Dicen que el amor existe. Dicen que a primera vista es muy convincente, que cuando miras a través de los ojos se ve lo de dentro, y lo de más allá. Se ven los vacíos y los llenos, las luces y las sombras, y con todo eso, se ama. Maldita, sea, he de confesar que al ver esta vivienda me enamoré. Como dijo Ismael Serrano, «me enamoré… ¿quién no se ha enamorado al pie de una barra?».
Esta residencia vive plácidamente, y desde 1973, en un solar de apenas 800 m² en Lago Sul, Brasilia. El médico Rogério Ulyssea fue el dueño de su corazón durante muchos años, aunque ahora pertenece a la diseñadora gráfica Renata Borsoi, y es por eso que no me atrevo a dar el paso de declararme. Hoy lo hago públicamente, pero como las arquitecturas no saben leer, estoy tranquilo. El arquitecto que pensó sus bellas perpendiculares es Joao Figueras Lima, «Lelé», y proyectó todo su esplendor en un alarde plástico, estructural y constructivo.
Que me digan a mi que no es amor. Que me digan a mi qué es sino, si deseo con locura dibujarme ahí dentro… perdón, me pierdo.
Hormigón visto y ladrillo caravista, la belleza de la verdad constructiva y estructural. Quizás desde una primera mirada desde el exterior pueda parecer que me he enamorado de un búnquer, pero lo cierto es que en su interior parece respirarse libertad. El gran salón principal se encarga de ordenar en torno a él, el resto de la vivienda. Un inspirador espacio a doble altura regala una gran riqueza visual. La cubierta, una losa de hormigón abovedada, preside el cielo en el interior, con una serie de lucernarios con lamas que inundan de luz todo el espacio principal.
Madera en pavimento, ladrillo rojo, barandillas metálicas, la selva en casa… todos estos ingredientes terminan de edulcorar una dulce experiencia arquitectónica.
En serio, me casaría.
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