Y ahora, ¿qué?
¿Qué hago con las alas rotas? ¿Y los planes de fines de semana que íbamos a compartir juntxs? ¿Y todas esas ilusiones que ahora se deshacen en papeles arrugados y vacíos de contenido? ¿Por qué decidió continuar su camino sin mí?
¿Por qué yo?
¿Por qué yo no?
Me ha dejado y le echo de menos.
Se fue sin darme explicaciones o sin que éstas me sirvieran para nada.
Me ha dejado de querer.
Éste es el punto clave: el escozor del abandono y de lo que pudo ser y no fue. Cuando esa persona con la que establecimos ese vínculo sexoafectivo decide salir de nuestras vidas, duele.
Hemos sido socializadas en torno a la vivencia del amor romántico y ante la ruptura de la relación, tenemos la tendencia a cuestionarnos qué fue lo que hicimos mal.
La búsqueda del fallo en nosotras mismas es automático y aparece el autoreproche, la culpa, la tristeza que surge desde lo más profundo reviviendo la herida primigenia y la necesidad de que este trago pase lo más rápido olvidándonos de la importancia de hacer una buena digestión de nuestras emociones.
Tengo la sensación de estar fuera de mí.
He perdido mi fuerza y mi alegría.
Me cuesta saber quién soy y qué quiero ahora.
Estas sensaciones son el resultado de haber invertido gran parte de nuestro ser en la otra persona y llegar a la conclusión de que el final de la relación es, quizá, lo mejor que nos podría haber pasado es el final de un proceso y el comienzo de otro más luminoso pero no fácil de vislumbrar.
Recomponer los pedazos para sentirnos enteras conlleva tiempo, escucha interna y mucho, mucho mimo y amor propio.
Ser conscientes de que ahora podemos sostenernos a nosotras mismas ante el dolor nos arroja una alternativa.
Ya no está.
Ahora estás sola.
Sola, otra vez.
Sola.
Como apunta Marcela Lagarde, las mujeres hemos sido educadas y socializadas en ser para los otros y mantener el vínculo afectivo invirtiendo nuestra energía vital en ser el soporte emocional de lxs demás.
Nos metieron el miedo a la soledad hasta lo más profundo de nuestras entrañas y ahora no nos queda más remedio que afrontarlo y aprender a disfrutar de ella, de la hermana soledad.
Ella, a la cual hemos temido por habérnosla imaginado como oscura y difícil de atravesar, ahora se convierte en nuestra aliada para convertirnos en nuestras mejores compañeras para aprender a practicar el amor hacia nosotras mismas.
¿Cuántas veces has fallado a una cita contigo?
¿En cuántas ocasiones te hubiera gustado quedarte a solas sin habértelo permitido?
¿Cuántos momentos de placer y bienestar en solitario sacrificaste por lxs demás?
Nos vamos diluyendo en la entrega hacia las relaciones sin apenas ser conscientes de ello y más tarde recogemos la factura que nuestro cuerpo nos pasa en forma de malestares, dolores y vaivenes emocionales difíciles de sobrellevar.
Sí, te ha dejado. Me ha dejado.
Y por ende, es una excelente oportunidad para empezar a tejer una nueva relación, esta vez con nosotras mismas.
Para ello, podemos empezar a implementar una serie de recursos, los propios. Esos que nos pertenecen y que el sistema patriarcal se encarga de invisibilizar pues son la clave de nuestra salud mental:
Tu cuarto propio.
Como dice Virginia Woolf en su ensayo Una habitación propia, es necesario hacernos con un espacio para disfrutarnos y campar a nuestras anchas. Este espacio puede ser tu habitación, habilitar un lugar especial dentro de tu casa o también reservar tiempo para ti con el único objetivo de estar contigo desde el placer de disfrutarte. Lo importante es gozar de esos encuentros en los que estar contigo sea la prioridad.
Queda con tus amigas.
Estar entre mujeres desde la confianza, el respeto y la seguridad genera bienestar psíquico y emocional. Este efecto se relaciona con la segregación de la hormona oxitocina que tiene lugar cuando empezamos a compartirnos con nuestras amigas, personas de confianza y otras mujeres y ser partícipes de cómo la otra también actúa como nuestro espejo.
Identifica tus necesidades y deseos para pasar a la acción.
No nos enseñaron a saber cómo detectar nuestras necesidades ni deseos propios. La socialización de género tiene que ver con el proceso que transmite lo que la sociedad espera de «una buena mujer» o «un buen hombre» En el caso de las mujeres, nos enseñan que nuestro reconocimiento está en base a lxs demás y que ellxs serán quienes nos validen despojándonos de nuestro propio criterio. Por esta razón es necesario revisar cuales son nuestras propias necesidades y deseos preguntándonos todos los días: ¿Qué deseo? ¿Qué necesito hoy para estar bien o estar mejor? Y en base a la respuesta… pasar a la acción para satisfacerlo.
Practica rituales de amor propio.
Leer ese libro que tanto te gusta en tu cafetería favorita (y si todavía no lo tienes hazte con él), preparar una cena especial para ti, salir a caminar por la ciudad, la playa o la montaña sin rumbo fijo, sentarte en un banco a tomar el sol, regalarte un masaje… hay infinidad de prácticas que podemos llevar a cabo sin la necesidad de que otra persona sea quien nos las procure. Y llevarlas a cabo es un principio para establecer nuestra autonomía e independencia porque cuanto más rico sea el espacio propio de disfrute con nosotras mismas, más saludables serán los espacios que compartamos con lxs demás.
Por último, creo que es importante recordarnos que la puesta en marcha de estos recursos no nos asegurarán la felicidad instantánea y tampoco serán la clave eterna del bienestar pero sí un buen punto de partida para reivindicar lo que nos pertenece:
Nuestro espacio, tiempo con nosotras mismas y el comienzo de un nuevo proceso siendo nuestras mejores aliadas.
Lola, le envío un poema –muy pertinente para su artículo– de una mujer china de la Dinastía Táng. La traducción es mía.
CURA DE DESAMOR
Yu Xuanji
Ya estás libre, ya nadie te retiene.
Puedes viajar a ver bellos paisajes.
Por las nubes el río, por encima la luna.
Soltar amarras, ir a la deriva.
Tocar bandola en templos de antiguas dinastías.
Recitar tus poemas en kioscos de jardines.
Hacer tu compañía con bosques de bambúes.
Amistarte con rocas en fuertes precipicios.
Que tu salud sea cosa de alondras y gorriones.
Olvida plata y oro, deja las ambiciones.
Vino verde en tu copa pon en la primavera.
La luna vendrá en quieta visita a tu ventana.
Da una vuelta al estanque, goza su transparencia,
Confunde tus horquillas con reflejos del agua,
y quédate en la cama con libros a tu lado,
demasiado feliz para arreglarte el pelo.