El turismo no es la panacea, pero sí la fuente de ingresos principal o complementaria de muchas regiones. Y a día de hoy, el turismo es la actividad económica más dinámica, cambiante y en los últimos años exigente. La demanda (los turistas) han variado mucho sus conductas, pocos acudimos ya a paquetes estandarizados ofrecidos por la agencia de viajes de nuestro barrio, eso está claro. Es evidente también que viajamos para conocer cosas nuevas, sentirnos sorprendidos y evadirnos de nuestro entorno habitual, por lo que pretendemos que nuestros viajes sean un cúmulo de experiencias que nos permitan conocer otras culturas.
Por otro lado, nuestro impacto sobre los territorios que visitamos puede ser muy diferente, en función de dónde, a quién y con qué criterios contratemos y consumamos en el destino. También en función de cual sea nuestra motivación principal del viaje (deportes, cultura, gastronomía, etc.) desarrollaremos una serie de comportamientos y requeriremos ciertos servicios, los cuales tendrán un impacto directo en la población y el territorio del destino turístico. En este sentido, la gastronomía juega un papel principal y prioritario para los destinos puesto que es un recurso turístico clave para el fomento del Desarrollo Local. Si bien todos los turistas desarrollan actividades típicas de un turista exclusivamente gastronómico, esto no significa que también lo sea. Es evidente que casi todos cuando viajamos probamos la gastronomía local, pero la diferencia sería que no emprendemos el viaje exclusivamente para ello, es decir nuestra motivación principal no sería la de conocer y experimentar la gastronomía local.
La dicotomía entre el turismo y la gastronomía de calidad, que se considera potencialmente beneficiosa para el crecimiento de la economía y el bienestar de sus ciudadanos (HERNANDEZ et all., 2010, p. 6).
Y es que la gastronomía representa un recurso que ofrece un abanico de potenciales actividades llenas de contenido cultural e histórico para entretener al turista y proponerle una forma innovadora de disfrutar de experiencias en el territorio a través de un contacto multisensorial. Así, la gastronomía va afirmándose como un importante reclamo turístico y como una herramienta de definición de marca y de promoción del destino, así como de promoción y comercialización de los productos agroalimentarios de calidad (ARMESTO y GÓMEZ, 2004, p. 84).
Como recurso turístico, la gastronomía se consolida como elemento clave para diversificar la oferta turística y estimular el desarrollo económico local con valores de sostenibilidad basados en el territorio, el paisaje, los productos locales y la autenticidad, todos ellos en consonancia con las actuales tendencias de consumo cultural (CE, 2014). Además, la gastronomía es una herramienta para la creación de puestos de trabajo en amplios sectores económicos, incluidas las industrias como la restauración, el turismo, la agroalimentaria y la investigación.
Las repercusiones positivas de este tipo de actividad son múltiples y recaen sobre distintos sectores y agentes locales. Por ejemplo, una de las infraestructuras básicas para que exista un turismo gastronómico importante en un destino, es la existencia de una red de tiendas gourmet, delicatessen o especializadas. Precisamente en las últimas décadas han surgido nuevos conceptos comerciales en el sector de la alimentación que han conseguido crear un nuevo mercado basado en la especialización comercial. Pertenecen al comercio delicatessen todos aquellos establecimientos en los que se oferta un surtido exclusivo de productos de alimentación nacional y/o internacional de alta calidad, normalmente de fabricación artesana, con una escala y trato al cliente más personal que en los grandes formatos comerciales. Surgen buscando abarcar la escala humana y urbana del acto de compra (SCHROEDER, 2007), es decir, que su localización estratégica en las ciudades es muy importante hasta desde el punto de vista de la planificación y la funcionalidad de los espacios. En la definición que VIGNALI y GARCÍA (2003, p. 4) ofrecen en su obra de producto delicatessen, se introduce el aspecto de foráneo al concepto. Así se refieren a aquellos productos que basan su excepcionalidad en calidad o cualidades organolépticas de las materias primas, modo de elaboración, uso o presentación del producto, no pertenecientes a la cultura gastronómica de la región donde se comercializa el producto.
Y es que la evolución del turismo actual es una paradoja, genera simultáneamente procesos de mundialización y de revalorización de los recursos locales. Ante la necesidad de responder a una competencia global, los destinos apuestan por potenciar sus recursos más particulares. Se convierte así la gastronomía en una forma de aproximación a la cultura de una región, con un carácter más activo y vivencial que, a priori, procura un desarrollo sostenible que según Feo (2005, p. 78), lo que pasaría por: asegurar el mantenimiento de los recursos turísticos, mejorar los niveles de bienestar de la población que se encarga de su producción y comercialización y, por último, garantizar la satisfacción de la experiencia turística por medio de la calidad.
Referencias:
ARMESTO, X.A. y GÓMEZ, B. (2004): Productos agroalimentarios de calidad, turismo y desarrollo local: el caso del Priorat, Cuadernos geográficos, nº 34, págs. 83-94.
FEO PARRONDO, F. (2005): Turismo gastronómico en Asturias, Cuadernos de Turismo, vol. 15, pág. 77-96.
HERNÁNDEZ, J. M., et all. (2015): El turismo gastronómico como experiencia cultural. El caso práctico de la ciudad de Cáceres (España), Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, nº 68, p. 407-427.
SCHROEDER, C. (2007): Speciality shop retailing: everything you need to know to run your own store, John Wiley & Sons, 374 p.
VIGNALI-RYDING, D.; GARCÍA, J. y VIGNALI, G. (2003): The delicatessen and speciality food market in the North West, British Food Journal, vol. 105, nº 8, págs. 551-558.