5 de febrero de 2014
Una chica joven está sentada en una sala de espera muy blanca, está nerviosa, no sabe cómo irá la cosa exactamente. En ese preciso momento su acompañante le parece un auténtico imbécil.
5 de enero de 2014
Hacía tiempo que no se veían, al menos un año. El entusiasmo por el reencuentro, la alegría de la visita, la calidez que produce el alcohol… Toda esa mezcla sudorosa precipitó en un polvo rápido, sin mucho detalle que poder dar, salvo que no hubo condón y él, que iba a parar, no paró.
7 am. En busca de una farmacia de guardia donde poder comprar su primera píldora del día después. Lo que más le fastidiaba no era el hecho en sí de tener que tomarla, algunas de sus amigas lo habían hecho varías veces y con menos edad y decían que no era para tanto. Al parecer es más habitual de lo que creemos. Y ella tiene 27. Lo que le fastidia es encontrarse en esta situación con un tipo que no le importa lo más mínimo, con alguien que no significa nada para ella, alguien con quien trató de superar la ruptura de su ex.
Lo que realmente le jode es tener que tomar la puta píldora porque el tipo, con el que además no le gusta mucho follar, no había sacado la polla a tiempo y, además, le parecía que ni siquiera se lo había planteado.
Con la píldora en la mano piensa, es él el que no la saca a tiempo y soy yo la que tengo que tragarme esta mierda. ¡Hay que joderse!
25 de enero de 2014
La angustia le atenaza la garganta, está en su piso sentada en el borde de su cama, inmovilizada por el miedo. No puede ser, no puede ser – piensa – si tomé la pastilla. ¡Y no la vomité! Pero se teme lo peor, nunca antes había tenido esta sensación con un atraso. Pero claro, nunca antes se habían corrido dentro sin ningún tipo de protección. Lo sabe, lo sabe.
Llama a su amiga, necesita ese empujón, le dice que haga lo que sabe que tiene que hacer. Compra un test y se hace la prueba. Positivo. Llama al tipo, su respuesta: eso no es posible.
26 de enero de 2014
Alberto Ruiz-Gallardón, ministro de Justicia, ha impulsado la aprobación de la nueva Ley de Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada, más restrictiva que la Ley de 1985. Interrumpir el embarazo dejará de ser un derecho de la mujer, a menos que haya sido violada o haya grave peligro para la vida o la salud física o psíquica de la mujer.
Está acojonada. Si esto le hubiera pasado hace 6 meses no habría ninguna duda, sabría que la ley respalda lo que desea hacer, abortar. Pero ahora duda, no sabe en qué punto está la derogación de la anterior Ley de 2010 y la entrada en vigor de esta nueva.
Llama a la clínica con el temor de que le digan que ya no es posible. Se le pasan decenas de ideas locas, ir al extranjero, buscar alguna clínica ilegal, etc. Por suerte le dicen que es posible y pide cita para el primer hueco que tengan, si es posible mañana. Le dan cita para el 5 de febrero. 10 días de larga espera. Durante esos días no dejará de buscar planes B por si al final no pudiera abortar en su ciudad.
Sueña que se desangra en una camilla, en una habitación rancia y sucia de un polígono abandonado cualquiera. Lo peor es que su pesadilla es una realidad para muchas mujeres.
27 de enero de 2014
Llama al tipo y le cuenta qué le han dicho. Le pide que vaya con ella a la clínica, no porque sea el apoyo moral que necesita, sino porque él es la otra parte responsable de este marrón, han sido los dos los que se han puesto en esta situación de mierda, así que les toca a los dos pasar este mal trago. Él dice que sí que irá y también pagará la mitad de lo que cuesta, 400€ en total. Ella va justa de dinero, pero lo tiene. También sabe que lo podría conseguir pidiéndolo a amigas o familia, pero prefiere no hacerlo, siente cierta vergüenza. ¡Cómo alguien como ella ha podido acabar así!, la voz de su padre le hace estremecerse.
4 de febrero de 2014
Es la noche previa al día del aborto, ella no se puede dormir, está nerviosa. Aunque su amiga le ha contado qué le harán y qué sensaciones sentirá, no lo sabe en sus carnes. Quiere quitárselo de encima cuanto antes.
Da vueltas en la cama de 1’05 donde él también está. Él le dice que si está nerviosa se fume un porro. Ella, alucinada, le dice que efectivamente lo que mejor le va a sentar es eso. Piensa, pero qué imbécil es este tío. Casi se arrepiente de haberle pedido que acuda. Pero no, tiene que estar, este lío es también suyo.