La próxima semana se celebra en la Universidad de Alicante, en la sede del Centro de Estudios Iberoamericanos Mario Benedetti el Seminario «Mario Benedetti y los poetas comunicantes», dentro de las actividades conmemorativas del quinto aniversario desde su fallecimiento en mayo de 2009.
El Seminario, en el que participo, me sirve como excusa para hablaros hoy brevemente sobre el escritor uruguayo, nacido en Paso de los toros y vecino de Montevideo, de América Latina y también de España, donde pasó largas temporadas debido a sus exilios políticos y su preferencia por Madrid y otras ciudades, como Alicante, que lo acogieron con los brazos abiertos.
Como escritor practicó el cuento, la narrativa, con una lista numerosa de novelas entre las que destacan la desventurada historia de Martín Santomé en La tregua, pero sobre todo se consideraba poeta, poeta del espacio íntimo, pero también poeta comprometido, cívico, al lado de una sociedad en conflicto constante y con deudas de sangre que los escritores trataron de denunciar en sus obras. Aquí os dejo uno de mis favoritos, menos conocido que sus poemas de amor, dedicado al Che Guevara tras su asesinato en Bolivia
Así estamos, consternados, rabiosos. Aunque esta muerte sea uno de los absurdos previsibles. Da vergüenza mirar los cuadros, los sillones, las alfombras. Sacar una botella del refrigerador. Teclear las tres letras mundiales de tu nombre en la rígida máquina que nunca, nunca, estuvo con la cinta tan pálida. Vergüenza tener frío y arrimarse a la estufa como siempre. Tener hambre y comer, esa cosa tan simple. Abrir el tocadiscos y escuchar en silencio sobre todo si es un cuarteto de Mozart. Da vergüenza el confort y el asma da vergüenza. Cuando tú, Comandante, estás cayendo, ametrallado, fabuloso, nítido, eres nuestra conciencia acribillada. Dicen que te quemaron. Con qué fuego van a quemar las buenas, buenas nuevas. La irascible ternura que trajiste y llevaste con tu tos, con tu barro. Dicen que incineraron toda tu vocación, menos un dedo. Basta para mostrarnos el camino, para acusar al monstruo y sus tizones, para apretar de nuevo los gatillos. Así estamos, consternados, rabiosos. Claro que con el tiempo la plomiza consternación se nos irá pasando. La rabia quedará, se hará más limpia. Estás muerto, estás vivo, estás cayendo, estás nube, estás lluvia, estás estrella. Donde estés si es que estás, si estás llegando, aprovecha por fin a respirar tranquilo, a llenarte de cielo los pulmones. Donde estés, si es que estás, si estás llegando, será una pena que no exista Dios, pero habrá otros, claro que habrá otros, dignos de recibirte, Comandante.
Su influencia en la vida cultural hispanoamericana fue notoria desde la década de los años 60. Serrat puso música a muchos de sus poemas en el disco El sur también existe, Daniel Viglietti le acompañó «A dos voces» por todo el mundo, sus poemas fueron el centro de películas como El lado oscuro del corazón, en la que aparece vestido de piloto y recitando en alemán.
Sus libros, no sé si lo sabéis, o al menos sus libros de la biblioteca de su casa madrileña, los guarda ahora la Universidad de Alicante y el Centro que lleva su nombre. Allí están expuestas dedicatorias y anotaciones de libros clásicos y de compañeros de generación, recortes de periódico, conferencias o fotografías como la de Eduardo Longoni que preside la sala. La biblioteca está a disposición del investigador y del lector curioso que quiera disfrutar por unos instantes del olor y el color de los libros del poeta, observar las anotaciones de lector constante y crítico, encontrar los secretos del Benedetti personal, del que se sentaba a la mesa con sus mejores ropajes para darse a la literatura. Metrópolis tiene lugares desconocidos, tesoros a la vuelta de la esquina.
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