Despedir el mes de mayo leyendo -Dibujos de papel– de Paca Aguirre resulta de lo más poético y entrañable, el propio contenido se adhiere al pulso cardíaco acentuando la percepción del tiempo.
No obstante, la poesía en sí encierra un sentimiento mucho más profundo que leer unos versos en una luminosa mañana de domingo.
Sin dejar a un lado el texto de la obra de teatro –No te vistas para cenar– de Marc Camoletti, o mientras releo por enésima vez algún poema suelto de –Cuaderno de campo– de María Sánchez, compruebo simultáneamente las óptimas condiciones del diminuto centrado de planchado.
Algo tan trivial como poner a cargar el Kindle pasar de Epub a Mobi descargar –Veinticuatro horas en la vida de una mujer – de Stefan Zweig-, supone dar rienda suelta al intelecto.
Anoto dos nuevos títulos de libros recomendados por una amiga argentina, –La Sirena Varada– y –Prohibido suicidarse en primavera-, de Alejandro Casona.
Y así, de manera autómata, sin imposición alguna, de forma totalmente autodidacta, encuentro la placidez de indagar en mi propia identidad y de reconocer abiertamente el apetito insaciable que suelen despertar las letras.
