En la primera escena del poema escénico de Dylan Thomas, Bajo el bosque lácteo, la primera voz nos dice, como quien muestra un paisaje hasta Coronation Street: «Time passes. Listen. Time passes. Come closer now.» Si se me permite un ejercicio de identificación, me atrevería a decir que es incluso la voz de Richard Burton, bien bañada de la marea y de otras muchas cosas. Pero eso que nos dice, que parece tan común, que el tiempo pasa, en realidad es como un charco de lodo negro que pisamos sin querer al andar.
Son cuestiones como estas las que, una vez atendidas, permiten negaciones tan radicales como las de John Ellis McTaggart, contra quien en cierto modo tendrá que batirse el lógico y filósofo Arthur N. Prior: «It doubtless seems highly paradoxical to assert that Time is unreal, and that all statements which involve its reality are erroneous. Such an assertion involves a far greater departure from the natural position of mankind than is involved in the assertion of the unreality of Space or of the unreality of Matter. So decisive a breach with that natural position is not to be lightly accepted. And yet in all ages the belief in the unreality of time has proved singularly attractive.»[1]ELLIS McTAGGART, J. The Unreality of Time, en Mind, Vol. 16, Nº 68, Oxford University Press, 1908, p. 457.. En efecto, en esta colección de artículos, de los que se han excluido los más técnicos, dedicados a la Lógica Temporal, y que hoy es una disciplina, dentro de las lógicas modales, perfectamente arraigada en computación y model checking, Prior nos reserva un buen libro de filosofía y nada más que eso, que puede leer cualquiera incluso sin ningún conocimiento previo de lógica. Contra la tesis de la irrealidad, Prior no puede ser más explícito en el último de los ensayos: «En la actualidad los filósofos discuten sobre si existe el tiempo. Es una polémica que, de hecho, siempre ha existido entre filósofos. Algunos dicen que sí, otros que no, y algunos opinan que no es una pregunta apropiada: yo soy uno de los filósofos que dicen que sí. Todos los intentos por negar la existencia del tiempo se derrumban, a mi juicio, con el problema de explicar la aparición del paso del tiempo, puesto que aparecer es ya algo que ocurre en el tiempo»[2]PRIOR, Arthur N.: Ensayos sobre filosofía del tiempo. Alpha Decay, Barcelona, 2019, p. 157..
A estas alturas cualquier lector se preguntará cómo la extravagancia de McTaggart ha podido sobrevivir como un planteamiento clásico, al menos dentro de la tradición anglosajona. A mi juicio la razón es tan simple como que el hecho de que se presenta con independencia de toda adscripción metafísica, en particular de Bradley y de Hegel, de tal manera que se contamina lo menos posible de cualquier lastre idealista: «I believe that time is unreal.’ But I do so for reasons which are not, I think, employed by any of the philosophers whom I have mentioned, and I propose to explain my reasons in this paper». Y entonces propone que pensemos sobre dos series temporales capaces de referirse, como la serie A a «antes» y «después», o como la serie B, de «pasado presente y futuro». La serie A determina relaciones permanentes, mientras que la B no, porque cada acontecimiento presente ha sido futuro y será pasado. Podría afirmarse, continúa McTaggart, partiendo de que la serie «antes» y «después» resulta ontológicamente menos problemática, es además la que debería darse por buena al hablar del tiempo. Y su estrategia, el charco que pone bajo nuestros pies, consiste en afirmar lo contrario, es decir, que la serie B es la que resulta imprescindible y esencial para que sigamos hablando de tiempo, pero la exploración de esa serie nos lleva a una serie de aporías que le hacen afirmar sin embargo su irrealidad. Por eso McTaggart no puede ser eludido, ni tampoco Prior lo hace. En cualquier caso, el credo del segundo tiene más ingredientes, algunos de los cuales, servirán para armar esta colección: «Sí tengo un credo filosófico, su primer artículo reza así: creo en la realidad de la distinción entre pasado, presente y futuro. Creo que lo que vemos como una sucesión de hechos es una sucesión de hechos, una serie de cosas que ocurren una después de la otra, y no un simple tapiz atemporal en el que se almacena todo permanentemente.» Puede que sea la frase que viene después del punto la que concentra la mayor parte de problemas.
En primer lugar hay que reconocer que cuando hablamos del paso del tiempo o del tiempo como arroyo, no estamos sino recurriendo a una metáfora. Lo que cambian son las cosas, no los sucesos. Este es un nivel de lenguaje que Prior procurará no extraviar nunca. Y es que los sucesos no cambian porque son cambios ellos mismos. Las cosas que cambian son cosas que existen y cambian mientras existen. Ahora bien, cuando decimos que un suceso se aleja cada vez más en el pasado, parece que decimos que está sufriendo cambios algo que no existe. Un aspecto fundamental en la figura de Arthur N. Prior es la de ser un conocedor nada banal de la tradición filosófica.
