Sin con anteriores trabajos el director Jim Jarmusch destacaba por encima de todo lo que iba apareciendo en cartelera y se agradecía sus obras frescas, sobrias con madurez, ahora con Los muertes no mueren podemos decir Jarmusch se ha rendido a intentar crear una obra mucho más comercial, con toques de recuerdos y de homenajes a la música, como en toda su trayectoria, y al cine en particular en esta cinta.
Centerville es una localidad donde prima la tranquilidad, pero una mañana hay demasiada, los animales comienzan a desaparecer, a comportarse de manera extraña, y la luz del día se alarga en horas. En las noticias salen noticias algo desconcertantes y la policía local (Adam Driver y Bill Murray) y intentará averiguar con calma lo que pueda estar pasando, pero una pequeña invasión de muertos vivientes acecha el pueblo.
Los muertos no mueren posee esos personajes que aunque bien delineados son anodinos, y por momentos sin sentido, sin entender sus reacciones, y como se puede llegar a las situaciones a las que llegan, es como si la manipulación fuera parte del guion y ellos estuvieran al antojo de la situación, sin tener poder de reacción.La cinta es lenta, errática en crear ambientación en cuanto a temática y se queda muy flota visualmente, con esa canción que da título a la película y que está constantemente sonando en todo el metraje, de The Dead Don’t Die de Sturgill Simpson, y que puede en su letra incluya más de lo que pensemos, pero aun así, no hace que vayamos mucho más allá en el conjunto de música y narración visual a que nos haga ver algo más completo.
Para pensar que no todo está perdido con el, tenemos que llegar a la escena final, con esa voz en off, que cautiva para entender parte del mensaje que nos ofrece, la caída del imperio humano, y que sobreviva quien pueda en la sociedad actual consumista y materialista, por medio de un guion de zombies.
Posiblemente si nos pusieran la cinta sin saber exactamente cuál es la dirección, podríamos incluso creer que nos encontramos ante un trabajo de los hermanos Cohen, el surrealismo también marca de casa de Jarmusch, pero aquí la ironía juega un gran papel en los personajes y el humor ácido aparece casi al final en una escena de los dos protagonistas que harán que el espectador hasta se ria y en parte le saque un poco de contexto también, como si de una doble cinta se nos hubiera presentado. Y ahí es cuando aparece la comedia, que verdaderamente es un género que no vemos casi en la película, solo teñida de ironía.