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Aunque todo parezca tranquilo, nunca está de más vigilar. Especialmente cuando no hay otra luz que la de las estrellas, ya que es el momento en el que aquellos a los que les estorba la ley se envalentonan para hacer uso de sus trampas y malas artes confiando en el cobijo que les ofrece la oscuridad. Y aunque son varios y diversos los delitos que se pueden cometer en una bahía, en esta ocasión me refiero al uso de trampas y artes de pesca ilegales. Delitos perseguidos y castigados como cualesquiera otros. Y siendo que en esa labor de vigilancia y persecución participé en mis años de marinero, con los relatos que nos ocupan en esta ocasión no sólo haré una recomendación, sino que también quiero poner en valor el trabajo de quienes patrullan en el mar. Así pues, soltemos amarras y salgamos a navegar por las costas que Jack London demostró conocer a la perfección en sus Siete cuentos de la patrulla pesquera. Pero antes de salir de puerto, un pequeño briefing a propósito de la misión.
La obra de Jack London es el reflejo de una vida de supervivencia repleta de aventuras.
Y son las primeras peripecias del autor las que inspiraron estos cuentos, pues no era más que un adolescente cuando trabajó con la patrulla pesquera del gobierno en la bahía de San Francisco. Por lo que creo que se puede considerar que fueron las experiencias vividas entonces las que forjaron el espíritu siempre ávido de aventuras de London. Puede que igualmente marcaran el destino final del escritor, pues fueron también su pasión por la navegación y el alcoholismo que adquirió en altamar y abrazó toda su vida los que terminaron complicando su salud hasta la conclusión final. Así que diré que en estos siete relatos nos encontramos ante un Jack London altamente nutrido en batallitas (incluyendo las de Klondike) que siente nostalgia por aquel tiempo en el que descubrió la virtud de los desafíos y firmó su pacto eterno con el mar. Buena prueba de esa nostalgia es que poco después de la publicación de estos cuentos encargó la construcción del Snark, barco que bautizó así en homenaje al poema de Lewis Carroll y con el que navegó recabando el material que posteriormente le sirvió para escribir El crucero del Snark y Cuentos de los mares del sur. Y habiendo aclarado las bases, comencemos la misión.
En el primer relato, Blanco y amarillo, London ya nos engancha haciendo una introducción digna de una voz en off para la cabecera de una serie al más puro estilo de Ley y Orden:
Las aguas de la Bahía de San Francisco contienen todo género de peces; por eso surcan su superficie las quillas de todo género de pesqueros, tripulados por todo género de pescadores. Para proteger a los peces contra esta abigarrada población flotante se han promulgado muchas leyes acertadas y existe una patrulla pesquera que se encarga de que esas leyes se cumplan.
Y entonces aparece en la pantalla «FISH PATROL». Fuera de broma; a mí con ese inicio ya me tenía. A continuación, nos presenta a los infractores. En este primer cuento se trata de los camaroneros chinos, los cuales utilizan redes con una malla tan pequeña que, además de capturar aumentar la captura de camarones, atrapa a los alevines que luego acaban pudriéndose en las playas donde se encuentran las aldeas de los camaroneros. Y contratados por la Comisión de Pesca para combatir ésta y otras prácticas prohibidas, tenemos a nuestro protagonista y a sus compañeros a bordo del Reno, la balandra con la que persiguen a los delincuentes y a la que suben a los que consiguen capturar. Como nos encontramos a finales del siglo XIX, las persecuciones son a vela y las detenciones a punta de revólver, por lo que el éxito de los patrulleros depende de su pericia para maniobrar la embarcación y del valor para afrontar situaciones de vida o muerte. En la aventura con los camaroneros, sus mayores dificultades se deben a una vía de agua y la tensión mantenida con los detenidos a bordo, dirigidos por su díscolo cabecilla. Este último personaje, Pañuelo Amarillo, volverá a aparecer en el cuento final dando título al mismo, con lo que London cierra el círculo con el único antagonista recurrente. Y es su reaparición la que casi acaba con la vida del protagonista. Lo cual no significa que los patrulleros del Reno no se jueguen la vida en el resto de cuentos. Lo cierto es que en varias ocasiones abren fuego contra ellos y no les queda más remedio que desistir, retirándose para elaborar una estrategia eficaz. Pues el único que está en nómina en el Reno es el patrullero de plantilla. El resto son ayudantes autónomos que cobran un porcentaje de las multas impuestas a los infractores y las recompensas que se ofrecen. Es decir, que no van a consentir que se les escape nadie. Y son esas estrategias y las tretas improvisadas las que hacen tan divertidas y entretenidas las aventuras de esta patrulla.
