Euforizados
coros al ralentí de cerebrados
saurios del futuro
calientan un autocorazón.
En
cuyo rechazo
yo invierno
hacia ti
(Paul Celan)
Lo que adviene, en el poema, va camino de un abrirse al milagro del mundo. Todo es metafísica, nos es dicho. Y sin embargo, no todo es decible siempre: «Doblez de lengua/posible polícromo es/lo único que nos salva/un único lenguaje»[1]ESTEBAN, Mar. 2016. Yo invierno hacia ti. Zaragoza: Sindicato de Trabajos Imaginarios, p. 35. ¿Qué hay, si no nos salva la lengua, en lo pre-predicativo?
La permanencia en el extravío, parece ser lo que sostiene la autora malagueña Mar Esteban. Extravío en tanto que hay lenguaje, en tanto que es: deviene Palabra. Yo invierno hacia ti (2016) es probablemente muchas cosas, más allá de un simple poemario. El primer libro de la poeta es una condición escrita para lo que sabemos, para lo que podríamos saber, e incluso para lo que jamás sabremos. Se nos congrega a un baile de sombras, detrás una música sorda, audaz, precipitada hacia el vacío de la lengua.
Su título debería hacernos reflexionar sobre lo que tenemos delante. Estamos hablando de un continuo homenaje —más o menos encubierto— a Paul Celan, que consta de sesenta y cuatro poemas. Su poética, de una complejidad poco común en comparación con el panorama actual de la poesía española, está consignada al de(s)velar la áspera complejidad que entraña el lenguaje, el habla misma.
«El no tener hueco para decir»[2]Ibíd., p. 69 es la termodinámica del lenguaje común, propio y también del no-lenguaje: a mayor ausencia de palabras o mayor riesgo sintáctico, mayor grado de entropía, de desorden lingüístico. Una Lengua letraherida, gramáticoherida…poemas camino de algo que desconocemos, de un decir poético, libre de artificios.
Yo invierno hacia ti es una condición, decíamos, y quizás también una consecuencia de contemplar los límites del tiempo. «Lugar-tiempo/lugar-allí»[3]Ibíd., p. 22: el lenguaje que ha sido ocupado para justificar la catástrofe de la lengua cuando se repliega. Toda la poesía es un cambio de aliento (Atemwende) y sin embargo, se instaura en la raíz misma del lenguaje, como si se nos hubiese expulsado del Paraíso, mudos, desnudos de toda voz, pero se nos concediera la posibilidad de la escritura.
Agamben, en su Il Fuoco e il Racconto, nos recuerda que, olvidada el habla -la Oración- y el lugar para ella —el Bosque—, existe la posibilidad de que quede, al menos, el escrito de todo lo acontecido. Todo lo que es literatura es memoria de la pérdida del fuego: «La levedad de comenzarse sin nombre»[4]Ibíd., p. 87. La contrapalabra que vence el Tiempo.
Después de Celan, se suceden los homenajes a Chantal Maillard, Giuseppe Ungaretti, Eugenio Montale, Dylan Thomas y hasta el mismísimo T.S. Eliot. Ese abanico de nombres, cuyas citas la propia poeta deconstruye a su gusto. Y es que es imposible hablar sin ellos pero nuestra memoria no conoce la indulgencia, pues existe un poder del pasado que debe ser vencido precisamente porque nos es dado sin dar-se.
Estamos, como escribía Rilke, para decir aquello que las cosas mismas, en su intimidad (die heimliche, le llama él), nunca esperaron ser[5]RILKE, Rainer Maria. 2016. Elegías de Duino. Madrid: Sexto Piso, p. 110. Pero tampoco es caos lo que nos queda antes de las cosas. Al contrario, se trata de lo natal (heimlich) donde el pensamiento —no olvidemos que Mar Esteban es, eminentemente, una poeta del pensamiento— se siente como en casa. Mora el lenguaje en tanto que resulta imposible en lo propiamente posible.
Lo pensado, pero también lo que está por acaecer, se confina con la determinación de los valores tonales que poeta deja (co)existir. ¿Qué es lenguaje, pues? «Un arraigo incierto», se afirma en el poema «Quietud»[6]Esteban, Op. Cit., p. 81. Allí donde queda todo «aterido en los surcos de la palabra»[7]Esteban, Op. Cit., p. 81. Ninguna desolación —ese estar aterido de frío, quizás también de miedo— puede ser mayor que la de capturar la realidad mientras el lenguaje se abisma para ser de-molido.
Habitamos en Él, nos demoramos, pensamos el habitar que se nombra, y lo que resta es frío, es aterirse hasta herirse. Mar Esteban parece hacer suya la máxima heideggeriana: «El hombre se comporta como si fuera él el creador y el maestro del lenguaje, cuando en realidad es el lenguaje el que se adueña del hombre»[8]HEIDEGGER, Martin. 2015. Construir Habitar Pensar (ed. bilingüe de Arturo Leyte y Jesús Adrián). Madrid: La Oficina, p. 15.
«Palabra calla/Palabra grita/Palabra rompe»[9]Esteban, Op. Cit., p. 29 y sin embargo, el lenguaje sólo entra en acción si se asocia al tiempo. Habitar poéticamente hacia Ti, hacia quien no tiene nombre, hacia quien es nombrado en silencio, o al menos, en voz baja. La contrapalabra poética de Mar Esteban señala hacia un presente tardío, como el mismo Paul Celan, y todo, constelado y errátil, se abre a los ojos de quien rechaza y nos invierna.
Nada queda por decir. Todo ha sido dicho.
Título: Yo invierno hacia ti |
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Referencias
↑1 | ESTEBAN, Mar. 2016. Yo invierno hacia ti. Zaragoza: Sindicato de Trabajos Imaginarios, p. 35 |
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↑2 | Ibíd., p. 69 |
↑3 | Ibíd., p. 22 |
↑4 | Ibíd., p. 87 |
↑5 | RILKE, Rainer Maria. 2016. Elegías de Duino. Madrid: Sexto Piso, p. 110 |
↑6, ↑7 | Esteban, Op. Cit., p. 81 |
↑8 | HEIDEGGER, Martin. 2015. Construir Habitar Pensar (ed. bilingüe de Arturo Leyte y Jesús Adrián). Madrid: La Oficina, p. 15 |
↑9 | Esteban, Op. Cit., p. 29 |