La última moda en Hollywood es contar en una película la trastienda de un proyecto cinematográfico, algo que me encanta hacer también a mi en este blog. Lo han hecho en Mi semana con Marilyn, de Simon Curtis, sobre el rodaje de El príncipe y la corista y que se estrenó en 2012, o Alfred Hitchcok and the Making of Psyco con Anthony Hopkins encarnando al director. Ahora la película Saving Mr. Banks va a narrar la tensa relación entre la autora P. L. Travers (encarnada por Emma Thompson) y Walt Disney (Tom Hanks) en la adaptación al cine de Mary Poppins. De sobra conocemos la cinta, pero poco de su original. Aprovecho esto para comparar a ambas y descubrir algo sobre la vida de la enigmática escritora, que hizo todo lo posible por ocultarse de los focos y que se negó rotundamente a que se rodase una segunda parte.
La escritora de la obra, de nombre real Helen Lyndon Goff, era hija de Travers Robert Goff y de Agnes Margaret. Su padre, que trabajaba en un banco y era alcohólico (luego veremos cómo tanto ella como su familia tienen su representación en el libro), murió cuando ella tenía 7 años. Se dice que su madre padecía fortísimas depresiones y era muy normal que saliera corriendo de su casa, amenazando constantemente con suicidarse, por lo que Helen se quedaba al cuidado de sus dos hermanas pequeñas intentando distraerlas del drama que vivían y contándoles historias inventadas.
Travers (como se la conocería popularmente) comenzó a publicar sus poemas cuando era todavía una adolescente. Escribió para «The Bulletin» y «Triad» mientras se ganaba una reputación como actriz. Esta escritora no era una distinguida dama burguesa de vida anodina que escribía para niños para entretenerse. Fue secretaria, periodista, ensayista, crítica de teatro y cine, bailarina, actriz shakespeariana y estudiosa del folclore y los mitos. Y, lo que resulta más asombroso, según la biografía Desde el cielo de donde vino (1999), de la australiana Valerie Lawson, Travers fue una bohemia apasionada que gozaba escribiendo poesía erótica. Unos versos descubiertos hace unos años, tan explícitos que no se han publicado. Sus versos contienen “muchos simbolismos fálicos, referencias a espadas y el placer de ser desnudada”, describe estos sorprendentes versos Lawson. “Era una mujer fatal”.
La publicación en 1934 de Mary Poppins fue su primer éxito literario, a la que le seguiría una serie de cinco secuelas (la última en 1988). Travers narraba el nacimiento de Mary Poppins de la siguiente manera: tuvo una enfermedad que la obligó a guardar cama y durante su convalecencia la visitaron unos niños, a los que, para entretenerlos, les contó la historia de una nana que usaba un paraguas con mango de cabeza de loro, que llevaba todas sus pertenencias en una bolsa y que tenía poderes mágicos. De ahí surge Mary Poppin. Ella siempre dijo que no la imaginó, sino que Poppins llegó a ella, tal y como llegó a la casa de los Banks.
“Hipnótica, fascinante y aterradora, nada que ver con la espantosa película de Disney. Para mí es la mitología moderna por excelencia, más relevante que Kafka o Borges”. Así describió el novelista Javier Calvo el libro Mary Poppins, una obra que en su opinión nadie debería dejar de leer. Y no le falta razón. En la mente de todos está la imagen de Julie Andrews cantando en la adaptación de Robert Stevenson al cine musical (calificado por algunos como cursi pero por mi, como uno de los mejores recuerdos de mi infancia). Sin embargo, en el libro no es una bella y angelical niñera que utiliza un tono severo con los niños, muy fingido a veces, sino una mujer brusca, picajosa, que resopla constantemente de indignación. Se ofendía “a menos de nada si llevaba puesto su abrigo azul de botones plateados con su sombrero a juego”, escribe Travers. En un pasaje, uno de los cuatro niños que cuida, Michel, intenta abrazarla y ella, apática y poco muy poco cariñosa, se revuelve: “No soy una sardina en una lata”. Y es que la autora no creó la historia pensando en el público infantil sino que pretendía “la creación de un mito” y despreciaba la película por ser demasiado optimista, sin mostrar los altibajos emocionales de la cuidadora que llegó volando.
Travers tardó casi 15 años en vender los derechos del libro a Disney, que la hizo rica, quizás porque se inspira en su propia vida y su relación con su padre. Le molestó especialmente que en la adaptación apareciesen dibujos animados.
Tan enigmática como su niñera Poppins, Travers se esforzó por conservar su vida privada en el más absoluto secreto. Hasta el punto de embrollar las historias que se conocían dando versiones distintas de los mismos hechos. Como ocurre en muchos casos, la escritora se parecía mucho a su personaje en el sentido de que nunca quiso dar explicaciones.
Aunque nunca se casó, adoptó un niño al final de su treintena. Un bebé que había nacido con un hermano gemelo y al que nunca le dio explicaciones, según cuentan, sobre sus orígenes. Creía que al tener que explicar algo, la persona se perdía la oportunidad de poder encontrar su propio significado. Algunos piensan que el hecho de no dar explicaciones era para hacerse la misteriosa, y crearse una aureola mítica; otros que simplemente era así, rara.
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