1984 es uno de esos libros cuya lectura deprime y a la vez alienta.
Oceanía. 1984… presumiblemente. Winston Smith es un funcionario gris, apocado y amargado cuya vida interior está en profundo conflicto con su existencia exterior. Sonríe cuando querría gritar de rabia, corea himnos que detesta, finge odio ante personas que le son indiferentes y respeto ante personas a las que odia profundamente. En el colmo del paroxismo, trabaja para el Ministerio de la Verdad, cuya principal función es difundir mentiras.
Esto es así porque Winston vive inmerso en una distopía basada en el culto a un líder cuyo nombre nos es harto conocido: el Gran Hermano. Tanto la vida pública como la privada de los ciudadanos de esta suerte de nuevo continente que es Oceanía está permanentemente vigilada por telepantallas y juzgada por la severa Policía del Pensamiento, encargada de que ninguna persona se desvíe ni tan solo mentalmente de las consignas del sistema político imperante: el Ingsoc.
Los lemas de esta disparatada (tan disparatada que hace reír, tan disparatada que aterra) forma de Gobierno son:
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La Guerra es la Paz
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La Libertad es la Esclavitud
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La Ignorancia es la Fuerza
La contradicción expuesta en estos principios se dota de herramientas como la Neolengua, un nuevo idioma con el que los gobernantes pretenden adoctrinar a sus súbditos de la manera más radical imaginable: privándoles de palabras que formen los conceptos capaces de cuestionarse la tenebrosa realidad que les envuelve y, por tanto, incapacitarlos para articular movimientos de rebelión.
¿No sabes que la neolengua es el único idioma del mundo cuyo vocabulario disminuye cada día? ¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabaremos haciendo imposible todo crimen del pensamiento. En efecto, ¿cómo puede haber crimental si cada concepto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado esté decidido rigurosamente y con todos sus significados secundarios eliminados y olvidados para siempre? Cada año habrá menos palabras y el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño. Por supuesto, tampoco ahora hay justificación alguna para cometer un crimen por el pensamiento. Sólo es cuestión de autodisciplina, de control de la realidad. Pero llegará un día en que ni esto será preciso. La revolución será completa cuando la lengua sea perfecta.
El control de la lengua (mediante la eliminación de los matices del lenguaje en pos de un vocabulario dicotómico), el control de la memoria (mediante las continuas falsificaciones y destrucción de documentación de los hechos históricos que no interesa que sean recordados, lo que convierte al Gobierno en dueño del pasado y, por tanto, del presente y el futuro), el permanente Estado de Guerra entre las tres superpotencias del planeta (Oceanía, Eurasia y Asia Oriental, cuyas alianzas van variando aunque se haga creer que siempre se está en guerra contra los mismos)… El mundo en el que Winston vive es realmente insoportable, y lo peor de todo es que no tiene con quien compartir su visión de las cosas, ya que la comunicación sincera entre individuos ha sido, necesariamente, transformada en un continuo fingimiento y desconfianza hacia cualquier persona que no sea uno mismo…
Pero esto puede cambiar de la noche a la mañana. Toda la vida esperando íntimamente poder sincerarse con otro ser humano y formar parte de un movimiento de sublevación, cuya existencia se ha rumoreado mediante algún susurro bajo el nombre de La Hermandad… y de repente se encuentra con ambas cosas. Conoce a Julia, que se revela como una mujer decidida cuyo amor por él parece sincero, y que odia al Partido por razones diferentes a las suyas pero igualmente válidas. Y descubre un aliado en O’Brien, un miembro del llamado Partido Interior al que desde siempre había creído disidente…
El mundo de Winston está a punto de cambiar. Va a descubrir grandes verdades sobre el mundo en el que vive. Va a descubrir que bajo las apariencias hay insólitas realidades ocultas. Y va a aprender una lección muy valiosa: el gran desconocido y el principal enemigo está en nuestro interior.
1984 es uno de esos libros cuya lectura deprime y a la vez alienta. Ojalá el aliento supere a la depresión.
Título: 1984 |
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