Abbas Kiarostami en su legado póstumo nos regala un singular viaje de emociones y sensaciones visuales a través de 24 imágenes, 24 cortos, 24 historias o lo que cada uno quiera interpretar en 24 frames.
La película que se exhibió en 2017 en Cannes de la mano de los descendientes del director fallecido un año atrás, es la conjunción narrativa y visual, que cuenta sin contar, ya que no hay voz, solo imagen y sonido, ya sea ambiente o musical. La palabra aquí no tiene cabida, solo la que después del visionado le quiera dar cada uno.
24 frames es hipnótica, sensitiva, poesía hecha imagen y llena de simbolismos y metáforas que cada espectador interpretará de distinta manera, llevando a su terreno, esos 24 cortos desde una foto que el director plantea como pura reflexión imaginativa e intuitiva.
Es un trabajo de orfebrería cinematográfica, porque a pesar de intuir que cada eslabón no tiene conexión pudiéramos hacer un conjunto expositivo del ser, de la creación y sobre todo de la naturaleza en sí, pero eso sí nada de ir de corrido y siguiendo una pauta, si no aleatoriamente para crear mayor expectativa.
Cada fragmento dura unos cinco minutos con cambios en movimiento dentro de su plano fijo, pero nunca el color, que perdura en su totalidad y que retrata en parte la esencia de su contenido y su continente descriptivo.
Mucho blanco y negro en imagen y en prosa que nos llevará a estados de ánimo totalmente dispares en las tomas que se recrean con tonalidad de colores. Una cinta contemplativa, que busca la naturaleza en su esencia, la reproducción, la vida natural y animal y porque pasaban por ahí, la imagen de alguna persona, que parece un mero invasor dentro de todo el metraje. Ya que además hay sonidos que se saben claramente del ser humano, pero no para bien.
24 frames es de esos trabajos para saborear con tempo, con calma e incluso parar entre fragmento y fragmento, una película destinada a los cinéfilos más exigentes para tener como obra de por vida y revisarla por etapas, porque posiblemente se interpretará de diferente manera en épocas y situaciones distintas.
Una película de difícil distribución comercial y que pudimos disfrutar gracias a El séptimo vicio en Cineteca, Matadero de Madrid. Programa radiofónico que apuesta por hablarnos del cine más independiente.
Ficha técnica |
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