Mi coche, que tiene casi 26 años, ayudante de no sé cuántas mudanzas, que me ha acompañado por la estepa marciana y por las planicies manchegas a lo largo de los miles de kilómetros que le he metido en los 5 años que lo tengo, que ha estado aparcado cara a cara, en un duelo de miradas, frente a la carísima nave espacial de la directora del centro donde trabajaba, que ha sido testigo de sonrisas y lágrimas, que no le ha importado que lo usara como cajón desastre donde una vez saqué un melocotón de debajo del asiento del copiloto, es mi primer coche.
LO VIEJO
Mi primer coche ha pasado a mejor vida, se ha ido a vivir al campo. Porque claro, me niego a retirarlo por viejo y no darle la oportunidad de morir en medio de la batalla. Los viejos tienen derecho a seguir sintiéndose útiles, porque lo son. Son viejos, pero saben lo que se hacen, toman sus riesgos, se ponen al límite de temperatura, pero ahí se mantienen. Enseñan, a su manera, que si vas muy acelerada tienes que frenar, porque el motor se calienta, que en la vida hay cosas más importantes que ganarle cinco minutos al reloj, que a veces las apariencias engañan. Mi coche está con mi padre, en el campo, que lo cuida y le da quehacer, hasta donde él puede.
Tengo una amiga que este verano ha empezado a trabajar con ancianos en una residencia. Asco e indignación son las palabras que resumen lo que estamos haciendo con las personas mayores.
¿Por qué las desahuciamos como si no fueran nada, como si no sintieran nada, como si no valieran nada?
¿Por qué cada vez más y con más facilidad nos resulta natural deslocalizar los cuidados? ¿Por qué no nos parece irresponsable abandonarlas en estas cárceles adornadas que, casualmente, suelen estar a las afueras de las ciudades, lejos, invisibles? El hueco obligatorio que ocupaban las mujeres ha quedado vacío. ¿Por qué nos parece tan deleznable cuidar de nuestros seres queridos?
Y sí, ya sé que no todo el mundo lo hace, ya sé que hoy no nos podemos permitir no trabajar, que no hay conciliación familiar en este despiadado mundo postcapitalista. Que sí pero, ¿de verdad no podemos cuidar de esas personas o no queremos? ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué nos importa más que los niños vayan a tres extraescolares, gastar 1000€ en las vacaciones familiares, renovar el móvil cada año y pasar el rato mirando las redes? Son personas, no dejan de serlo cuando rebasan el máximo de arrugas.
Cortocircuito cerebral
Fui a comprar un coche nuevo. Había hecho mis deberes. Sabía qué quería y cuánto gastaría. Me daba igual el modelo así que fui a varios concesionarios, con mi padre. ¡En qué mala hora! Se ve que los tipejos tienen algún cable pelado por ahí dentro, en su motor/cerebro, que les hace masa. ¿Qué parte de “vengo a que me enseñes coches, quiero estas prestaciones y gastaría tanto dinero” no entienden? Porque automáticamente se dirigen a mi padre a explicar y contestar las preguntas que yo les hago. Mi padre sin despegar el pico, que nos conocemos. Cuando pregunto por la financiación, parece que ni me ven. Según cuentan las leyendas, por ser mujer no solo no sé de coches, tampoco sé sumar, ni aplicar un sencillo porcentaje.
En el penúltimo concesionario pregunto si la cuota es variable o no, nunca he comprado nada a plazos, y el tipo se enzarza en una discusión con mi padre sobre el tema, que cree que lo quieren engañar. Mientras los oigo pienso, serán gilipollas, si los dos están diciendo lo mismo. Cuando me harto le digo al tipejo, “¿pero por qué no me contestas a mí que soy quien quiere el coche, quien te pregunta y quien te va a pagar?” No responde, cree que soy un poltergeist. A mi padre no hace falta que le diga nada, ya me ha visto la cara. Obviamente el coche no me lo compro en este sitio y obviamente ya no vuelvo a ningún otro concesionario con mi padre.
Cómo me jode que me traten con paternalismo. ¡Hostia!
Sí, soy mujer. Sí vengo a comprar un coche. Sí, sé de qué me hablas. Sí, lo pago yo.
