- Atlanta
En 2013 finalizó Breaking Bad, la última de las grandes hasta el momento, desde entonces infinidad de historias han inundado las diferentes pantallas en las que hoy en día vemos las diferentes ficciones que nos interesan.
No podíamos imaginar que algo tan bueno y potente podría llegar de una ciudad como Atlanta. La serie de Danny Glover y Hiro Murai es algo realmente grande.
La RAE define ”barrio” como un grupo de casas dependientes de una población, aunque estén apartadas de ella (coloquialmente, vestirse de barrio es andar de trapillo). Henry Lefebvre, en su maravilloso libro ”Derecho a la Ciudad (1968)”, nos da la clave cuando afirma que los barrios son los mantenedores de la producción de capital, donde apenas importa el ESPACIO PÚBLICO (cultural, social, convivencia …), y donde las personas son hacinadas en edificios a los que acuden a descansar después de una dura jornada laboral.
Sin tiempo para la apropiación y producción de cultura, quienes se desmarcan, han de luchar contracorriente y defender con uñas y dientes aquello que la clase política llama “igualdad de oportunidades” en un entorno suburbial donde hasta hace muy poco los presupuestos en educación y cultura pasaban de largo.
El barrio, ese ESPACIO FÍSICO, el lugar donde vives durante toda tu infancia y juventud, es el espacio natural que te forma como persona. Para la gran mayoría de quienes crecimos “al margen” “lo cultural” estaba mal visto, era algo de “raros”.
Resumiendo: Nos educábamos en la calle, que era una especie de llevar a la práctica la máxima cinéfila de “Rumble Fish” (The motorcycle boy reigns). Vivíamos en una especie de Guetto y no lo sabíamos.
Donald Glover en Atlanta nos habla de lo que significa ser “negro” en los EEUU, y nos lo cuenta con la ayuda inestimable de Hiro Murai, el director (13 de los 26 episodios llevan su firma) y responsable del estilo visual de toda la serie.
En el capítulo dos de la primera temporada, dos primos esperan sentados en comisaria a ser “fichados”. Los planos (rara vez en movimiento) son siempre abiertos, con mucho “aire” por encima de los personajes. La comisaría es un personaje más en la narrativa, donde todos son negros (presos, futuros presos e incluso los policías), solo aparece un “rostro pálido” y es el “boss”.
El capítulo tiene un tono de farsa evidente, diálogos ingeniosos, situaciones esperpénticas que se ven como normales. Pero cuando aparece el único “blanco” la violencia se desata, violencia que ejerce el poderoso contra el débil (en este caso un indigente enfermo mental abandonado a su suerte por el sistema sanitario estadounidense). Es una violencia desproporcionada, desmedida. Es el sistema manteniendo “a raya” a los desviados.
Con estos guiones absolutamente geniales y tan diferentes entre sí, Donald Glover y Hiro Murai nos llevan en volandas a una Atlanta donde unos personajes que no se suelen ver en el cine o la Televisión nos cuentan cómo es sobrevivir en una gran ciudad de los EEUU, vivir o sobrevivir para ir llevando el día a día, sin pensar en el futuro.
Negros y pobres a pesar de haber estudiado, el sueño americano no funciona en los barrios. La falta de oportunidades, el tener trabajos de miseria con sueldos de miseria no permite a los personajes salir de la pobreza.
El futuro no existe.
- 2. Daredevil
Esta última temporada de la serie de Marvel (Netflix) nos ha dejado un pequeño poso de tristeza. Netflix ha anunciado su cancelación, no sabemos si los dueños de sus derechos (Marvel-Disney) la recuperaran en un futuro, pero estas tres temporadas ya han marcado un antes y un después en el género “Superheroico”.
Marvel con todos sus Vengadores y Épica de saldo nunca se había acercado a este nivel de excelencia.
Asistimos en esta tercera temporada a un proceso de deconstrucción y posterior reconstrucción del héroe, que necesita recomponerse a sí mismo antes de enfrentarse a su gran némesis (Kingpin). Es una clara reinterpretación del Born Again del maestro Frank Miller.
Es curioso que hasta el momento las mejores muestras del género vengan siempre de la mano de Miller: Los Batman de Nolan, Daredevil de Netflix.
