Qué alegría el reconocimiento del premio Príncipe de Asturias a Joaquín Salvador, Quino, conocido por todos por ser el creador de Mafalda y su mundo. Esa niña protestona con todas las leyes que este año cumple ya 50 años y que de la que os traigo algunas curiosidades esta semana a Amanece Metrópoli.
Mucho sabemos de Mafalda, la niña que odia la sopa y que no entiende la lógica de los adultos, la niña rebelde, quejica e inteligente que con su aspecto dulce desmonta verdades y crea conflictos, consuela a sus amigos y hace llorar a las cebollas. Muy poco, sin embargo, conocemos de la figura de su autor, el dibujante Joaquín Salvador, en cuya página web profesional contrapone la biografía oficial con una autobiografía en clave Mafalda muy recomendable. Así empieza:
Un negro se lamentaba
a la orilla del mar:
¡Quién fuera blanco!
(lloraba), aunque fuese
catalán.
Hijo de inmigrantes andaluces, nace en Mendoza en 1932 y pronto descubre su vocación de pintor. Aburrido en la Escuela de Bellas Artes, con 18 años marcha con un lápiz y una goma de borrar al Buenos Aires a conseguir su sueño. Tardó tres años, como nosotros ahora, para que alguien le hiciera caso, pero el talento en este caso tuvo premio y su carrera como dibujante cómico comenzó en diferentes semanarios argentinos hasta que en 1964 Quino se topa con su personaje casi por casualidad.
Una campaña de una agencia de publicidad para Mansfield electrodomésticos que nunca llegó a salir le permitió inventar una serie de personajes que empezaran por M, que aprovechó para publicar sus primeras tiras cómicas en septiembre de 1964. El 9 de marzo de 1965 comenzó el éxito de Mafalda en el periódico argentino El Mundo, donde publicaría durante años hasta seis tiras por semana.
Ediciones en forma de libro, productos varios, cortometrajes, dibujos animados, una plaza en Buenos Aires, dedicatorias a los principales personajes de la política y la cultura latinoamericana son las caras del éxito de unos personajes entrañables y combativos, que cuestionan con humor la actualidad de los últimos cincuenta años. Mafalda no es solo una niña caprichosa con salidas de tono geniales y meteduras de pata antológica, es también, y sobre todo, un personaje cuestionador del status quo, de la política y las injusticias sociales, que tras los vestidos y el flequillo esconde un filón mordaz e implacable: la risa.
En 1973 Quino sentencia a Mafalda por falta de ideas, pero desde entonces y para siempre le ha acompañado el personaje. Serrat le pidió una tira que no se publicó para el disco en el que adapta los poemas de Mario Benedetti en 1987, El sur también existe, año en el que aparece la última Mafalda gritando ¡Sí a la democracia!¡Sí a la libertad!¡Sí a la justicia!
Llevad cuidado cuando toquen al timbre y desobedeced a vuestras madres: ¿y si llama la felicidad?