Le abrieron la puerta y entro con sigilo, con el respeto que da lo desconocido. Veía un amplio hall, y un pasillo largo lleno de libros y de cuadros, que más que de decoración parecían una exposición. Oía ruido de fondo, murmullos y la persona que le había abierto la puerta le hice el gesto de pasar hacia delante con la mano. Entró, lentamente, como quien entra a un templo sagrado, sin saber lo que se iba a encontrar. Al llegar a una sala vio a varias personas reunidas, todas muy elegantes, casi, casi de etiqueta. Por primera vez se alegró de haber hecho caso y haberse puesto corbata. No desentonaba. Le ofrecieron algo de beber, y con la garganta seca y para ponerse en situación pidió agua y té. Este protocolario recibimiento dio paso a las preguntas pertinentes, edad, familia, estudios, trabajo… Parecía que todo iba fluido y ahora solo le falta oír el dictamen: Es usted de buena familia, la boda tendrá lugar el próximo mes de mayo. Su novia sonrió aliviada, como quien ha superado una prueba para un trabajo.