¿Has pensado alguna vez qué pasaría si fueran los tíos los que tuvieran la regla?
(Y cuando hago esta reflexión me refiero a hombres cisgéneros aquellos cuya identidad y expresión de género está en concordancia con el género asignado al nacer).
¿Crees que la regla seguiría siendo un tema tabú, sucio y desconocido?
¿Cómo serian los anuncios? ¿Como los de ahora, con chicas haciendo el pino, super mega felices y todo bañado en tonos pasteles? ¿O serían como los anuncios de perfumes, desodorantes y coches que vemos actualmente protagonizados por hombres?
¿¿Y cómo aparecería la sangre?? ¿Sería el líquido ese azul?
¿Existirían tantos eufemismos como los que existen actualmente?
¿Se llevaría tan en silencio desde la adolescencia o sería un motivo de orgullo, de sacar pecho y de contarle a todo el mundo que ya te ha venido el periodo?
¿Qué pasaría en los trabajos cuando un hombre tuviera la regla? ¿Se respetarían las etapas del ciclo y existiría la baja menstrual?
¿Crees que seguirían existiendo en el mundo, tantas mujeres que son excluidas de su comunidad o mujeres sin acceso a higiene cuando están menstruando, como hasta ahora?
¿Habría más interés y por tanto, inversión en investigar enfermedades tan silenciadas y desconocidas como es hoy en día la endometriosis?
¿Y los precios de compresas y tampones serían tan desorbitados? ¿Existirían estos productos o se invertiría en productos ecológicos y naturales como por ejemplo la copa menstrual?
Soy de las que piensa que todo sería distinto. La menstruación dejaría de estar estigmatizada, sería un hecho biológico más y como tal, sería vivido con normalidad, sin vergüenzas, sin desconocimientos ni tabúes.
No se trata de gritar a los cuatro vientos «¡eyyyyyy estoy con la regla!» (Que si quieres y te apetece eres libre de hacerlo). Se trata de aprender a conectar con nosotras y a vivir un hecho natural de la mejor forma posible, sin vergüenzas ni rechazos.
¿Te has parado a pensar en cómo nos pasamos las compresas o tampones cuando estamos en lugares públicos? Disimulando, escondiendo los tampones o compresas en la manga del jersey y con la vergüenza y el cuidado de que nadie vea lo que te pasas o lo que cuidadosamente sacas del bolso. ¡Cómo si fuera algo prohibido o peligroso para la humanidad!
Fíjate que el comportamiento transmite lo que sentimos y expresa cómo vivimos cierto tema.
Pues esto es un reflejo de como muchas de nosotras vivimos la menstruación en esta sociedad en 2018, una prueba más de los estereotipos delimitantes que la sociedad heteropatriarcal nos ha ido imponiendo a lo largo de la historia.
Mientras en los anuncios todo es naif, happy, azucarado y falso, en las aulas, lugares de trabajo, en los bares y hasta en las casas la vivencia de la regla es molesta, dolorosa, incómoda, escondida y malavenida.
Hay casas en las que existen cajones que «no se pueden abrir» donde se guardan los productos higiénicos. Aún hoy en día, hay chavalas que esconden bien la compresa enrollada en mucho papel higiénico y escondida en el fondo del cubo de la basura para que ciertos familiares no se percaten, ni se incomoden ante tal acontecimiento.
O esconder en el carro de la compra bajo otros productos la cajita de compresas o de tampones.
Y eso lo vamos reproduciendo de generación a generación, lo vamos transmitiendo, las niñas lo incorporan en lo cotidiano y lo van imitando sin cuestionar y vuelta a empezar.
La menstruación no es una enfermedad y como tal hemos de aprender a normalizarla, vivirla de forma consciente, sin incomodidades, identificando y desmitificando las falsas creencias que nos limitan y nos subordinan por el hecho de ser personas menstruantes.
Esto es un proceso.
Un proceso de toma de conciencia, de aprendizaje, de escucha, de aceptación, de cambio y de reconciliación con nuestro cuerpo menstruante y con cada una de las distintas fases de nuestro ciclo menstrual, aceptando y conectando con la escucha del cuerpo, de tu cuerpo, de ti.