Tuve un amor, un amor tan profundo como el desparpajo. Mi amor me devoró, me engulló como la familia que no te deja ir. Me rompió. Mi amor se columpiaba en mi cuerpo, saltaba con él a la comba.
Mi amor, una vez me leyó un poema, me quedé ahí por muchos años, en ese texto, en esos versos. Fui la niña que toca a la puerta buscando consuelo, la mujer que necesita una mano que la saque de la oscuridad, la presencia que llegó a besar la boca del viejo y se marchó con toda la locura a cuestas. Mi amor, me leyó ese poema y me dejó ahí atrapada durante unos años.
Tuve un amor, un amor que me llevó a un pueblo costero donde no nos querían, me llamó compañera, yo apenas salía de la secundaria, como allí no nos querían nos fuimos a las rocas, andamos un rato hasta que encontramos un escondrijo donde resguardarnos, llevábamos una mochila. En las rocas, mi amor, me cogió de la mano, vimos juntos el atardecer. De vuelta a su casa les dije a todos que océano es una palabra esdrújula.
A veces mi amor, y con esto acabo, tocaba algo tan profundo que me dejaba trastornada. El día que volví de bailar, ese día, su cuerpo, sus dedos, nuestra forma de buscarnos como animales febriles, ese día fue un punto y aparte pegajoso, tan pegajoso que fuimos mariposa, y saña, cruel, asesina, indómita.