En particular, lo es de las paradojas temporales que plantea San Agustín en sus Confesiones, para quien las cosas futuras y pretéritas, si es que son, no son sino presentes. Claro que Agustín diría, y eso no resulta del todo satisfactorio, ni siquiera para él, que pretérito, presente y futuro existen en el alma y no ve cómo podrían existir fuera de ella. Por nuestra parte añadiríamos que esta clausura anímica está mal planteada, puesto que el yo que hace el confiteor, es sondeado, está habitado o es visitado interior intimo meo. Algo de eso presume Arthur Prior cuando se pregunta, en Formalidades de la omnisciencia, en qué tiempo verbal está lo que Dios sabe[3]PRIOR, Arthur N.: Ensayos sobre filosofía del tiempo, p. 59.. El presentismo es casi inevitable, como podemos leer en reformulaciones contemporáneas del mismo[4]MARKOSIAN, Ned: A Defense of Presentism, en Zimmerman, Dean W. ed.: Oxford Studies in Metaphysics. Volume 1, Oxford University Press, Oxford, 2004., en cambio su vinculación indeterminada con el sujeto a la larga resulta indeseable, si es que se pretende blindar el realismo temporal de sus adversarios idealistas.
Ahora bien, lo que Arthur N. Prior entiende por una posición constructiva consiste en convertir los problemas sobre el tiempo en maneras de asignación gramatical. La conclusión sería la de que el flujo del tiempo es simplemente metafórico, pero no estoy yo seguro de que una metáfora pueda ser sólo una metáfora, que no nos transporte, por así decir, más allá de ella, aunque sea dentro de ella, por ejemplo en lo que Prior llama un cuasi cambio temporal, aun dentro de la perspectiva adverbial que él ha juzgado más útil. Por otro lado, Max Black ya resulta un clásico de la vindicación cognitiva de las metáforas, hasta el punto de que la traducción literal también podría considerarse una restricción arbitraria de nuestra capacidad heurística[5]BLACK, Max: Modelos y metáforas. Tecnos, Madrid, 1966, p. 56.. De hecho yo mismo he elegido un modo metafórico para el título de esta reseña, claro que con una intención impelente o provocativa.
Si antes apuntábamos a Agustín de Hipona como una de las fuentes originales de la paradoja temporal, aunque de un modo oblicuo, y través de la noción de mundos posibles, habría que señalar aún a Leibniz. Puede que algo de eso tenga en mente Prior cuando afirma que hablar de lo real como una región entre otras no minimiza su diferencia, puesto que lo real es lo que hay de hecho[6]PRIOR, Arthur N.: Ensayos sobre filosofía del tiempo, p. 147.. Desde luego que la lógica contemporánea no ignora la importancia de Leibniz[7]PALAU, Gladys: Introducción filosófica a las lógicas no clásicas. Gedisa, Barcelona, 2002, p. 54., aunque lo asocia de modo inevitable con los modelos de semántica de Saul Kripke, quien elabora la noción más intuitiva de los mismos en su obra más celebrada en la historia del pensamiento anglosajón: mundos posibles son estados posibles o historias posibles del mundo o situaciones contrafácticas del mundo[8]KRIPKE, Saul A.: Naming and Necessity. Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1981, p. 20.. Pues bien, con las estructuras kripkeanas de transición se suministra también la base a la lógica temporal dentro de la teoría de la computación, que antes mencionábamos. La riqueza de los ensayos de Arthur N. Prior (1914-1969), publicados al final de su vida y que ahora recogemos en su edición española, estriba en que todavía no se han desembarazado las preguntas sobre el tiempo de su soporte ontológico. Forman parte aún de nuestra conversación con la vida que, de alguna manera, también es nuestra propia conservación. Nos queda tiempo quiere decir, puede que de una manera esencial, que nos queda tiempo todavía para conversar.
Título: Ensayos sobre filosofía del tiempo |
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Referencias
↑1 | ELLIS McTAGGART, J. The Unreality of Time, en Mind, Vol. 16, Nº 68, Oxford University Press, 1908, p. 457. |
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↑2 | PRIOR, Arthur N.: Ensayos sobre filosofía del tiempo. Alpha Decay, Barcelona, 2019, p. 157. |
↑3 | PRIOR, Arthur N.: Ensayos sobre filosofía del tiempo, p. 59. |
↑4 | MARKOSIAN, Ned: A Defense of Presentism, en Zimmerman, Dean W. ed.: Oxford Studies in Metaphysics. Volume 1, Oxford University Press, Oxford, 2004. |
↑5 | BLACK, Max: Modelos y metáforas. Tecnos, Madrid, 1966, p. 56. |
↑6 | PRIOR, Arthur N.: Ensayos sobre filosofía del tiempo, p. 147. |
↑7 | PALAU, Gladys: Introducción filosófica a las lógicas no clásicas. Gedisa, Barcelona, 2002, p. 54. |
↑8 | KRIPKE, Saul A.: Naming and Necessity. Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1981, p. 20. |