Sobre las experiencias del propio autor que le sirvieron para escribir estos cuentos, cabe destacar la que tenía para Incursión contra los ostreros furtivos. Pues antes de unirse a la tripulación de una patrullera, subsistió una temporada como pirata de ostras. En la década de 1880, tras consolidarse el monopolio ostrícola de la bahía de San Francisco, se hicieron comunes los asaltos nocturnos a los criaderos de ostras para luego venderlas en los mercados de Oakland. Y Jack London participó en esta práctica sirviéndose de una balandra que le compró a un pirata ostrero con el dinero que le prestó su madre adoptiva. Aunque sus correrías de adolescencia al otro lado de la ley no duraron gran cosa, pues la balandra sufrió daños irreparables unos meses después. Fue tras esa experiencia cuando London se hizo miembro de la Patrulla Pesquera de California.
Otro episodio que le marcó profundamente seguro fue el que le sirvió para describir los dos momentos más angustiosos de estos cuentos. El primero aparece en Demetrios Contos, donde el protagonista persigue frenéticamente al tal Demetrios, un pescador griego que había desafiado a la patrulla pesquera. Durante la veloz persecución, la lancha de nuestro héroe se estrella contra un pilote hundido, provocando que la embarcación se hunda rápidamente. London describe los esfuerzos por mantenerse en la superficie en medio de un mar revuelto, zarandeado por las olas, sin tiempo casi para respirar entre golpes de agua. El segundo momento de sufrimiento lo padece el protagonista en el último cuento ya mencionado, cuando se sumerge en el frío barro durante horas para evitar que Pañuelo Amarillo le encuentre. Aquí es el frío el que supone una tortura, produciéndole fuertes dolores musculares y agotándole hasta casi sucumbir. Y el realismo en la descripción de esos momentos tormentosos, como decía, seguramente se deba a que el escritor experimentó algo parecido en sus propias carnes. Lo que a London le ocurrió fue que, después de emborracharse con otros marineros, cayó por la borda a la Bahía de San Francisco, dejándose ir a la deriva y queriendo ahogarse a sí mismo. Así paso varias horas hasta que finalmentefue rescatado por un pescador griego. Y la experiencia no debió ser nada agradable.
Y aunque es evidente que Jack London escribe tirando de anecdotario, en estos cuentos encontramos también la intención de divertir y de transmitir el espíritu impetuoso y el vitalismo de sus personajes. Las pequeñas aventuras que creó son episodios cortos y amenos en los que los buenos han de encontrar la forma de hacer frente a situaciones en las que todo vale para los malos. Y los mejores relatos son precisamente en los que la patrulla resuelve los problemas a base de ingenio y de un sentido irreverente de la justicia. Al final uno se queda con ganas de más aventuras y es inevitable desear que London hubiese escrito muchos más cuentos protagonizados por la tripulación del Reno.
Y, como he dicho al principio, con esta recomendación quiero recordar también la importante labor que realizan aquellos que velan por que se cumpla la ley en nuestras aguas. Y en especial la de los patrulleros y los buques de inspección pesquera de la Armada, pues yo mismo no era consciente del trabajo que realizan estas unidades hasta que formé parte de una de ellas. Y no está pagado.
Título: Siete cuentos de la patrulla pesquera y otros relatos |
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