y de tensión, atrajo a Pilar Palomero desde que era estudiante de cine. ¿Dónde está la casa de mi amigo?, del director iraní Abbas Kiarostami, es definida por ella como “un pequeño gran viaje” que desemboca en un final que “llena nuestra alma de recuerdos, emoción y esperanza”. De Toni Erdmann de Maren Ade, destaca el equilibrio que el director encontró entre el drama y la comedia, algo tan complicado de lograr. De The rider de Chloé Zhao dice haberse quedado asombrada con la secuencia de la doma del caballo salvaje: todo un “momento mágico”. Cinco películas y cinco recuerdos que perduran a día de hoy en la cineasta.
El primer día, 25 de junio, y tras la proyección de La ciénaga, que abre el ciclo, tendrá lugar una charla entre Pilar Palomero y Marta Medina, la crítica de cine y guionista. En esa jornada podemos conocer mejor a la directora y que ella misma expliqué el porqué de cada elección.
La directora tiene a sus espaldas tres películas, Las niñas, La maternal y Los destellos (se estrenará el otoño próximo), tres guiones que ahondan en historias desde la mirada de protagonistas femeninas, en diferentes etapas y entrelazadas las distintas generaciones.
En palabras de Pilar Palomero… Vi Los espigadores y la espigadora de Agnès Varda cuando era estudiante de cine, y después de verla, solo pensaba en ahorrar para comprarme una minicámara (demasiado caras a mediados de los 2000) con la que poder filmar el mundo que me rodeaba. Era la primera vez que veía una película tan íntima y a la vez tan universal. Una película que inspira. Dónde está la casa de mi amigo de Abbas Kiarostami, posee una capacidad de emocionar como pocas películas. Un niño, preocupado por su amigo, lo busca incansablemente para evitarle una posible reprimenda en el colegio al día siguiente. Un pequeño gran viaje que desemboca en un final que es puro cine: una sola imagen que llena nuestra alma de recuerdos, emoción y esperanza. La ciénaga de Lucrecia Martel me atrapó con su atmósfera cuando era estudiante de cine. Recuerdo sentir la tensión y el peligro; algo malo va a ocurrir. Sin embargo, en La ciénaga también hay una quietud, como la de un verano a la hora de la siesta, como tumbarse bajo la sombra de un árbol a ver pasar la vida. Al verla, no dejaba de preguntarme: ¿cómo se consigue filmar algo así? Y aún sigo preguntándomelo. Toni Erdmann de Maren Ade es una película que cala hondo porque nos enfrenta a la temida pregunta: ¿soy feliz? Está llena de momentos incómodos y surrealistas que hacen reír a carcajadas, y al mismo tiempo, están llenos de ternura. Tiene un equilibrio entre lo cómico y lo dramático que me resulta admirable. The Rider de Chloé Zhao tiene una escena que me impresionó especialmente: el protagonista doma a un caballo salvaje, y nosotros, los espectadores, presenciamos ese momento mágico. El hombre se aproxima al animal inquieto con paciencia y amor, hasta que lo calma. No hay artificio, solo vida. Esta sensación se repite constantemente a lo largo de la película. |