Ayuda mucho que en esta tanda los personajes de Karen Page (Deborah Ann Woll) y Foggy Nelson (Elden Henson) sigan creciendo y sintiéndose importantes en la serie, cada escena tiene un buen motivo para estar donde está, y nunca da la impresión de entrar en una zona de transición o directamente de relleno.
No podemos olvidarnos de reseñar que en esta serie se han grabado las mejores escenas de acción de los últimos tiempos.
- 3. Better Call Saul
“…No te la dieron. Jamás te la iban a dar. Ellos… te ofrecen estas cosas, te dicen que tienes la oportunidad, pero lo siento, es mentira. Ya tenían la decisión tomada. Sabían qué iban a hacer antes de que llegaras. Cometiste un error y no lo olvidarán nunca. En lo que a ellos concierne, tu error es… es lo que eres. Y es todo lo que eres. Y no me refiero sólo a la beca. Me refiero a todo. Te sonreirán, te darán una palmadita en la cabeza… pero jamás te dejarán entrar. Pero escucha. Escucha. No importa. Porque no los necesitas. No te la darán, ¿y qué? Tú la vas a tomar. Vas a hacer lo que sea necesario, ¿me oyes? No vas a seguir las reglas. Harás todo a tu manera, harás lo que ellos no hacen. Vas a ser lista, vas a tomar atajos… y vas a ganar. Ellos están en el piso 35. ¡Tú estarás en el 50! Los mirarás por encima del hombro. Y cuanto más subas, más te odiarán. Bien. Restriégaselo en la cara. Hazlos sufrir. Porque no les importas tanto. ¿Y qué? Que se jodan. Recuerda, el ganador se lo lleva todo…»
Este pedazo de diálogo de Saul Goodman (Jimmy McGill) intenta “justificar” su bajada a los infiernos. Solo nos queda esta solución a los desheredados. Nunca podremos conseguir un master de saldo en Harvard… o era en Aravaca (Madrid).
La serie de Vince Gilligan ha dado en esta cuarta temporada un paso al frente para desmarcarse de su serie fundacional Breaking Bad. Y ahora sí, empezamos a vislumbrar ese desarrollo de los personajes tan característico de Gilligan y que disfrutamos en toda su plenitud con las andanzas de Heisenberg.
- 4. The Marvelous Mrs. Maisel
La madre de Amy Sherman-Palladino fue bailarina de musicales en Broadway, y ella misma se formó como tal, incluso tuvo la oportunidad de participar en el musical itinerante de Cats.
Pero en aquel momento de elección personal eligió entrar a la sala de guionista de Roseanne. La gustan los musicales y sabe cómo rodarlos. Esa habilidad para coreografiar las escenas se la debe a Leslie Linka-Glater (Twin Peaks, Homeland, Las chicas Gilmore). Sherman-Palladino dice que fue ella quien la enseñó a dirigir, y también la técnica de filmar a actores que hablan mientras caminan. Damian Chazelle en La La Land debería haber contactado con ellas.
La serie tiene un punto de fantasía e irrealidad. Pretende recrear una época mágica y nosotros como espectadores debemos aceptar suspender la incredulidad para difrutar de una historia optimista, llena de vitalidad y colorines.
Tampoco pretende escribir una historia en la que su personaje represente a todo el género femenino con la imagen idealizada de la mujer independiente, Midge sigue viviendo en casa de sus padres y sin complejo alguno siempre cuenta con que puedan ayudarla económicamente. Si puede lanzarse a vivir su vida profesional es porque cuenta con una red de apoyo, la serie es consciente de su privilegio
- 5. El método Kominsky
Chuck Lorre da en el clavo esta vez. La serie explora muchas situaciones de la vida con cierta extravagancia y humor negro, pero sin buscar la carcajada. Es un pequeño drama bien mezclado con comedia suave. Nos habla del divorcio, de la vejez, de las relaciones paterno-filiales, de la perdida más grande. Pero lo hace sin dramatismos exagerados. Como la vida misma.
Así como en sus anteriores trabajos el peso de la serie lo tenían sus personajes y los diálogos hilarantes. en este caso sucede lo contrario. Los personajes son importantes, por supuesto, pero no más que el hilo argumental de la historia que Lorre pretende contarnos.