Nada más innecesario que escribir un texto sobre 15:17 Tren a París. Porque Clint Eastwood demuestra en ella que le importa un pimiento no ya lo que opinen de ella sus detractores sino empezando ya por los mismísimos fans.
De todos es sabido que se trata de un film que gira sobre cómo Spencer Stone, Alek Skarlatos y Anthony Sadler frenaron un ataque terrorista en un tren Amsterdam-París en el que el yihadista Ayoub El-Khazzani subió armado hasta los dientes para intentar acabar con la vida de los 554 pasajeros si ello era posible.
Pocas películas más trituradas que ésta en la presente temporada. Amplísima unanimidad de críticas que la dejan de espantosa para abajo. Paso fugaz por la cartelera, escandaloso para ser un Warner de Clint. Salida en la casi clandestinidad al mercado doméstico.
¿Estoy sugiriendo que en contra de lo que se dice es una gran película?. Puede, no sé, no lo sé pero por lo menos me propongo esbozar torpemente qué me emociona y me parece absolutamente admirable de ella.
Pliegue o contraportada de su trabajo sobre el heroísmo americano, prolongación a la vez que negación de American Sniper o Sully. La película que nos ocupa comienza directa a la yugular con un zambombazo al sistema educativo y continua teniendo como ejes narrativos a la religión y al ejército como refugios ante tiempos descreídos. Yo no creo en ello pero qué importa lo que mi ombligo europeo y yo creamos: aquí hay un cineasta cuya mirada lo muestra y lo asume sin coartadas críticas, dobleces o complacencias con la corrección política de la intelectualidad progresista.
Esta es la historia de tres personas que salvan vidas y han forjado su profesión y su destino ante un Dios y un ejército. En American sniper contaba otra cosa igual de cierta, igual de veraz e igual de sentida pero nunca fue para salir en la foto sino porque se creía lo que estaba contando.
¿Son esos referentes vitales, tan ligados a la ultraderecha trumpiana los que han molestado tanto?
Una vez encontrado el refugio de sus personajes, Eastwood se vuelve a salir por la tangente porque no necesita hacerse el simpático y se carga toda noción o necesidad de efectividad narrativa quebrando el relato y marcándose un viaje sorpresa de postal por Europa, tan libérrimo y esplendoroso como esa camiseta del F.C Barcelona que debería obligar a la directiva de Bartomeu a hacer a Eastwood socio de por vida.
Y el juego consiste en que los tres protagonistas de la pantalla, que son los mismos que los del suceso real con que concluye la obra (Clint descartó un cast de profesionales) repiten ante la cámara de Eastwood el viaje que supuestamente hicieron en la vida de carne y hueso, en un juego de espejos sugestivo y revigorizante para el vetusto relato cinematográfico clásico.
¿Es ése pasarse por el forro el relato lo que ha molestado tanto?
Y al final lo del tren. Pues sí. Pues vale. Pues bueno. Pero ésa no es la película y eso no es lo que había que venir a buscar. Hacer lo que se tiene que hacer. Hacer lo que se cree. Trabajar en lo que se cree. Servicio. Profesión. Ética. Honestidad. Prepararse para algo importante. Algo que funciona para militares y para un director de cine, dueño y emisor de imágenes sanadoras que sigue inyéctandome película tras película, y pasamos por un buen momento, ganazas de creer en esto, verdadero amor por el Cine.
¿Estamos ante una gran película?, ¿se equivocan los que dicen que es fallida?. Ni lo sé ni me importa. Qué 90 minutos, yo de mayor quiero ser como este señor, yo quiero ser ya como este señor en todo lo que haga en esta vida. Qué disfrute, qué conmoción.
Ficha técnica |
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