El nombre del viaje
Inmigración
no es solo cruzar fronteras,
es cargar la vida entera
en una maleta que no pesa
más que la soledad.
Es humanidad en movimiento,
es dar sin esperar,
es perder y empezar,
es callar para sobrevivir,
pero también alzar la voz
para resistir.
Trabajamos con el cuerpo,
con el alma,
con la urgencia del que sabe
que no hay red bajo sus pasos.
Y aun así construimos,
sanamos, servimos,
creamos mundos donde faltaban manos.
Somos lo diferente,
sí,
pero no lo menos.
Traemos lenguas nuevas,
recetas viejas,
formas distintas de decir “gracias”
y también de amar.
Queremos derechos,
no migajas.
Queremos respeto,
no tolerancia con desgano.
Queremos que nos vean
no como amenaza,
sino como reflejo
de lo que todos somos:
humanidad
en tránsito.
Trabajamos
en lo que nadie quiere,
en las sombras,
en el frío,
en los rincones que otros evitan.
Sostenemos ciudades
con las manos agrietadas,
limpiamos, cuidamos,
cargamos, sembramos,
siempre en silencio,
siempre visibles
solo cuando conviene.
No pedimos privilegios,
no venimos a quitar.
Pedimos ser respetados,
porque también somos parte,
porque también tenemos nombre,
historia,
y derechos.