LO NUEVO
El coche nuevo me gusta. Pensaba que sería una mierda, seguro más caro, preocupación porque se raye, contribuir a que haya menos recursos en el planeta y más contaminación, mis prejuicios sobre lo innecesario y banal de lo nuevo, si estoy siendo coherente con aquello en lo que creo… El coche nuevo me ha devuelto a la responsabilidad de compartir transporte, estoy operativa en blablacar, y con ello me obligo a ser y estar más atenta, con las personas que llevo y con la carretera. No me importa salir un poco antes o después si me lo piden, soy flexible con los puntos de encuentro, no subo el precio más de lo que es recomendable, quiero que la gente esté cómoda y se sienta segura, y quiero que el coche sea compartido para contaminar menos.
El coche nuevo me recuerda que este curso debo tratar a les alumnes nueves del mismo modo que lo hice el año pasado, con respeto, con cuidado, con flexibilidad, con orden, con claridad. Es decir, los tengo que tratar como lo que son, sujetos de derecho, sujetos plenos. Estar rodeada de adolescentes hiperhormonados, con dramas diarios y más cambiantes que las uñas de Rosalía, es una tarea que, como al principio con el coche nuevo, creía que no me iba a entusiasmar. Sin embargo, son un motivo para ser mejor. Eso sí, tienes que dejarte arrastrar un poco por ellos, por esa frescura, por esa pasión e ilusión con la que se meten de lleno en lo que les gusta, por la inocencia, por la falta de prejuicios.
La escuela, los IES, me atrevería hasta decir las guarderías, son centros donde la jerarquía y las desigualdades, luchan contra la identidad de las personas, contra su libertad.
Aquí el adultocentrismo desahucia de su propio espacio a lxs jóvenes porque lo nuevo, al parecer, como lo viejo, no sabe, no siente, no vale.
Como está recién salido de fábrica no tiene la experiencia suficiente en carretera, no ha visto suficiente mundo. A lxs jóvenes no se les permite tomar partido en lo que les afecta, no se les consulta, no se les mira, no se les ve.
¿Por qué? Pues porque a los adultos que desempeñan roles “importantes” les gusta sentirse importantes, es decir, hacer que los demás se sientan nadie. Luego se preguntan porqué hay tanto abandono escolar… Estas personas son como la vox popular de este país que, de cara a la galería se dejan la saliva en la revolución que van a llevar a cabo, y en la intimidad de sus despachos de dirección amedrentan a los revoltosos y críticos de su gestión empujándolos contra la pared. Nadie es el nombre con el que Ulises escapó del cíclope Polifemo y es quizá esa idea de masa informe y difusa, una nada con peso ontológico, la que haga saltar por los aires esa estructura milenaria que es el poder del adulto y que niega a lxs jóvenes su ser.
Esos profesores que se creen poseedores únicos del elixir de la sabiduría, que se vanaglorian del alto porcentaje de suspensos, que consideran al alumnado seres a medio hacer que, precisamente por la categoría que se les atribuye de cuasi-substancia, no merecen respeto ni atención. No se dan cuenta de lo que pierden por no considerarlos sujetos de derecho, sujetos plenos.
FEMINISMO PARA LA VIDA
La libertad que las mujeres han conquistado ha supuesto una mejora en las condiciones de vida, en los futuros posibles, de todas nosotras. Al mismo tiempo, parece que ha dejado huérfanos unos cuantos espacios, como por ejemplo, los cuidados. ¿Si ya no se nos obliga a nosotras ya no se hace? Creo que no hay que perder de vista que es una cuestión importante, se trata de dar calidez a este mundo despiadado del uso y el abuso de las personas y las cosas. ¿Legalizamos el senicidio para quitarnos el problema de encima o comenzamos a reflexionar sobre la ética de estos modos de vida?
¿Qué ejemplo damos a lxs jóvenes cuando lo que mostramos son tratos inhumanos, desiguales, faltas de respeto, humillaciones, dificultades, totalitarismo… ? Me pregunto infinidad de veces qué pasaría si dejáramos que de verdad fueran madurando, responsabilizándose, tomando partido, teniendo voz y voto desde el inicio y en la medida de sus posibilidades. ¡Me pregunto qué pasaría si lxs profesorxs no tuviéramos miedo a perder el poder!
¡Qué pena que no vean que ellos nos enseñan a ser ágiles, abiertos, frescos, sociales! No ven que ellxs nos hacen bien cuando nos cuestionan, no se dan cuenta de la oportunidad que tienen de contribuir a que la sociedad patriarcal caiga.
Sobre el mundo del motor y los señoros, dueños exclusivos de esta sección del mundo, habría que escribir otra entrada. De momento, yo he empezado por exigir que se me conteste a mí cuando hago alguna pregunta sobre aceites y humos. Y si no lo entiendo, pues que me lo expliquen otra vez.